Con la invocación al gran pintor surrealista belga René Magritte dio inicio, el miércoles 13 de diciembre, la Semana de la Cultura Belga en La Habana al quedar inaugurada la exposición «Hé, René!», del pintor Roberto González, en la galería de arte del Palacio de Lombillo, sede del Historiador de la Ciudad.
En lo adelante, con la presencia de Claudia de Maesschalck, embajadora del Reino de Bélgica en Cuba, se desarrollaron múltiples actividades culturales en el Centro Histórico que permitieron estrechar los lazos amistosos entre los dos países.
«Bélgica es un país en el cual coexisten real y jurídicamente más que una cultura. Y quizás, eso es la cultura belga: lograr algo más grande que el total de sus partes, precisamente, ¡gracias a estas partes!», expresó De Maesschalck en sus palabras inaugurales de la muestra, en las que destacó la significación de Magritte (1898-1967) como figura que representa a su país por encima de esos diferendos culturales.
Y precisamente con citas y apropiaciones de la obra del pintor belga, estructuró el joven pintor cubano su exposición, la cual fue presentada por Argel Calcines, editor general de
Opus Habana.
Otro momento destacado fue la muestra «Art Noveau en La Habana», la cual sintetizó la influencia de ese estilo en el diseño publicitario, al reunir anuncios propagandísticos de Jaime Valls (Barcelona, 1888-La Habana, 1955), piezas del mobiliario de su estudio e información sobre seis ejemplos arquitectónicos en la capital cubana. Además, sorprendió a los asistentes el uso de modelos con vestuario y bolsos diseñados para la ocasión por Karen Rivero e Ivette Corcho. La arquitecta Patricia Baroni, perteneciente al Plan Maestro (Oficina del Historiador), junto a Marina Ogier (encargada de Cooperación y Cultura de la Embajada belga en Cuba), fueron curadoras de esa muestra, expuesta en la galería de la Sociedad Patrimonio y Medio Ambiente.
Otras exposiciones fueron «Bélgica a través de su numismática» (Museo de la Numismática), y la dedicada a la colaboración con la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, en su sede de Obispo y Mercaderes.
Vale recordar que en la Plaza Vieja se encuentra la Casa del Conde de Cañongo, inmueble destinado a entrelazar las culturas cubana y belga. Inaugurado el pasado 15 de febrero, luego de cerca tres años de restauración, este palacio tiene una sala dedicada a la región de Valonia, con cuya cooperación se restauró el edificio para su nueva función.
En el Museo del Chocolate (Mercaderes y Amargura) se mostraron fotografías de Julio Larramendi sobre la producción del cacao en Baracoa, las cuales fueron presentadas por Alejandro Hartmann, historiador de esa ciudad primada de Cuba.
Precisamente, con la colaboración belga, se creará allí un museo dedicado a ese producto típico de la región baracoense y que es manufacturado por sus pobladores para obtener las famosas «bolas de cacao».
La clausura de la Semana belga se efectuó, el martes 19 de diciembre, en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís y sirvió para presentar el órgano donado a esta sala de conciertos por intermedio de la asociación belga Luthiers sans Frontières. Este instrumento de tubos fue montado por los especialistas Paul Vergote y Willem Raymaekers con participación de alumnos de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos.