El circuito expositivo «RestaurArte», dedicado a la restauración del Centro Histórico como fenómeno social, se inaugura hoy viernes 3 de abril en cada una de sus locaciones con una novedosa propuesta artística que trata de vincular la creación intelectual con el trabajo de rehabilitación que se lleva a cabo en la parte más antigua de La Habana. Con 50 artistas contemporáneos cubanos involucrados, la exposición forma parte del Proyecto a Cielo Abierto y viene a matizar la Décima Bienal de La Habana, que ya va haciendo historia en los predios de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
«A Cielo Abierto» nació como un pequeño proyecto para documentar fotográficamente la restauración del Centro Wifredo Lam, basado en la idea de Rafael González Vásquez, director en aquel entonces de la institución. La tarea fue encomendada a Víctor Manuel Quijano Castiñeiras, quien, atendiendo al principio rector de la documentación, se propuso matizar esta idea con un carácter artístico e investigativo, de forma tal que quedara conformado un equipo multidisciplinario para intervenir, desde diferentes ópticas, el proceso mismo de la restauración y así la historia del edificio. El procedimiento ingeniero ofrecía interesantes posibilidades creativas, pues el desmantelamiento de muchos sectores y en especial de las techumbres, dejaba al descubierto un panorama diferente, en el cual aparecían imágenes inéditas, tanto de la propia casa como del exterior de esta, a la vez que se mezclaban, paso a paso, los viejos elementos estructurales con la más novedosa tecnología de la restauración.
A raíz de esta coyuntura, surgió la idea de que este equipo multidisciplinario realizara un proyecto artístico en el que se vinculara a la crónica de la restauración del centro y, además, aprovechara como fuente de inspiración las nuevas figuras que se descubrían durante este proceso —por ejemplo la perspectiva oeste de la Catedral de La Habana, de naturaleza completamente inédita—. En el propósito participarían artistas de la plástica, fotógrafos, realizadores de audiovisuales, críticos, promotores y otros especialistas, vinculados directamente al centro y a los nuevos creadores comprometidos en la actividad, junto con un nutrido grupo de estudiantes. El aporte voluntario de los participantes constituyó un principio de vital importancia para evitar el consumo de recursos de las instituciones culturales del Estado.
Vista de la locación del Viejo Almacén de San Pedro. |
Los primeros pasos del proyecto tuvieron, por tanto, su anclaje en el Centro Wifredo Lam, donde todos los jueves tenían lugar encuentros y debates sobre el trabajo artístico-documental y otros temas de interés para la actividad. Esto fue propicio para el intercambio entre todos los partícipes de la idea, que fueron alimentándose unos de otros para entender el proceso de forma más cabal y completa; por otra parte estaban inmersos en un escenario muy interesante desde el punto de vista de la Historia y asimismo de la Arquitectura, un edificio singular que albergaba por si fuera poco, un centro de investigación y promoción de arte contemporáneo.
Lamentablemente, surgieron adversas circunstancias —fundamentalmente la crisis ocasionada por los tres ciclones y otros contratiempos de índole técnica— que determinaron una mirada hacia el exterior del centro. Comoquiera que el proyecto incluía una dinámica de participación social (con pioneros, instructores de arte, grupos comunitarios, etc) no sería muy difícil recolocar «A Cielo Abierto» en los marcos del propio Centro Histórico, donde está enclavado el Centro Wifredo Lam, pues tal como este, aquel estaba sometido a un proceso de restauración y reanimación cultural.
Esta otra meta, la de ampliar el proyecto a una escala mucho mayor, ahora urbanística, deparaba un trabajo inimaginado y un nuevo planteo de sus fundamentos teóricos. Se trataba de asumir el reto de intervenir en un entramado funcional no sólo cuantitativamente superior, sino también cualitativamente. De manera formal, fueron convocadas instituciones de gran importancia como las facultades de Historia del Arte de la Universidad de la Habana y de Arquitectura de la CUJAE, el Instituto Superior de Diseño Industrial, la Oficina del Historiador, en especial su equipo organizador y su empresa constructora «Puerto Carenas».
Cada institución, desde su perspectiva y enfocadas al tema de la restauración como un proceso integración de saberes y posibilidades creativas, motivó que el proyecto «A Cielo Abierto» extrajera su conclusión esencial: a través del trabajo de intervención en el Centro Histórico se favorecen relaciones intergrupales de forma tal que ocurre una genuina integración —arquitectónica, urbanística, artística, social…—, que comprende además un autorreconocimiento en el pasado, una asimilación crítica del presente y una sólida proyección al futuro. A partir de este fundamento, la noción que defendió este grupo como eje motriz se configuró a partir de la inserción de las diferentes perspectivas en un discurso global, panorámico e integrador.
Escalera que lleva al piso superior del que será Museo del Azúcar en Lamparilla No. 9 |
La idea inicial de este grupo de involucrarse con la restauración, como proceso que por lo general ocurre solapadamente y no es motivo de un seguimiento más allá de lo documental, se expandía con este pretexto hacia la interacción social. Los artistas en particular habían entendido el arte como una búsqueda de esencias que se manifiesta en cualquier actividad, y especialmente cuando se hurga en el pasado y se quiere revitalizar un espacio que pertenece al propio arte, al patrimonio, a la historia. La restauración cobraba entonces otras dimensiones, estetizada y se abierta a la participación colectiva.
Un ejemplo de ello es la creación de obras plásticas inspiradas en el intercambio de los artistas con los obreros constructores y con la obra misma en sus diferentes fases —afín en muchos sentidos con la estética agresiva y matérica del arte contemporáneo, con la búsqueda paulatina de un concepto más acabado y definido. Las investigaciones académicas constituyeron también un substrato para la creación, y dieron paso a la organización y promoción de muchas actividades en el seno de la comunidad y en otros ámbitos institucionales.
La exposición «RestaurArte» es sólo una parte de este proyecto, casi un cascarón que se desprende de la obra maestra que es promover la integración, la confrontación de saberes y la evaluación permanente de nuestra realidad. Para lograrlo, en el marco de la Décima Bienal de la Habana, se prepararon tres espacios diferentes con características particulares por el universo de significaciones que generan. El primero, dentro del Viejo Almacén de San Pedro No. 18 esquina a Baratillo, es un espacio todavía sin intervenir por el proceso restaurativo, pero que permite recrear los primeros pasos de este, como las excavaciones arqueológicas, las mediciones, los pesquisajes, la preparación del espacio; algo a lo que coadyuva muy bien la sinergia que se establece entre las diferentes manifestaciones y formatos artísticos que allí confluyen.
El otro lugar, ya en plena intervención reconstructiva, permite la convivencia del arte con el proceso restaurador a pie de obra. Así que en Lamparilla No. 9, donde se levanta el Museo del Azúcar, los obreros laboran con un piso convertido en galería que exhibe obras que recrean su trabajo y dialogan con el espacio y la circunstancia, en una poesía del reflejo y el tributo, en la cual la obra se vuelve una herramienta más, en un plano más de lo que podría ser y lo que será, desde la imaginación del artista, partícipe de excepción del proceso. Algunas figuras son más figurativas que otras, pero todas comparten la voluntad creativa a favor de un proyecto a cielo abierto desde su misma puesta en marcha.
El último espacio escogido por «RestaurArte» es el vestíbulo de la sede de la Empresa Constructora Puerto Carenas, un espacio que ya fue intervenido y terminado, tratando esta vez de dialogar con un entorno renovado, pero que el arte no considera estéril, sino susceptible todavía de recreación y de matización, por lo que inserta pinturas, instalaciones y fotografías que, de alguna manera, remiten a las acciones que remedaron y reflejaron en las dos anteriores, lográndose un sentido de continuidad, de extensión que les permite no mostrar un límite, sino una propuesta de acción en desarrollo, con perspectivas, con retos y con mucho por hacer por delante. Este sentido de continuidad le imprime una contemporaneidad y una versatilidad inusual a un proyecto de esta índole.
Panorámica de los paneles expuestos en el vestíbulo del edificio de la Empresa Constructora Puerto Carenas en Mercaderes |
Los artistas involucrados en este circuito expositivo son Agustín Guadalupe Bejarano Caballero, Alain Aspiolea Ávalos, Alan Manuel González, Alicia de la Campa Pak, Ángel Eusebio Rivero Sierra (Andy), Arturo M. Suárez Freixas, Arturo Montoto Echevarría, Aziyadé Ruiz Vallejo, Carlos Evidio Cabrera Gutiérrez, Carlos Llanes Rodríguez, Diego Torres Rodríguez, Eduardo Yanes Hidalgo, Enrique Wong (Kike Wong) y Ernesto Fernández Valmaceda (Magua).
Asimismo, Ernesto Rancaño Vieites, Ernesto Villanueva Morera, Humberto Ramos Hernández, Javier Guerra Fernández, Jessel Rodríguez Lobaina, Jesús Lara Sotelo, Jorge Perugorría Rodríguez (Gorría), José Luis Díaz Montero, Juan Carlos Romero de la Fuente, Laura Portilla Arias, Lázaro Luis García del Campo, Lázaro Yovany Enríquez Rodríguez (autor y ejecutante) y Proyecto Puente Sur.
Además, Leonardo Lázaro Cubillas (Leo D´Lázaro), Liborio Noval Barberá, Lorena Gutiérrez Camejo, Manuel Comas Labrada, María Carla Llanes Pereira, Mario García Portela, Mario Miguel Gonzáles Fernández (Mayito), Maykell Herrera Pacheco, Michel Mirabal Martínez, Noel Morera Cruz, Raciel Gómez Golpe, Rafael Pérez Alonso junto a Rafael Ricardo González Vázquez, Reynaldo Juan Martínez Campillo, Reynier Ferrer Pérez y Rigoberto Mena Santana.
Completan la nómina Roberto Chile Pérez, Roberto Salas Merino, Sándor González Vilar, Sinecio Cuétara Menecia, Verónica Guerra Guerra (VeroniK), William Pérez Fernández y Xavier Carbajal Mosquera.
Para los que tengan la oportunidad de palpar y profundizar a «RetaurArte», podrán llevarse una idea, no sólo del compromiso y el sentido de pertenencia de los artistas contemporáneos cubanos con el proceso de restauración y conservación del Centro Histórico, sino del gran universo de significaciones, incluso y sobre todo artísticas, que inspira este fenómeno sociocultural en la Cuba de hoy.
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