Varios artistas contemporáneos han expuesto en los últimos meses por vez primera en el Museo Nacional de Bellas Artes: Cosme Proenza, Arturo Montoto, Eduardo Roca (Choco)… En los próximos días, el grabador y pintor Ángel Ramírez (La Habana, 1954) tendrá esta privilegiada oportunidad con algunas de sus más recientes obras.
Si bien es cierto que en el mismo Museo se exhibe de manera permanente una pieza suya de los años 90, sólo ahora apreciaremos en este importante espacio museístico una parte de sus actuales inquietudes artísticas. Incluso, desde hace rato no se trata ya de Ángel Manuel, sino de A.R, juego formal afín con la clásica firma del célebre Alberto Durero que le ha servido a Ramírez para rubricar sus creaciones.
Hasta su actual forma de identificación artística participa de ese deseo generalizado dentro del arte cubano que bebe, en términos formales, de ciertos códigos del pasado para dialogar con nuestro presente o ciertas aristas de éste.
Inspirado en una visualidad de referencias, en medio de una exposición, Ángel Ramírez es capaz de despertar otro tipo de expectativas, aunque éstas guarden relación con el simple hecho de tomar «Kafé de la bodega» (2002).
Ahora, con «Menudos pedazos», seguro que el artista nos depara otras sorpresas.
¿Era un sueño para Ángel Ramírez exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes?
Es una cosa siempre muy agradable. Resulta muy atractivo e interesante exponer en el Museo Nacional del país donde uno nació y donde uno ha trabajado toda la vida. Por lo tanto, para alguien que se desenvuelve en este mundo de la plástica es gratificante llegar a exponer en ese recinto.
¿Cómo estará conformada «Menudos pedazos»?
Esta exposición tendrá una coherencia de conjunto en una sala bella, con una elegancia tremenda. Yo he querido que la sala esté muy vacía, es decir, que haya mucho espacio sin rellenar, con paredes en blanco para que este espacio hable por sí mismo, porque a fin de cuentas… son «menudos pedazos».
Todo puede ser como una reflexión sobre lo que nos va quedando después de tanto desbarajuste ético que existe a nivel global. Estará conformada por cuatro piezas. Una de ellas es la que le da título a la exposición y que a su vez tiene 17 pedazos. Todos estos pedazos son referencias a partes de nuestro cuerpo que, por medio de frases conocidas, hacen referencias a ellas.
Otra es un tríptico bastante grande para mi forma de trabajar que se titula
Marchar unidos.
Una tercera pieza,
Velar por todos, va a estar flotando, digámoslo así, en el espacio, pues no estará contra la pared. Y, finalmente, la obra procesual
Creer en algo con un carácter instalativo y planteada como un altar.
¿Qué expectativas tiene Ángel Ramírez con esta nueva exposición por parte del público?
¡Qué la vea!
¿Cuánto de humor reflexivo habrá en esta exposición del pintor y grabador con sentido del humor que es Ángel Ramírez?
Lo que se verá es la obra mía, es la de siempre. No habrá ningún aparecido ahí, no es la obra de otro, es la misma. Y si hace sonreír o pensar ya lo dirá quien la vea.
¿Las obras que en los próximos días serán exhibidas en nuestro Museo Nacional poseen algún tipo de afinidad con una porción de nuestro presente?
Eso es inevitable porque yo no vengo de otro lado, yo estoy aquí. No estoy caído de Marte, aunque será inaugurada un martes la exposición. No queda otro remedio que parecerse a lo que nos rodea, al menos por pura coincidencia.
El profesor y crítico de arte Jorge R. Bermúdez lo afilió a usted con la pintura posmedieval en el número de la revista Opus Habana
que reproduce en portada una obra suya. ¿Mantiene «Menudos pedazos» filiación con esta tendencia del arte cubano, catalogada así por el propio Bermúdez?
Bueno, yo tengo más amistad con Bermúdez que con el término de
pintura posmedieval. Entre los dos eso ya lo hemos hablado varias veces.
En mis obras más recientes que podrán verse en esta exposición, lo que hay es una especie de reciclaje en el que utilizo materiales que han tenido otras funciones. En este caso, por ejemplo, hay pedazos de muebles metidos en todo el proceso de elaboración de la exposición. Reutilizo, y por tanto, reciclo también frases.
De acuerdo con la nota de prensa a propósito de esta exposición, se ha enfatizado que la obra Creer en algo
será el núcleo de lo que el público verá a partir del 28 de septiembre en Bellas Artes.
¿Qué caracterizará a esta propuesta artística tendiente a lo performático?
¿Ese día Ángel Ramírez ofrecerá entonces una lección artística ante los ojos de los asistentes? ¿O acaso asistiremos a una lección otra de pintura?
No pretendo dar lecciones de ningún tipo. Respeto todo tipo de tendencias y maneras de hacer arte. Esta será una obra más bien procesual, como se diría ahora más o menos en términos académicos. Trabajaré en ella el tiempo que dura la exposición, es decir, dos veces por semana, los martes y los jueves en el horario de la tarde. Y quedará una documentación de cómo esa pieza irá conformándose durante ese proceso. No sé cómo será. Tengo mis ideas, pero desconozco el resultado final. La obra estará terminada –o nunca lo estará– cerca a la clausura de la exposición.
Uno de los retos y de los miedos que me producirá estar allí pintando durante todo un mes, será el hacerlo todo el tiempo solo, el no coincidir con nadie ahí todo ese tiempo. Me daría mucho gusto poder coincidir con algunas personas para conversar y reflexionar juntos en torno a lo que está pasando. Compartir con quienes asistan, eso también será
Creer en algo.