La llegada del verano devela el encanto de un ajetreo ya habitual en el Centro Histórico de La Habana. Muchas personas se acercan por primera vez y otras esperan ansiosas para transitar por calles y espacios públicos de la parte más antigua de esta ciudad. Son los visitantes al proyecto
Rutas y Andares: para descubrir en familia, que durante los meses de julio y agosto, organiza la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Para quienes lo conocen,
Rutas y Andares1 ha resultado sin dudas un programa cultural de éxito, avalado por la aceptación de niños, jóvenes y adultos, quienes han cambiado el paisaje del Centro Histórico con su presencia y el entusiasmo con que recorren las calles, pródigas de remembranzas de La Habana. Tras la experiencia de una nueva edición del proyecto cada verano surge la interrogante de cuáles pueden considerarse las claves de ese éxito, a partir del diseño y la puesta en práctica.
2Rutas y Andares se define como un programa cultural patrimonial dirigido al visitante local. A nuestro juicio el acierto fundamental de
Rutas y Andares está en hilvanar el difícil trío de ser: una opción urbana de ocio en el verano, centrada en el patrimonio (en su puesta en valor como atractivo turístico) y orientada hacia la familia cubana. La tesis que sostenemos es que ese logro ha sido posible porque el programa incursiona en el terreno de la interpretación del patrimonio, como la perspectiva más válida de acercamiento al mismo.
La interpretación se está considerando hoy en día como el enfoque o mediación necesaria para lograr conformar un producto turístico cultural que suscite una verdadera «experiencia» en el visitante. La Asociación para la Interpretación del Patrimonio asume el siguiente enunciado: «La interpretación del patrimonio es el arte de revelar
in situ el significado del legado natural, cultural o histórico, al público que visita esos lugares en su tiempo de ocio».
3La premisa del cambio está en el reconocimiento de que
el patrimonio no habla por sí mismo,
4 por lo que se considera necesario activar las claves para el conocimiento y la asimilación del mismo. Para ello se invoca a la creatividad a través de la
interpretación, como categoría que engloba y a la vez supera la de difusión, en su acepción más simple. El fin se dirige a suscitar una vivencia memorable en el visitante, de modo que
conozca, porque recibió información, y
comprenda, porque se sintió conmovido, la importancia de estos sitios, y en consecuencia, se proyecte a favor de su conservación.
La conversión de los recursos patrimoniales en productos turísticos concebidos desde la interpretación se condiciona al uso de los soportes comunicativos y al ejercicio de una planificación rigurosa.
5 Los planes de interpretación son un factor clave para garantizar el éxito de esos servicios y abarcan desde los recursos y sus potencialidades, la elección de los mensajes, el perfil de los destinatarios, el equipo técnico, la infraestructura necesaria para el desarrollo del programa, etcétera. El plan de interpretación se ha comparado a menudo con un guión de cine, precisamente por la importancia de que transcurra por secuencias e incluya todos los detalles que conforman la propuesta e, incluso, tenga en cuenta más de una alternativa.
Tan importante como la planificación se considera en estos programas la figura del intérprete, que es el encargado de mediar entre el lugar y los visitantes y facilitar a los mismos las claves para acceder a los significados que puedan contribuir a hacer trascendente la visita. Es el hecho de ser capaz de instrumentar los preceptos de la interpretación en la gestión y difusión del patrimonio, lo que convierte al arqueólogo, el museólogo, el historiador, el geógrafo, el biólogo, el guía de turismo... en un intérprete. La búsqueda del equilibrio entre el contenido educativo y la intención sutil de inspirar al visitante hacia ese saber, es uno de los desafíos que enfrenta la interpretación. Sobre las virtudes de la interpretación existe un consenso, el debate se inclina más bien al peliagudo asunto de cómo llevar esto a la práctica en programas concretos. De hecho, todavía abundan más las reflexiones teóricas que las referencias a experiencias de programas interpretativos que reúnan los requisitos exigidos desde la propia teoría.
El programa
Rutas y Andares, desde la originalidad que lo caracteriza, exhibe no pocos rasgos que tributan a una visión interpretativa del patrimonio. La clave del éxito puede ser entonces lograr fortalecer aquellos rasgos y elementos que lo integran y que son propios del enfoque de la interpretación.
El programa contiene itinerarios que se articulan alrededor de un tema. Esta es modalidad muy común en programas interpretativos. En un inicio, en el año 2001, consistió sólo en la oferta de Rutas. Las Rutas incluyen cada una la opción de visitar varios museos relacionados, a través de algún elemento temático, y por los cuales la familia hace visitas libres. Las visitas a los museos, que incluye cada ticket de Ruta, pueden realizarse cualquier día –de acuerdo a su horario habitual de apertura y cierre– durante los meses de julio y agosto. El proyecto fue evaluado durante ese verano y se constató una elevada cifra de visitantes y una marcada aceptación de los mismos hacia la nueva propuesta.
Ello condujo al enriquecimiento de la iniciativa, que desde el 2002 trasciende el ámbito de los museos, y existe así la modalidad de Andares, por lo que hasta la actualidad se promociona con el nombre de
Rutas y Andares: para descubrir en familia. Los Andares consisten en recorridos, con un contenido temático específico, a través de los diferentes museos y sitios del Centro Histórico. Son conducidos en la mayoría de los casos por profesionales que laboran en la Oficina del Historiador y que fungen como guías. Los Andares se realizan de miércoles a sábado, durante julio y agosto, con la peculiaridad de que cada día se convoca a una aventura diferente, con una propia temática que incluye varios itinerarios, de ahí que los andantes se dividan en grupos, cada uno de estos con un guía.
Los Andares se han ido modificando, de unos itinerarios concentrados en un inicio fundamentalmente en el interior de los museos, se ha ampliado la perspectiva. Ahora incluyen todo tipo de sitios públicos, monumentos, espacios urbanos; algunos de fehaciente valor patrimonial, y otros que aún con el mismo valor, no gozan de tanta notoriedad, por lo que con más razón descubrirlos resulta una sorpresa para el visitante.
Los Andares son un caminar de las familias y el anfitrión que los acoge –siguiendo un hilo argumental– que puede ser la arquitectura religiosa, los nombres de las calles, los personajes célebres, las familias habaneras, las farmacias habaneras, entre muchos otros. Esta convergencia de referencias que nacen de los elementos más diversos (un monumento, un muro, una pintura, una piedra) hace que el Centro Histórico de La Habana cobre a los ojos del visitante una armonía única. Las expresiones del público sobre esas experiencias destacan el asombro que les suscita el hecho de ver las cosas ya conocidas de otra manera, y sobre todo, de aprender sobre sitios y detalles en los que no habían reparado por sí mismos.
En la mayoría de los Andares se despliega la exposición del tema por secuencias. Aquellos que han gozado de mayor popularidad se destacan por haber tejido un argumento de especial atractivo, que prioriza lo anecdótico y la faz cotidiana de la alusión histórica. El Andar «La Habana de Cecilia Valdés»
6 es un ejemplo excelente de estos casos, en los cuales el guía deviene intérprete por excelencia, pues es sólo con su mediación que los visitantes pueden seguir la trama, cuyas escenas se suceden en cada uno de los lugares que se recorren.
La aproximación al patrimonio a través de estos Andares va más allá de los objetos y edificaciones que se visitan, pues entre los temas incursionados hay un grupo importante que alude propiamente al modelo de gestión de la Oficina del Historiador, desde las diferentes estructuras y funciones que se desarrollan en aras de la preservación del patrimonio. El planteamiento de estas temáticas y el interés por revelar a los visitantes las interioridades de los procesos de restauración, así como las acciones encaminadas a una gestión social en la comunidad, tienen en sí mismas un carácter interpretativo de gran valor, porque la vivencia que adquieren los visitantes condiciona posturas de sensibilización y comprometimiento en torno a esa labor, las cuales son difíciles de lograr cuando simplemente se les muestra la obra terminada.
Si algo puede apoyar la idea de que
Rutas y Andares es un programa donde la perspectiva de la interpretación está presente, es precisamente el papel que desempeñan los guías. La calidad de los guías es un atributo valioso que prestigia al proyecto.
7 La mayoría de ellos anima un espacio de diálogo con el público visitante, el que puede intervenir, comentar y aclarar incógnitas. La empatía lograda entre los guías y el público, a partir de una certera articulación del dueto aprendizaje-entretenimiento, advierte que el discurso de los primeros transita por los designios de la interpretación.
La habilidad comunicativa de muchos de estos profesionales ha logrado vencer el límite de lo estrictamente informativo para marcar una impronta emocional en los participantes. Más que el valor del conocimiento por sí mismo lo relevante está en la forma en que se articulan los mensajes, pues los guías se esfuerzan por mesurar la cantidad de información y su coherencia, de modo que no resulte densa, sin dejar de renunciar al rigor de cada temática. Además, en ocasiones apelan al recurso de vincular
lo que cuentan con su experiencia personal para así despertar la motivación de los
andantes.
El buen desempeño de los guías ha estado marcado por el uso de la interactividad como herramienta comunicativa. Mucho se habla de interactividad entre los defensores de la interpretación, pero a menudo se confunde el concepto con los soportes y medios técnicos que el visitante puede tocar, empujar o mover, aunque ello no suponga siempre una respuesta activa del mismo como reacción a lo que se exhibe. Un elemento interactivo legítimo no es sinónimo de tecnología incorporada, sino es aquel que logra provocar la atención del visitante hacia los contenidos del mensaje que se propone trasmitir una muestra expositiva o una visita.
8En
Rutas y Andares muchos guías incorporan propuestas interactivas y los
andantes agradecen haber adquirido nuevos conocimientos en un contexto colectivo de entretenimiento y disfrute. Los Andares por los talleres de restauración, por las obras en ejecución, por el Gabinete de Arqueología, por sólo citar algunos, permiten al visitante valorar
in situ la magnitud del trabajo que se realiza por parte de la Oficina del Historiador. La posibilidad de vivenciar, desde el intercambio con el especialista, la precisión con que se restaura un reloj antiguo o se excava una letrina, por ejemplo, hace evidente para el visitante la huella humana de un esfuerzo cotidiano, que añade otro valor a la obra, pues trasciende la pieza museable en sí misma. Esta experiencia ha resultado además significativa para los visitantes más jóvenes al despertar en ellos el interés por acercarse a esos perfiles profesionales, lo cual adiciona al programa el valor de fomentar una orientación vocacional hacia las artes y oficios dedicados al patrimonio.
El guía enfrenta cada vez un grupo de visitantes de insospechada diversidad, en cuanto a edad, nivel educacional, perfil profesional, lo cual implica el desafío de encontrar códigos comunes en el lenguaje que utiliza. En virtud de ello se ensaya un discurso flexible que pretende ser accesible a todos los participantes, para lograr que se involucren en el itinerario, presten atención y a la vez sientan emoción. La capacidad del guía para asumir esa diversidad y ajustarse en cada momento a las demandas de los visitantes ha permitido que temas muy técnicos de la arquitectura o la restauración logren cautivar el interés de los participantes.
Dentro de nuestra cotidianidad aún prevalece la idea de que las visitas a los museos y sitios patrimoniales son un gusto de minorías y no constituyen opciones favoritas para el gran público. Y más en los meses de verano, en que las expectativas de ocio de la familia se dirigen a la tradicional oferta de sol y playa. Ello advierte la importancia de un proyecto de esta naturaleza que reivindica la figura del visitante nacional y desmarca la postura de autoexclusión en cuanto a estas propuestas.
9 En ese contexto llama la atención el posicionamiento logrado en nuestra ciudad por
Rutas y Andares como oferta cultural para el visitante nacional durante el verano.
El incremento de los visitantes repitentes advierte el nivel de fidelidad alcanzado por el programa a lo largo del tiempo.
10 Las personas conocen el proyecto y se alientan a tomar parte en él cada vez más por medio del mecanismo de la recomendación personal, lo que testimonia la notoriedad que ha alcanzado. Con el paso de los años se nota la incorporación de sectores más exigentes, como son los estudiantes de carreras universitarias de humanidades, quienes vienen en busca de un criterio especializado con el qué dialogar. La presencia de estos segmentos de público distingue una peculiaridad de
Rutas y Andares, y en consecuencia, le impone la necesidad de generar novedades. Ello se hace más evidente, por ejemplo, en las Rutas, pues de un modo u otro, siempre se incluyen los mismos museos, y si bien el museo no cambia en sí mismo, está obligado a incorporar cada año una muestra expositiva o una opción diferente.
La mayoría de las personas que participan en
Rutas y Andares están acompañadas por sus familiares, y a la par, funciona la combinación de amigos y familiares que se unen para disfrutar juntos. Algunos estudiosos
11 consideran que la idea de facilitar el acceso a los distintos lugares en un ambiente de intercambio intra e interfamiliar, multiplica las posibilidades de alcanzar resultados de mayor calidad en las visitas. La participación familiar muestra como tendencia el incremento significativo de la presencia infantil.
El sentir que trasmiten los propios participantes es el mejor indicador para afirmar que
Rutas y Andares es hoy un programa vivo en su propia esencia y quizás más depurado en sus miras. El proyecto ha conseguido algo realmente difícil que es configurar un perfil de público. Si bien al principio el público era muy heterogéneo, con el paso del tiempo se ha caracterizado por un conjunto de rasgos sociodemográficos que se mantienen estables. En ese sentido el denominador común no es precisamente cuánto conocimiento más o menos pueda tener ese público, o cuán alto nivel educacional pueda exhibir en el sentido convencional del término. Lo que lo distingue es en primer término la avidez de saber y la sensibilidad hacia lo que se percibe como bello y auténtico. Es esa la actitud o disposición de ánimo que se puede observar en la mayoría del público atento e interesado que ha visitado
Rutas y Andares en estos veranos. Ello es evidente en la manera de mirar, de escuchar, de preguntar, de agradecer una explicación o un dato adicional o nuevo.
Día a día crece la presencia del patrimonio reconocido, descubierto y recuperado en el Centro Histórico de La Habana. En correspondencia, debe crecer también la puesta en valor de ese patrimonio para todas las personas que lo aprecian de un modo u otro, incluso como simples transeúntes. Un programa como
Rutas y Andares tiene esa noble misión de poner al alcance del visitante las claves interpretativas para que se sienta comprometido y cómplice, desde el respeto y la comprensión legítima, que emerge de la emoción y el conocimiento, hacia ese patrimonio común a todos.
(Este artículo está basado en la ponencia «Rutas y Andares: un programa de interpretación en el Centro Histórico de La Habana», que fue presentada por estas autoras en el III Encuentro Iberoamericano Museos y Centros Históricos, convocado por la Dirección de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador, en mayo de 2005).
1 Desde el 2001 este proyecto cultural se origina y coordina cada verano desde la Dirección de Gestión Cultural de la Oficina del Historiador.
2 En cada edición de las Rutas y Andares, el Grupo de Investigaciones Socioculturales de la Dirección de Gestión Cultural (Oficina del Historiador) realiza un estudio de público. (Los criterios y referencias que aquí se presentan son el resultado de la investigación realizada por las propias autoras).
3 Véase en la web de esta asociación: www.interpretaciondelpatrimonio.org
4 Marcelo Martín: «Patrimonio y Sociedad», Boletín de Interpretación, Asociación para la Interpretación del Patrimonio, España, No. 12, enero, 2005, en: www.interpretaciondelpatrimonio.org
5 Jorge Morales Miranda: «La planificación interpretativa asegura la excelencia en interpretación», en www.interpretaciondelpatrimonio.org
6 Recordemos que la joven mulata Cecilia Valdés, protagonista de la novela homónima de Cirilo Villaverde, que recrea el siglo XIX cubano, vivía en la Loma del Ángel, zona que se conserva dentro del actual Centro Histórico.
7 Los guías son profesionales que realizan su labor cotidiana a favor del rescate del patrimonio nacional en el Centro Histórico: arquitectos, museólogos, restauradores, diseñadores, proyectistas, arqueólogos, editores, etcétera. Además, Rutas y Andares ha contado con la colaboración de otras personalidades de la cultura nacional, todos muy comprometidos con la capital cubana y su patrimonio. Es preciso aclarar que estos guías brindan sus servicios de forma voluntaria, pues se han sensibilizado con la significación de Rutas y Andares.
8 Elizabeth Beckmann: «Los ves aquí y allá, esos “interactivos” están por todas partes ¿pero funcionan?», en www.interpretaciondelpatrimonio.org
9 Se pudo apreciar que algunos de los visitantes encuestados antes de participar en las Rutas y Andares tenían la percepción de que ese tipo de opciones en el Centro Histórico eran casi para el exclusivo consumo del turismo internacional. Además un aspecto a favor es que los ticket para acceder a las Rutas y a los Andares tienen un precio muy módico. Cada ticket cubre la entrada de tres adultos y tres niños.
10 Los visitantes que afirman haber visitado el proyecto el año anterior promedian un 49% de la muestra si consideramos las ediciones del 2004, 2005 y 2006.
11 Mikel Asencio y Elena Pol: «Nuevos escenarios para la interpretación del patrimonio», en El museo: un espacio para el aprendizaje. Domínguez Estepa y Cuenca, Huelva, Universidad de Huelva, 1999, p. 58.