Con una espectacular fusión de escultura, agua y luz, renace la fuente de la plaza vieja. La soberbia blancura del mármol de carrara iluminará a partir de ahora la rehabilitación del entorno.
La Plaza Vieja cuenta ya con nueva fuente, un bello surtidor concebido en aras de rejuvenecer este importante conjunto colonial.

 Se necesitaron casi dos años de intensa actividad demoledora para que pudiera emerger este complejo arquitectónico, tan característico de La Habana intramuros.
Miles de toneladas de hormigón fueron demolidas a golpe de martillo neumático hasta la total desaparición de las estructuras que habían convertido este magnífico lugar en un elemental aparcamiento semisoterrado; en detrimento del espacio urbano.
A la destrucción premeditada, le sucedió el empeño restaurador: la Plaza Vieja renace hoy con su típico pavimento de adoquines, donde cenefas de mármol señalan la huella de lo que otrora fue el mercado más importante de la ciudad intramuros.
También recobra su antigua perspectiva, pues los palacios y mansiones —antes mutilados por el nivel del aparcamiento— muestran ahora sus verdaderas proporciones. Y para coronar toda esa joya patrimonial, se erige la fuente... a modo y semejanza de la que una vez aquí existió.

PLAZA NUEVA, PLAZA VIEJA
Considerada el primer intento planificado de ampliación urbana en la villa de San Cristóbal de La Habana, la Plaza Vieja —llamada nueva hasta que se creó la Plaza del Cristo— fue fundada a finales del siglo XVI, cuando la ciudad comenzaba a expandirse y se hacía necesario un espacio para uso civil y público.
La discusión sobre su emplazamiento comenzó en 1559, a partir de que los monjes del Convento de San Francisco protestaran por el bullicio del mercado que entonces ocupaba la plaza homónima. Pero no fue hasta 1857 que se dispuso del terreno para construir la nueva plaza, delimitado entre las calles de Mercaderes, Muralla, Teniente Rey y San Ignacio.
En el siglo XVII ya era considerada como una de las más importantes de la ciudad, gracias al señorío aristocrático de las mansiones que la rodeaban. En ella tenían lugar fiestas religiosas, conmemoraciones e, incluso, tuvo su sede la picota pública... pero, su actividad fundamental era el comercio.
 Durante el gobierno del Capitán General Miguel Tacón (1834-1838) se construye en sus terrenos el Mercado de Cristina. En lugar de las improvisadas casillas de madera, surge un mercado más higiénico —de mampostería, con grandes galerías...— que funciona como tal hasta su demolición en 1908. a partir de esta fecha se convierte en un parque de tipo republicano.
La fisonomía de la Plaza Vieja cambiaría radicalmente en 1952, al construirse un pequeño anfiteatro de muy escasos valores estéticos y, debajo de éste, el mencionado parqueo.

FUENTE VIEJA, FUENTE NUEVA
A principios del XVIII se dispuso erigir una fuente en medio de la plaza, que abasteciera de agua a los vecinos de la zona y embelleciera el entorno.
De piedra y forma octogonal en su base, al brocal lo rodeaba una verja de hierro. En el centro de la fontana se erguía una pilastra de dos metros de altura, cuyo capitel tenía esculpidos los escudos de armas de La Habana y del conde de Santa Clara, iniciador del proyecto. Encima de esa estructura, que funcionaba como pedestal, se levantaba un cilindro estriado, rematado con una jarra o urna también de piedra.
En sulibro Cuba monumental, estatuaria y epigráfica (La Habana, 1916), Eugenio Sánchez de Fuentes y Peláez comenta que a esta fuente —trasladada en 1839 al Paseo del Prado— se le añadieron tres leones de mármol que dejaban caer hilos de agua de sus fauces.
La erigida ahora recuerda a la antigua en sus formas y dimensiones. Pero en ves de piedra, se optó por el mármol de Carrara, cuya blancura irradiante predestina el esplendor que alcanzará la futura Plaza Vieja.
Tres piezas conforman la recién estrenada fuente. La primera, una taza de forma octogonal, se levanta sobre los dos escalones que constituyen la base del monumento.
Dentro de ese cuerpo, al centro, se erige un prisma rectangular hueco que, horadado en sus caras, aligera la estructura y deja mirar a través suyo el entorno. Remata esta segunda pieza una cornisa con cuatro conchas, evocadoras de la femeneidad de la plaza. El prisma rectangular contiene la tercera pieza: una columna estriada que, alzándose por su interior, termina coronada con una copa.
Una cortina de agua con caída libre se despliega por todo el perímetro de dicha columna, encima del capitel y debajo de la base de la copa. Por las fenestras rectangulares del prisma se puede ver la caída del agua, que también desciende en forma de parábola desde las conchas.
Completa el encanto de la fuente el juego de luces: la iluminación indirecta, apoyada en los edificios que bordean la plaza, y la directa, fría desde el interior del volumen bajo, incidiendo sobre la columna, y cálida desde los vértices interiores del octágono.
Al restaurar la plaza e instalar la fuente, se recupera y rehabilita el espacio público para que, a partir de él, se genere un desarrollo integral del conjunto. El proyecto incluye la problemática habitacional. Con el fin de reparar varios inmuebles, se han construido viviendas de tránsito, donde residirán los vecinos a pocos pasos de la plaza, hasta que los edificios puedan ser habitados decorosamente.
La Plaza Vieja vuelve a sus raíces. Al rescatar su carácter funcional, la belleza de su entorno, la majestuosidad de su espacio... otra joya del Patrimonio se salva para todos y para la posteridad.

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