Definición de «unas cuantas variedades y tipos criollos de ese curioso grupo de la especie humana que en su lucha por la vida, o por los garbanzos, según diría un filósofo de bodega, ha adoptado como lema y bandera el engaño y el fraude».
Sobre algunos «individuos que estafan diariamente a sus semejantes presentándose ante ellos revestidos con el disfraz propio del falso papel que pretenden desempeñar en esa farsa, trágica unas veces, risible otras, que se llama la sociedad».
Un amigo que, después de largos años de ausencia en Europa, acaba de regresar a La Habana, me dijo el otro día:
– desesperado mi alejamiento de Cuba durante tanto tiempo hace que me sienta entre mis paisanos como un extranjero. No los conozco. Los dejé, en los últimos años de la Colonia, esclavos, y ahora los encuentro, ciudadanos de una República, totalmente cambiados. Ignoro sus costumbres, sus vicios, sus artimañas. Y no quiero que me exploten, ni hacer, tampoco, el ridículo. Deseo evitar que me tomen el pelo, me engañen. Tú, que eres escritor de costumbres –ñadió mi amigo– podías salvarme. Hazme una lista de los tipos más importantes y más peligrosos de la sociedad habanera actual pintándomelos con todos sus pelos y señales, principalmente aquellos que usan como armas ofensivas y defensivas el camouflage o la simulación.
Yo, deseoso de complacer a mi amigo, le hice el trabajo que me pidió, y se lo envié. Pero pensando que en la misma situación que él podría encontrarse otras personas, me ha parecido oportuno darle publicidad a ese estudio o informe técnico costumbrista.
No he pretendido hacer un estudio científico ni psicológico de los simuladores; a los que tal deseen, los remito al admirable libro de Ingenieros. Sólo presento unas cuantas variedades y tipos criollos de ese curioso grupo de la especie humana que en su lucha por la vida, o por los garbanzos, según diría un filósofo de bodega, ha adoptado como lema y bandera el engaño y el fraude; individuos que estafan diariamente a sus semejantes presentándose ante ellos revestidos con el disfraz propio del falso papel que pretenden desempeñar en esa farsa, trágica unas veces, risible otras, que se llama la sociedad.
HOMBRES FACHADAS
Daré preferencia, por su importancia y elevada posición social, a los Hombres fachadas, felices personajes que, como las mujeres hermosas, explotan los dones y galas que les dio la Naturaleza. El tipo más corriente es el del venerable anciano de aire y figuras solemnes, que, exclusivamente por ello, ocupa un puesto de más o menos importancia. Si tiene aspecto exterior de Magistrado, Alcalde, Senador, Secretario, etc. ¿por qué no ha de serlo? Que posea muy poco seso, como el busto de la fábula, no importa al caso. El hábito podrá no hacer al monje; pero la fachada si hace a ciertos grandes hombres.
HOMBRES «BLUFFS»
Existen también individuos que viven poseídos de sus méritos o cualidades morales o intelectuales, al extremo de llegara creerse, a veces de buena fe, superhombres: son los hombres «bluffs». Los hay que presumen de ser competentes en todas las ramas del saber humano, verdaderas enciclopedias ambulantes. Asisten a cuantas conferencias, debates, conciertos o congresos se celebran. Intervienen, si es posible, en las discusiones; dan su opinión sobre lo que han visto u oído. Aconsejan o dirigen a los principiantes. Aunque tontos e ignorantes, pues toda su ciencia se reduce a generalidades, no son malos sujetos. Contribuyen a menudo, con su óbolo, al progreso de las letras, y ocupan siempre un puesto en la primera fila de asientos de todo concierto, velada o conferencia.
EL ESTUDIANTE FILOMÁTICO
Se distingue porque siempre asiste, cargado de libros, a las clases, sentándose en los primeros bancos; sigue con atención las explicaciones del catedrático; le consulta después algún punto dudoso. En junio se deja crecer la barba, se pone sus peores trajes y visita frecuentemente al profesor con el objeto de darle su correspondiente jaboneo. Es un futuro consagrado.
En la Facultad de Medicina de nuestra universidad se dio el caso de simular un alumno la misma enfermedad en la que era especialista uno de los catedráticos. De esta manera, se ganó su aprecio y compasión y logró salir bien en los exámenes; descubriéndose después el engaño.
TENORIOS Y CONQUISTADORES
Puede afirmarse que de cien tenorios de profesión, noventa y nueve y medio son simuladores.
Según la especialidad a que se dedican, adoptan la indumentaria y el aire adecuados; verbigracia: revólver y coco macaco, si cortejan a mujeres casadas, etc.
Muchos tenorios conquistan para el público: les basta con hacer alarde de sus triunfos amorosos, procurando dejarse ver, de cuando en cuando, en compañía de alguna mujer.
Las funciones teatrales les sirven de admirable campo de acción. Algunos en noches de ópera, entran en un palco se sientan al lado de la señora elegida como presunta víctima. Le hablan, muy cerca, con forma y ademanes misteriosos, del calor, de la obra que se pone en escena, o de otra tontería por el estilo, procurando que el público se fije en ellos. Después salen muy orondos, vanagloriándose entre sus amigos y conocidos de su reciente conquista...
Otros se paran en la calle, en cualquier esquina, y si pasa algún amigo y entabla conversación con ellos al poco rato le piden que se vaya y los deje, pues están esperando una mujer a la que han dado cita en ese lugar.
– desesperado mi alejamiento de Cuba durante tanto tiempo hace que me sienta entre mis paisanos como un extranjero. No los conozco. Los dejé, en los últimos años de la Colonia, esclavos, y ahora los encuentro, ciudadanos de una República, totalmente cambiados. Ignoro sus costumbres, sus vicios, sus artimañas. Y no quiero que me exploten, ni hacer, tampoco, el ridículo. Deseo evitar que me tomen el pelo, me engañen. Tú, que eres escritor de costumbres –ñadió mi amigo– podías salvarme. Hazme una lista de los tipos más importantes y más peligrosos de la sociedad habanera actual pintándomelos con todos sus pelos y señales, principalmente aquellos que usan como armas ofensivas y defensivas el camouflage o la simulación.
Yo, deseoso de complacer a mi amigo, le hice el trabajo que me pidió, y se lo envié. Pero pensando que en la misma situación que él podría encontrarse otras personas, me ha parecido oportuno darle publicidad a ese estudio o informe técnico costumbrista.
No he pretendido hacer un estudio científico ni psicológico de los simuladores; a los que tal deseen, los remito al admirable libro de Ingenieros. Sólo presento unas cuantas variedades y tipos criollos de ese curioso grupo de la especie humana que en su lucha por la vida, o por los garbanzos, según diría un filósofo de bodega, ha adoptado como lema y bandera el engaño y el fraude; individuos que estafan diariamente a sus semejantes presentándose ante ellos revestidos con el disfraz propio del falso papel que pretenden desempeñar en esa farsa, trágica unas veces, risible otras, que se llama la sociedad.
HOMBRES FACHADAS
Daré preferencia, por su importancia y elevada posición social, a los Hombres fachadas, felices personajes que, como las mujeres hermosas, explotan los dones y galas que les dio la Naturaleza. El tipo más corriente es el del venerable anciano de aire y figuras solemnes, que, exclusivamente por ello, ocupa un puesto de más o menos importancia. Si tiene aspecto exterior de Magistrado, Alcalde, Senador, Secretario, etc. ¿por qué no ha de serlo? Que posea muy poco seso, como el busto de la fábula, no importa al caso. El hábito podrá no hacer al monje; pero la fachada si hace a ciertos grandes hombres.
HOMBRES «BLUFFS»
Existen también individuos que viven poseídos de sus méritos o cualidades morales o intelectuales, al extremo de llegara creerse, a veces de buena fe, superhombres: son los hombres «bluffs». Los hay que presumen de ser competentes en todas las ramas del saber humano, verdaderas enciclopedias ambulantes. Asisten a cuantas conferencias, debates, conciertos o congresos se celebran. Intervienen, si es posible, en las discusiones; dan su opinión sobre lo que han visto u oído. Aconsejan o dirigen a los principiantes. Aunque tontos e ignorantes, pues toda su ciencia se reduce a generalidades, no son malos sujetos. Contribuyen a menudo, con su óbolo, al progreso de las letras, y ocupan siempre un puesto en la primera fila de asientos de todo concierto, velada o conferencia.
EL ESTUDIANTE FILOMÁTICO
Se distingue porque siempre asiste, cargado de libros, a las clases, sentándose en los primeros bancos; sigue con atención las explicaciones del catedrático; le consulta después algún punto dudoso. En junio se deja crecer la barba, se pone sus peores trajes y visita frecuentemente al profesor con el objeto de darle su correspondiente jaboneo. Es un futuro consagrado.
En la Facultad de Medicina de nuestra universidad se dio el caso de simular un alumno la misma enfermedad en la que era especialista uno de los catedráticos. De esta manera, se ganó su aprecio y compasión y logró salir bien en los exámenes; descubriéndose después el engaño.
TENORIOS Y CONQUISTADORES
Puede afirmarse que de cien tenorios de profesión, noventa y nueve y medio son simuladores.
Según la especialidad a que se dedican, adoptan la indumentaria y el aire adecuados; verbigracia: revólver y coco macaco, si cortejan a mujeres casadas, etc.
Muchos tenorios conquistan para el público: les basta con hacer alarde de sus triunfos amorosos, procurando dejarse ver, de cuando en cuando, en compañía de alguna mujer.
Las funciones teatrales les sirven de admirable campo de acción. Algunos en noches de ópera, entran en un palco se sientan al lado de la señora elegida como presunta víctima. Le hablan, muy cerca, con forma y ademanes misteriosos, del calor, de la obra que se pone en escena, o de otra tontería por el estilo, procurando que el público se fije en ellos. Después salen muy orondos, vanagloriándose entre sus amigos y conocidos de su reciente conquista...
Otros se paran en la calle, en cualquier esquina, y si pasa algún amigo y entabla conversación con ellos al poco rato le piden que se vaya y los deje, pues están esperando una mujer a la que han dado cita en ese lugar.