Esculturas que evocan el laborioso quehacer desde la miniatura distinguieron una muestra personal presentada en la Casa de la Orfebrería hace ya un tiempo. Varias fueron las piezas exhibidas y resultaba notorio la grandeza del pequeño formato, por los valores mismos de las creaciones del orfebre Manuel Morán.
Las líneas onduladas, el retorcimiento del vacío... le confirieron cierta sensualidad y equilibrio a todo el conjunto expuesto y que estuvo sustentado en imágenes de una técnica y lirismo atractivos.

 Por primera vez, la Casa de la Orfebrería abrió sus espacios a un orfebre que no es patrocinado por la Congregación de Plateros San Eloy.
Por primera vez, ese orfebre es, en principio y sobre todas las cosas, un escultor.
Por primera vez, un escultor de fusión expone en esta Casa que conserva valiosos tesoros en plata de la época colonial, en fondos y en salas de exposición.
Manuel Morán (La Habana, 1950) es licenciado en Psicología y no tiene más formación académica en las Artes Plásticas que aquella ofrecida por el rigor, la observación y la paciencia.
Cargada de alusiones y sutilezas, su obra aborda temas como el erotismo del poder, la naturaleza, la mujer... y de ella trasciende un hálito voluptuoso que se acentúa con el uso de las curvas y una voluntad de perfeccionismo expresada en la exquisita terminación de sus piezas. Estas cualidades le valieron los premios 13 de Marzo y del Salón de la Ciudad, en 1983, año de su debut.
La técnica de Morán se engrandece en el pequeño formato. En estas esculturas, que evocan el laborioso quehacer miniaturista, reina una armonía silenciosa. Las líneas onduladas, el retorcimiento del vacío... le confieren cierta sensualidad y equilibrio a todo el conjunto. Su poética se enriquece en la increíble habilidad del artista para compactar imágenes y para integrarse a un espacio en el que las figuras denotan significaciones de gran lirismo.
Los materiales se complementan con el fin de deslindar aspectos concretos de la realidad que se aborda. La madera, por ejemplo, aparece asociada al elemento negro de nuestra identidad; el oro se vincula al poder; el marfil, en algunos casos, por su albura nos remite a la castidad, en otros, por su dureza a la virilidad y a la fuerza.
 Por su parte, la docilidad de la plata le ha permitido diferentes tratamientos y disímiles niveles de significado. Con este metal ha conseguido magistrales filigranas como en el caso de Mujer con sombrilla y preciosas joyas como Arca.
En tanto, los colores que ofrece la naturaleza de cada material sirven a la diferenciación policromática de cada pieza. Otro elemento importante en la obra de Manuel Morán es la música. En algunos trabajos se esbozan instrumentos musicales, pero sobre todo la estructura interna de muchas de sus obras la que sugiere la sinuosidad, los matices y el erotismo de algunas melodías.
La muestra «Remembranzas y divertimentos» refleja la madurez de un artista que ha respaldado su intuición creadora con un fuerte conceptualismo en significantes y significados, que ha llevado sus fabulaciones y alegorías del corazón a la razón, de la simple belleza formal al total equilibrio entre la perfección estética y la lógica.

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