La exposición fotográfica «IN-OUT» de Néstor Martí (La Habana, 1973), se exhibió en la Casa Simón Bolívar durante noviembre y diciembre de 2003 como parte del programa colateral a la VIII Bienal de La Habana.
Significante además de mando, preponderancia y dominio a cierta distancia, el control remoto fue el hilo conductor de esta exposición que estuvo enriquecida con una museografía inteligente.
Bien sabemos que la tecnología, en la misma medida en que viabiliza nuestras acciones, puede subvertir sus efectos. Sin embargo, de modo casi inevitable, establecemos con sus resultantes una nociva relación de dependencia o caemos en otras trampas que de aquélla se generan.
Enfatizar en el dominio del sujeto poseedor sobre el objeto poseído resulta siempre oportuno, sobre todo si se hace desde un enfoque plástico original y efectivo. Así fue abordado el tema en la instalación de base fotográfica «IN-OUT» del joven Néstor Martí (La Habana, 1973), que se exhibió en la Casa Simón Bolívar durante noviembre y diciembre de 2003 como parte del programa colateral a la Octava Bienal de La Habana.
A partir de la indagación en las posibilidades estéticas y comunicativas de un objeto de uso doméstico, bastante cotidiano ya, aunque nunca inadvertido –un control remoto–, Néstor Martí ha construido su discurso. «Me interesaba utilizar como símbolo de la tecnología un artefacto bien inocente e inofensivo», me comentó, y creo muy atinado que así lo hiciera.
Acortar las distancias físicas ha constituido una de las grandes obsesiones del hombre contemporáneo; también una de sus mayores conquistas, y el control remoto se cuenta entre las innovaciones más relevantes en este afán, en esencia por las nuevas relaciones individuo-objeto que ha establecido.
Significante además de mando, preponderancia y dominio a cierta distancia, y con una fuerte carga connotativa de manipulación, discursar sobre este signo le permitió al autor establecer diversos niveles de lectura, polisemia enriquecida a partir de la museografía inteligente que conformó la pieza.
Los muros de la galería fueron cubiertos por la reiteración simétrica de una imagen sobria: un control remoto. Las fotos de la pared del fondo formaron la imagen a gran escala de un mando en el momento de ser manipulado. Se convirtió entonces este salón en un espacio sugestivo para activar nuestra conciencia en relación con nuestro entorno, signado por la tecnología y en el cual frecuentemente quedamos inermes ante el poder que ejercen sus imperativos.
Entrar en «IN-OUT» no implicó salir de la situación que nos revela. Incitó a la reflexión y a la cautela, entre otras provocaciones, para dejar claro quién debe ser el dueño de quién.
Enfatizar en el dominio del sujeto poseedor sobre el objeto poseído resulta siempre oportuno, sobre todo si se hace desde un enfoque plástico original y efectivo. Así fue abordado el tema en la instalación de base fotográfica «IN-OUT» del joven Néstor Martí (La Habana, 1973), que se exhibió en la Casa Simón Bolívar durante noviembre y diciembre de 2003 como parte del programa colateral a la Octava Bienal de La Habana.
A partir de la indagación en las posibilidades estéticas y comunicativas de un objeto de uso doméstico, bastante cotidiano ya, aunque nunca inadvertido –un control remoto–, Néstor Martí ha construido su discurso. «Me interesaba utilizar como símbolo de la tecnología un artefacto bien inocente e inofensivo», me comentó, y creo muy atinado que así lo hiciera.
Acortar las distancias físicas ha constituido una de las grandes obsesiones del hombre contemporáneo; también una de sus mayores conquistas, y el control remoto se cuenta entre las innovaciones más relevantes en este afán, en esencia por las nuevas relaciones individuo-objeto que ha establecido.
Significante además de mando, preponderancia y dominio a cierta distancia, y con una fuerte carga connotativa de manipulación, discursar sobre este signo le permitió al autor establecer diversos niveles de lectura, polisemia enriquecida a partir de la museografía inteligente que conformó la pieza.
Los muros de la galería fueron cubiertos por la reiteración simétrica de una imagen sobria: un control remoto. Las fotos de la pared del fondo formaron la imagen a gran escala de un mando en el momento de ser manipulado. Se convirtió entonces este salón en un espacio sugestivo para activar nuestra conciencia en relación con nuestro entorno, signado por la tecnología y en el cual frecuentemente quedamos inermes ante el poder que ejercen sus imperativos.
Entrar en «IN-OUT» no implicó salir de la situación que nos revela. Incitó a la reflexión y a la cautela, entre otras provocaciones, para dejar claro quién debe ser el dueño de quién.