Como en el Guardador del rebaño, uno de los poemas más conocidos del poeta portugués Fernando Pessoa, en la obra de Aisar Jalil (Camagüey, 1953), realidad y fantasía se trastruecan en lo mítico u onírico de una historia de evidentes puntos alusivos a la realidad.

Expansivos y reveladores, trasgresores y envolventes, los personajes de Aisar —su rebaño—, a veces con voluntad propia, pero en general bien tutelados por su autor, testimonian el talento de un artista que crea libre pero consciente.

Era demasiado nuestro para fingirse
(…)
En el cielo había que estar siempre serio
Y de vez en cuando tornarse otra vez hombre
Y subir a la cruz, y estar siempre muriendo…
Fernando Pessoa


 
 El guardador del rebaño (2007). Óleo/lienzo (150 x 100 cm).
Como en el Guardador del rebaño, uno de los poemas más conocidos del poeta portugués Fernando Pessoa, en la obra de Aisar Jalil (Camagüey, 1953), realidad y fantasía se trastruecan en lo mítico u onírico de una historia de evidentes puntos alusivos a la realidad.
La propuesta expositiva de Aisar en la galería de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, no interpreta o ilustra el texto poético de Pessoa, de cuyo título se apropia. El guardador… enuncia el homenaje a Portugal, sus paisajes y su cultura a través de la impronta que han dejado en este reciente trabajo del pintor cubano. Una paleta menos cálida y estridente, y unos entornos sobrios y tranquilos, conforman el nuevo «escenario» donde Aisar despliega su rebaño de personajes zoomorfos, enmascarados y provocativos.
No obstante, es la realidad de nuestra nación el motivo constante de su inspiración: el espíritu festivo, el carácter jocoso, la reacción humorística ante cualquier circunstancia, aun dramática, como estrategia de resistencia y subversión ante lo inconveniente o ineludible; el erotismo y el desenfreno libertino; una gestualidad elocuente, además de esa peculiaridad mágica que Carpentier denominara como «lo real maravilloso», son algunas de las aristas de nuestra identidad que Jalil traspola a su arte. Este «carnavalismo», como actitud sociocultural del cubano, ha sido constantemente abordado por el artista en su figuración elíptica, cuestionadora y lúdica. Esta postura desacralizadora desde la ilusión posible, también se enraíza con la actitud del poema pessoniano.
Aisar Jalil es poseedor de una obra sólida, con una imaginería muy propia en la que narra y sugiere. Su mano es prolífera en el momento en que figura y trasforma sus imágenes desde un gesto suelto y espontáneo, muy expresionista. Ser testigo de ese acto cuando surge vertiginoso ese mundo que parodia, ironiza o satiriza el nuestro, o que sencillamente se presenta nuevo y fantástico, es una experiencia fascinante.
 
 Vuelos II (2007). Óleo/lienzo ( 130 x 160 cm).
Su obra se conecta con diferentes tiempos en la historia y en la propia historia del arte; acerca circunstancias del subconsciente a la realidad objetiva en un acto casi imperceptible, y permite otros enlazamientos inexistentes. Muestra drama y caminos posibles; se ofrece morbosa y escudriña en lo más oculto de cada ser bajo la máscara de la trasmutación. La estructura dramática inherente a su quehacer responde a la visión teatral con la cual concibe su pintura, en la que cada personaje es presentado con una psicología precisa en interacción contundente con el resto de los participantes en la historia.
Esta vocación quizá fue más explícita en «Historia de un caballo», muestra que presentó en el Taller Experimental de Gráfica de La Habana, en la cual redescubrió los encantos de los procedimientos del grabado y puso en escena desde las artes visuales la conocida novela de León Tolstoi llevada ya al teatro.
Expansivos y reveladores, trasgresores y envolventes, los personajes de Aisar —su rebaño—, a veces con voluntad propia, pero en general bien tutelados por su autor, testimonian el talento de un artista que crea libre pero consciente. Y según reza el poema inspirado en el niño guardador del rebaño, gozando de nuestro secreto común: Que es el de saber por todas partes, que no hay misterio en el mundo, y que todo vale la pena.

Onedys Calvo Noya
Especialista en Artes Plásticas
Dirección de Patrimonio Cultural

 

 

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