Al dar a conocer «las características generales de las comparsas habaneras de antaño y ogaño», el articulista se pronuncia a favor de las comparsas.
EL más rico valor artístico de las comparsas, viene desde luego, del África; pero no es exclusivamente africano, sino producto de la adaptación de los elementos africanos en nuestra tierra y de su fusión con los elementos blancos españoles nativos y con los elementos de procedencia china.
La farola de «Los Mambises». |
Cuando ya los habaneros casi empezaban a olvidar sus típicas y tradicionales comparsas callejeras, éstas han reaparecido durante las Fiestas de Febrero de 1937, organizadas por la Administración del alcalde, doctor Antonio Beruff Mendieta, con la eficiente cooperación de la Comisión Asesora de Turismo Municipal.
Y las comparsas callejeras han logrado éxito sobresaliente y clamoroso, tanto entre los vecinos de la ciudad como entre los visitantes de provincias y los turistas norteamericanos, nuestros huéspedes accidentales.
Mucho se ha escrito y discutido en estas ultimas semanas sobre la oportunidad o desacierto de la máxima autoridad municipal de este término al permitir y valorizar la reaparición de las comparsas.
Defensores de esa reaparición han sido, además de los miembros de la Comisión Asesora de Turismo Municipal, los componentes de la Sociedad de Estudios Afrocubanos y el Club Atenas, integrado este último por elementos de la raza de color, exclusivamente.
Entre los opositores figuran, además de algunos blancos y negros, el Comité Conjunto de Sociedades de Color.
En manifiesto lanzado por este Comité, se llegan a calificar de «espectáculos degradantes», no las comparsas, sino las congas tratando de envolver a aquellas en la repulsión general que, indudablemente, existe contra éstas. Y es bien sabido que no son las congas, sino las comparsas, las que se trata de revivir en nuestros días. Leyendo detenidamente el referido manifiesto, no encontramos una sola razón de peso contra la reaparición de las comparsas; ni es posible que pudieran formularse, porque no existen motivos fundados para oponerse a las mismas, porque las comparsas constituyen una de las mas bellas y típicas costumbres y tradiciones folklóricas de La Habana, tan hermosa y respetable como las costumbres y tradiciones análogas que tienen, conservan y amparan los más civilizados países del orbe.
En cambio, las chambelonas y congas, paseadas por las calles de La Habana en estos tiempos republicanos, por políticos barrioteros, deseosos de atraerse simpatía y popularidad mediante estas vulgares músicas, desprovistas de toda belleza, tanto en sus bailes como en sus cantos, si merecen, como la tienen, según acabamos de exponer la repulsa de todos los elementos cultos de nuestra población.
Pero no se debe, ni se puede, si lealmente se discute, atacar a las comparsas, alegando como único argumento, que la conga es reprobable, por la sencilla razón de que la conga no es la comparsa. Tampoco se puede decir lo que afirma el Comité Conjunto de Sociedades de Color: «La población de la Ciudad de La Habana y de sus términos aledaños, ha podido presenciar en el comienzo de las fiestas de Carnaval un espectáculo ya grotesco y repugnante: la reaparición, después de 20 años de sensata y prudente prohibición, de la conga, con el pretexto de un remedo de las antiguas comparsas que ya no volverán a ser lo que fueron en la época que se ha tratado de evocar».
Puro sofisma. No se ha tratado ahora de remedar las comparsas con las congas. Todo lo contrario Se ha procurado revivir las comparsas, elevándolas a la categoría de arte folklórico representativo y evocador de costumbres y tradiciones populares del pasado, nacidas de la entraña misma de nuestro pueblo, no de uno solo de los elementos étnicos que lo componen, sino, precisamente, de la mezcla y fusión de las diversas razas integrantes del mismo.
El párrafo que hemos copiado, inicial del manifiesto de las sociedades protestantes, contiene una celebración tácita de las comparsas, porque en el se lamenta que las que de hoy en adelante desfilen por nuestras calles, «ya no volverán a ser lo que fueron en la época que se ha tratado de evocar». Pero no es cierto que las comparsas aparecidas en estos Carnavales, hayan sido congas. Lo más que podrá criticarse de ellas es que no todas tuvieron la riqueza en trajes, farolas y carrozas que solían tener antaño. Pero esto no puede esgrimirse como argumento para atacarlas. Es un defecto a enmendar en años sucesivos, e hijo, exclusivamente, del largo tiempo que estuvieron prohibidas Y de los pocos días de que se dispuso para prepararlas y presentarlas. Pero ninguna de ellas merece, por muy ofuscado que sea el opositor de las mismas, el calificativo de antiartística, y mucho menos el de repugnante o grosera. Y todos los que amemos, como cubanos y como habaneros, esas bellas expansiones del pueblo, debemos cooperar para que de año en año se mejoren en sus músicas, en sus cantos, en sus bailes, en sus trajes, en sus farolas, en sus carrozas, vigilantes siempre las autoridades municipales para encauzar todas sus presiones e impedir que decaigan en espectáculo vulgar y deliren en congas.
Fernando Ortiz, presidente de la Sociedad de Estudios Afrocubanos, el notabilísimo informe que ésta ha dado a la publicidad, sostiene que lejos de ser las comparsas habaneras contrarias a la cultura popular, «integran la cultura más emocionalmente entrañable del Pueblo».
¿Que son las comparsas callejeras de La Habana?
Pues, sencillamente, la forma típica y tradicional con que los diversos elementos componentes del pueblo de esta ciudad celebraban Carnaval de acuerdo con las costumbres heredadas de sus antepasados. EL más rico valor artístico de las comparsas, viene desde luego, del África; pero no es exclusivamente africano, sino producto de la adaptación de los elementos africanos en nuestra tierra y de su fusión con los elementos blancos españoles nativos y con los elementos de procedencia china. O sea, está allí el verdadero pueblo de Cuba, que no es ni blanco español sólo, ni negro africano sólo, ni amarillo chino sólo, sino la resultante de la unión de todas esas razas y de todos esos pueblos.
Cada pueblo de la tierra celebra esos días de regocijo colectivo popular que se conocen con el nombre de Carnaval, variando las fechas y las modalidades de los esparcimientos. Todas esas fiestas tienen carácter religioso, y las religiones las acogen y moldean, según sus creencias y sus ritos.
Los nombres puestos a los diversos domingos de Carnaval, no lo han sido caprichosa o arbitrariamente, sino que obedecen a muy viejas tradiciones. El domingo de Piñata, recuerda, como dice Fernando Ortiz, «las piñatas de las diosas agrícolas como Ceres, Cibeles y Flora, en forma de piña y llenas de frutos, símbolo de la abundancia. El domingo de la Vieja es la continuidad en Cuba de una milenaria costumbre europea, cuando se echaba sobre una infeliz vieja las culpas de la tribu y ésta era paseada en ludibrio, martirizada y al fin expulsada o muerta, para que se llevara consigo los malos espíritus. El domingo de la Sardina recuerda un animal simbólico, derivado de viejas representaciones, monstruos marinos; como la ballena de Jonás, los dragones apocalípticos y otros que aun se representan hoy en día en Europa, con el paseo burlesco de la gran serpiente o de la tarasca en las solemnes procesiones católicas del Corpus Christi; análogamente como se hizo en Cuba (debiera hacerse de nuevo en Carnaval), por las pintorescas comparsas que antaño mataban la culebra».
Las comparsas no son características solamente de Cuba, sino de casi todos los pueblos de la tierra. El Diccionario de la Academia Española define así la comparsa: «Conjunto de personas que en los días de Carnaval o regocijos públicos van vestidas con trajes de una misma clase».
La farola de «Las Bolleras». |
En los grandes desfiles carnavalescos de España de Francia, de Italia, de Alemania, de Río de Janeiro, de Nueva Orleáns… figuran numerosas comparsas. Y lo mismo ocurre en los bailes de Carnaval de todos estos países. Las más exigentes y estrictas sociedades y clubs de las grandes capitales y ciudades de Europa y América no desdeñan, sino que fomentan, admitir en sus salones comparsas de todas clases. Y hasta en estos últimos años se han puesto de moda, aquí y allá, las comparsas de mamarrachos, en las cuales no suele haber, por cierto, elevado gusto artístico en la mayoría de sus componentes.
La comparsa callejera de La Habana la define breve y precisamente, Fernando Ortiz, como «una compañía de mascarados con un plan común para representar conjuntamente un tema colectivo, como un episodio folklórico, un acto de teatro ambulante o un paso de procesión».
Los títulos de cada comparsa, indican su carácter y modalidad y hasta el desenvolvimiento de sus bailes y cantos.
Así tuvimos antaño comparsas que se denominaban Los moros de Venecia, Los Congos de Chávez, Los Turcos de Regla, Los Mandinga Moro Azul. Y este año hemos tenido las comparsas de Los Guaracheros, Los Marqueses, Los Mambises, Los Componedores, Los Modernistas, Las Bolleras, El Barracón, Los Guajiros, Los Criollos, Los Colombianos Modernos, etc. En otras épocas también aparecieron en las calles habaneras comparsas que llevaban nombres de animales o árboles, como La Culebra, El Alacrán, El Pájaro Lindo, El Gavilán, El Jiquí, etc.
Examinando los nombres y organización de las comparsas de este año, lejos de encontramos en ellas espectáculos grotescos, repulsivos, denigrantes o incultos, hallamos finas interpretaciones patrióticas, de nuestras luchas emancipadoras, en la de Los Mambises, que presentan interesantísimos cuadros, pletóricos de ingenuo patriotismo, de batallas y otros acontecimientos revolucionarios, al compás de músicas y cantos adecuados y vistiendo sus componentes los típicos trajes de nuestros mambises revolucionarios del 68 y del 95.
Los Componedores y Las Bolleras remedan costumbres populares de La Habana colonial. Los primeros, los componedores de bateas y otros artefactos análogos, que recorrían las calles de la ciudad y sus barrios. Y las segundas, las mujeres de la raza de color que vendían bollos, cocinados delante del público en anafes y vendidos a los transeúntes.
Los Marqueses y Los Modernistas constituyen expresivas sátiras. Aquéllos han aprovechado inteligentemente la protesta nacida contra las comparsas, por algunos elementos de la propia raza de color y por otros de la raza blanca, que las han calificado de espectáculos incultos y groseros, y con agudísima ironía y refinada burla, han presentado una comparsa, nada menos que de marqueses, o sea de la aristocracia blasonada de la más distinguida y elegante sociedad blanca. Y Los Modernistas han combinado en su comparsa lo más primitivo de nuestros elementos sociales —los indios aborígenes— y la más refinada clase social de nuestros días, así, los hombres van vestidos de indio bravo, y las mujeres, a la última moda de hoy.
Tenemos, igualmente, otra comparsa, de carácter localista dentro de nuestra ciudad, Los Colombianos Modernos, que no son otra cosa que la representación de la juventud alegre del barrio de Colón.
Los Criollos, Los Guajiros y Los Guaracheros representan modalidades diversas de la población cubana, ya de los campos, ya de las poblaciones, en algunas de sus fiestas o esparcimientos.
El Barracón ha revivido la vida campesina en los ingenios de moler azúcar en tiempos de la esclavitud.
Como se ve, historia y tradición, vida y costumbres, son evocadas y remedadas por las comparsas callejeras de La Habana. En ninguna de ellas ha habido una sola nota ofensiva ni degradante para ninguno de los elementos de nuestra sociedad, sino que, por el contrario, en ellas se ha rendido homenaje a nuestros gloriosos mambises, que dieron su vida por la patria; se ha enaltecido a elementos artesanos de antaño como los componedores y las bolleras; se ha recordado la vida de los antiguos ingenios coloniales; se ha propiciado el alegre y sano esparcimiento de nuestro pueblo.
Según afirma Fernando Ortiz, las comparsas habaneras «contienen elementos estimables, pues, estéticamente, el arte se da en conjunto: en sus cortejos para la procesión, en sus trajes de colorines imitando vestidos nacionales, fantásticos o alegóricos; en sus carrozas emblemáticas; en sus farolas brillantes, y en sus músicas y canciones; todo ello compuesto por artistas anónimos y espontáneos». Y recuerda que el fino artista y literato que fue Jesús Castellanos, el inolvidable autor de La Conjura y La Manigua Sentimental, prematuramente desaparecido para duelo perenne de las letras cubanas, admiraba las comparsas habaneras, reconociendo la poesía y el arte que ellas contenían.
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«Los Componedores» bailan quebrando la cintura. |
Este año no todas las comparsas pudieron presentar carrozas alegóricas, por la falta de recursos económicos y la inseguridad que los componentes de las comparsas tuvieron hasta los últimos momentos, de que fuera efectiva su autorización. De las carrozas presentadas debemos mencionar las de las dos comparsas que como estímulo patrocinó la Administración municipal: El Barracón y Los Guajiros, carrozas que constituyeron muy acertadas realizaciones interpretativas, la primera, del bate de un ingenio; y la segunda, de un bohío, con su patio y sus moradores, en día de fiesta. En épocas pasadas casi todas las comparsas llevaban sus carrozas, y algunas hasta varias, siempre con interpretaciones alusivas al nombre y tema de la comparsa. Y ni ayer, ni hoy, esas carrozas han presentado temas groseros, ofensivos, ni incultos, sino simples alegorías artísticas, representaciones de costumbres de otros tiempos o rememoraciones patrióticas. El día que llegue a estabilizarse y reglamentarse debidamente la salida de las comparsas callejeras en nuestra capital, durante el Carnaval, seguramente, tendremos ocasión de admirar carrozas de alto valor artístico y folklórico. Lo mismo podemos decir sobre las farolas, uno de los mas singulares atractivos de las comparsas, no sólo por la belleza de sus iluminaciones y por el arte natural y espontáneo que a veces se logra en su construcción, sino también por la parte interesantísima que los faroleros toman en los bailes, desarrollando, como dice Ortiz, «una original y agradabilísima danza de farolas, que en la noche del trópico constituye un hermoso espectáculo de ritualismo procesional, de emoción profundamente sugestiva e inolvidable».
Los instrumentos musicales que se utilizan en las comparsas son, en su totalidad, unas veces, y, en su mayoría, otras, típicamente afrocubanos, o sea adaptaciones a nuestra tierra de los instrumentos musicales de las regiones de África de donde procedían nuestros negros esclavos. En las actuales comparsas se han usado bombos, redoblantes, tumbadores, cajas, cencerros, claves, cabezas de arado, cascabeleras, güiros, botijas, treses, repicadores, jinaguas, rejas de arado, cornetines, clarinetes y guitarras. Algunos, en su afán de denigrar las comparsas, han llegado a pretender o recomendar que en ellas no se utilizaran instrumentos musicales afrocubanos. Y sin ellos nuestras comparsas callejeras perderían todo su sabor y valor folklórico. Este refinamiento es pura pedantería inconsulta, pues hoy no sólo nuestros mejores músicos se han consagrado a captar y utilizar las ricas melodías de la música afrocubana, sino que en los Estados Unidos y en Europa han arraigado ya en los más aristocráticos cabarets y otros lugares de esparcimiento.
Los bailes, figuras y cuadros que, realizan las comparsas, además de su valor folklórico, constituyen, muchos de ellos, interesantísimos y artísticos shows que podrían ser llevados a los mejores teatros europeos y americanos, desde luego que enriquecidos con mayor lujo en la presentación de trajes, etc. En estos Carnavales hemos oído las más cálidas celebraciones por parte de artistas nativos y extranjeros cultos, sobre los bailes de las comparsas que desfilaron este año: Los Marqueses, con sus pasitos; Los Mambises, con sus interpretaciones bailable de un combate, de la muerte y rescate de un mambí; EL Barracón y Los Componedores, con su rumba típica criolla; Los Colombianos Modernos, con su violento, original y artístico baile; Los Guajiros, con el zapateo; Los Guaracheros, con la guaracha; Las Bolleras, con el antiguo lucumí.
Aun recuerdan los viejos habaneros el famoso baile simbólico y de pantomima, de matar la culebra, una de las mas típicas escenas de la fiesta del Día de Reyes, que no sólo se ejecutaba por las calles de La Habana, sino también en el patio del palacio de los capitanes generales, ante la primera autoridad militar y política de la colonia.
Por último, hemos visto renacer este año, con las comparsas callejeras, un arte poético folklórico desaparecido por completo. Todas las comparsas cantaban, al son de sus instrumentos y acompañados por sus bailes, canciones, cuya letra era obra de improvisados y anónimos versificadores, de singular interés y méritos folklóricos.
También hemos escuchado recitaciones repentistas en las que se saludaba por el Poeta de la comparsa a la concurrencia, o a las autoridades o al jurado.
Todas las comparsas tienen su especial y característica organización para el desenvolvimiento de la labor que realizan. Hay un director general que da la idea de los trajes, de los bailes, de las carrozas, de las farolas, o que elige a las personas que han de llevar a cabo la construcción y adorno de estas dos ultimas. El director del canto hace la letra y la música y se la da de viva voz al coro de los músicos, que también cantan, y al coro general formado por toda la comparsa. El director general, ya en marcha la comparsa, cuida del orden y desenvolvimiento de la misma durante su desfile e indica al director del canto lo que debe cantarse o bailarse o cuando desea que se salude al público, se ofrezcan flores o se den las gracias, etc.
Tampoco es posible prescindir en las comparsas del arrollao de la multitud; y no encontramos en este arrollao nada censurable, ni que desdiga de la cultura y la civilización. Es la identificación del pueblo con la comparsa, el coro general, complemento indispensable de aquélla. Y los baile y contorsiones de la muchedumbre que acompaña a las comparsas no ofrecen nota alguna que repugne a la más estricta moral o al más refinado buen gusto, pues son bailes colectivos, ni mejores ni peores que los que se llevan a cabo, en Cuba y fuera de Cuba, en teatro, salones o en cualquier esparcimiento popular. Díganlo si no, los acompañamientos similares de las comparsas carnavalescas de muchas ciudades francesas, italianas, norteamericanas; el Carnaval carioca de Río de Janeiro, con sus comparsas afrobrasileras; los acompañamientos en los desfiles carnavalescos de Nueva Orleans; las comparsas nocturnas de las Antillas británicas y francesas; y, finalmente, en nuestra República, las famosas parrandas remedianas y también las de Caibarién, Camajuaní, Placeta, Zulueta, Vueltas, y las charangas de Bejucal; todas las cuales se celebran desde hace muchos años, sin ofensa ni peligro alguno para la cultura, la moral y la civilización de todos esos pueblos extranjeros y cubanos.
Precisamente, ya los remedianos han lanzado a la publicidad desde los periódicos locales, su propósito de concurrir en las próximas fiestas carnavalescas de La Habana, con sus típicas parrandas, para competir con las comparsas de nuestra capital.
Dadas a conocer ya en este primer articulo las características generales de las comparsas habaneras de antaño y ogaño, consagraremos los dos próximos trabajos de esta serie a reseñar las particularidades de las diversas comparsas que este año desfilaron por las calles de La Habana, número de personas que las integraron, trajes usados por los hombres y las mujeres, lo que cada comparsa representaba, sus bailes, la letra de sus cantos. Número y representación de sus farolas, simbolismo de carrozas, instrumentos musicales de cada una, y otros detalles no menos curiosos e interesantes.
Emilio Roig de Leuchsenring |