Aunque previsible, la noticia no dejó de impactarnos: el antropólogo, arqueólogo e historiador Ricardo Alegría, fundador y primer director del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), había fallecido el 7 de julio, a los 90 años, en su querido San Juan. Con esta reseña Opus Habana rinde tributo a la memoria del destacado intelectual.
En 2000, en presencia de Alegría, se develó una tarja en su honor en la fachada de la Casa Carmen Montilla. Ha sido la única personalidad a la que se ha conferido tal homenaje en vida por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Aunque previsible, la noticia no dejó de impactarnos: el antropólogo, arqueólogo e historiador Ricardo
Alegría, fundador y primer director del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), había fallecido el 7 de julio, a los 90 años, en su querido San Juan, cuya parte más antigua –con su autoridad– contribuyó a conservar y restaurar, tras prohibir demoliciones y cambios de fachadas arquitectónicas.
Nacido en la misma ciudad, el 14 de abril de 1921, aquejado de graves problemas del corazón, cuando su vida se extinguió, Alegría llevaba más de un mes ingresado en la unidad coronaria del capitalino Centro Cardiovascular. A propósito de su deceso, las autoridades gubernamentales en Puerto Rico decretaron cinco días de luto estatal y ordenaron que las banderas ondearan a media asta.
Alegría se mantuvo como un acérrimo defensor del idioma español, devenido seña de identidad del puertorriqueño, frente a los propulsores de la anexión a Estados Unidos; por eso, en 1955 organizó el ICP, que dirigió durante casi dos décadas. En 1976 fundó el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe –recinto donde fueron velados sus restos–, institución universitaria de la que fuera rector hasta 2001; además, en 1988, creó bajo su conducción el Museo de las Américas.
Aunque a principios del presente año había arribado a las nueve décadas de vida, estaba activo no solo en proyectos de documentación histórica, sino con varios otros en agenda que acaparaban su interés: dejó varias publicaciones inconclusas que trabajaba desde su lecho de enfermo. Como parte de las celebraciones a propósito de su 90 cumpleaños, el patio interior del Cuartel de Ballajá (Museo de las Américas) lleva el nombre de «don Ricardo Alegría».
Dedicó un considerable tiempo a la promoción y la divulgación. Así, por iniciativa suya, en sus tiempos de estudiante universitario nació la revista Caribe. Sus primeros artículos aparecieron en Puerto Rico Ilustrado. Diversas publicaciones periódicas especializadas del país y del exterior, principalmente en Estados Unidos, México y Cuba, reprodujeron trabajos de su autoría sobre arqueología y folclore puertorriqueños.
Su trabajo de arqueólogo lo dedicó a la investigación de la prehistoria indígena, tema de los libros: La población aborigen antillana y su relación con otras áreas de América (1948) e Historia de nuestros indios (1950), texto de propósito educativo a nivel elemental.
Otras de sus obras sobresalientes fueron: La fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea (1954), el cuento Los renegados (1963) y Cuentos folclóricos de Puerto Rico (1967), Apuntes en torno a la mitología de los indios taínos de las Antillas Mayores y sus orígenes suramericanos (1978).Amigo entrañable de Cuba, Alegría promovió el intercambio cultural y académico entre ambas islas. Invitado por la Oficina del Historiador de La Habana, en 1998 Alegría estuvo aquí. En esa oportunidad recibió la distinción por la Cultura Cubana, otorgada por el Ministerio de Cultura, y el premio Fernando Ortiz, que entrega la Fundación homónima. También el premio Pablo, conferido por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.
Como parte de la agenda de visita por instituciones del Centro Histórico de La Habana, en aquella ocasión, el antropólogo, arqueólogo e historiador impartió una conferencia en la Casa Simón Bolívar. En 2000 volvió para recibir la medalla Haydée Santamaría, que otorga la Casa de las Américas. Entonces, en su presencia, se develó una tarja en su honor en la fachada de la Casa Carmen Montilla. Ha sido la única personalidad a la que se ha conferido tal homenaje en vida por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad, asevera Eusebio Leal Spengler.
Don Ricardo poseía una larga lista de distinciones de otros varios países, como las órdenes Duarte, Sánchez y Mella, de República Dominicana; Isabel la Católica, de España, y Andrés Bello, de Venezuela. También el premio Picasso, otorgado por la UNESCO, y la condición de Humanista del Año, conferido por el presidente de Estados Unidos.
En Puerto Rico recibió la medalla Luis Muñoz Marín en 2002. Y en 2004 fue merecedor de la medalla Centenario Pablo Neruda, «por su significativa aportación a la cultura puertorriqueña y universal», que le entregó el Consulado de Chile.
Quizás, como un adiós anticipado, en una entrevista al diario de su país El Nuevo Día expresó: «Espero que se me recuerde como un puertorriqueño que, siendo orgulloso de su nacionalidad, dedicó su vida a que otros compatriotas también conocieran a Puerto Rico y sintieran ese orgullo que yo siento de ser puertorriqueño».
A la derecha: tarja en honor a Ricardo Alegría, colocada en el año 2000, en la fachada de la Casa Carmen Montilla, Plaza de San Francisco, La Habana Vieja. El propio antropólogo, arqueólogo e historiador tuvo a su cargo la develación. A la izquierda: durante una de sus visitas al Centro Cultural que, en La Habana, lleva el nombre del puertorriqueño Pablo de la Torriente Brau; esta foto data del año 1998, cuando Alegría recibió el Premio homónimo. |
María Grant
Opus Habana