«El fuego nos ha dejado solamente los puntos de apoyo, de los cuales volará, sin lugar a dudas, el Ave Fénix; porque si fuésemos a tomar un lema para un escudo imaginario, sería éste: un Ave que surge de las llamas, invicta y triunfal», afirmó el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, al referirse a los inicios de la restauración de la Droguería Johnson luego del siniestro de que fue víctima el 14 de marzo de 2006.
Destinada, una vez concluida su restauración en 2000, a ser la farmacia de la comunidad, no por esto dejaba Johnson de estar llena de los más preciosos objetos de la antigua farmacia cubana.
«El fuego nos ha dejado solamente los puntos de apoyo, de los cuales volará, sin lugar a dudas, el Ave Fénix; porque si fuésemos a tomar un lema para un escudo imaginario, sería éste: un Ave que surge de las llamas, invicta y triunfal», afirmó el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, al referirse –en el programa televisivo Andar La Habana– a los inicios de la restauración de la Droguería Johnson luego del siniestro de que fue víctima el 14 de marzo.
Estanterías, mostradores, la carpintería de la fachada, elementos decorativos de porcelana y cristal, así como utensilios de laboratorio, resultaron gravemente afectados por las llamas, sofocadas por los bomberos capitalinos y el Cuerpo de Rescate y Salvamento del territorio.
«Destinada, una vez concluida su restauración hace apenas algunos años, a ser la farmacia de la comunidad, no por esto dejaba Johnson de estar llena de los más preciosos objetos de la antigua farmacia cubana. Allí se hallaban los frascos de botica, las manos de almirez, los morteros de bronce, de mármol, los antiguos pomos conteniendo las esencias y sustancias necesarias para la labor de la farmacia, de la botica, para la preparación de las fórmulas», refirió Leal para ese espacio televisivo, filmado inmediatamente después del fatídico suceso.
Según sus palabras, también allí se atesoraba un importante conjunto de documentos, adecuadamente protegidos, donde estaban los recetarios antiguos, y todo aquello que es tan grato e importante a la cultura de nuestro pueblo y de todas partes del mundo.
A principios de 1886 el prestigioso farmacéutico matancero Manuel Johnson Larralde instaló su propia farmacia en la calle O‘Reilly No.31, como Gran Farmacia Johnson. Pero no es hasta 1914 –cuando ya se anunciaba como Farmacia Droguería Johnson– que alcanza mayor celebridad. Para entonces ocupaba todo el edificio de las calles Obispo y Aguiar hasta O‘Reilly.
La moderna sede – donde permanece el establecimiento– se compone de dos cuerpos monumentales interconectados entre sí, construidos de armazón de acero y concreto reforzado, especialidad de los contratistas y arquitectos de la reconocida firma norteamericana Purdy and Henderson.
El acceso quedó jerarquizado con la solución del chaflán esquinero como verdadera invitación al recinto. La decoración de la fachada se resolvió con el almohadillado y el falso despiezo de sus muros, rematando los pisos altos una cornisa denticulada muy propia de la ornamentación ecléctica de la época.
Los Johnson fueron fabricantes de insecticidas, desinfectantes, perfumes, y productos farmacéuticos en general. Exportaron e importaron perfumería, así como productos biológicos, apoterápicos y químicos, sueros y sulfas. Entre sus especialidades farmacéuticas aparecían los aceites y elíxires del complejo B, y en la perfumería eran famosas sus Aguas de Lavanda, Verbena y Violeta.
Sobresalieron además los doctores Johnson (Manuel Johnson Larralde, Teodoro y Carlos Johnson Anglada y Margarita Johnson Chufat) por la labor docente, lo que les sitúa en un lugar destacado en la enseñanza universitaria y en las investigaciones de las ciencias farmacéuticas en Cuba.
Considerada junto a las de Sarrá y Taquechel, como una de las droguerías más prestigiosas de La Habana, Johnson hizo gala en su interior del trabajo en madera preciosa que abarcó todos los usos del mobiliario, acentuándose, por su factura y beldad, en mostradores y estanterías. A la par, se emplearon otros materiales nobles como el mármol, el bronce, la cristalería fina y la porcelana.
Estanterías, mostradores, la carpintería de la fachada, elementos decorativos de porcelana y cristal, así como utensilios de laboratorio, resultaron gravemente afectados por las llamas, sofocadas por los bomberos capitalinos y el Cuerpo de Rescate y Salvamento del territorio.
«Destinada, una vez concluida su restauración hace apenas algunos años, a ser la farmacia de la comunidad, no por esto dejaba Johnson de estar llena de los más preciosos objetos de la antigua farmacia cubana. Allí se hallaban los frascos de botica, las manos de almirez, los morteros de bronce, de mármol, los antiguos pomos conteniendo las esencias y sustancias necesarias para la labor de la farmacia, de la botica, para la preparación de las fórmulas», refirió Leal para ese espacio televisivo, filmado inmediatamente después del fatídico suceso.
Según sus palabras, también allí se atesoraba un importante conjunto de documentos, adecuadamente protegidos, donde estaban los recetarios antiguos, y todo aquello que es tan grato e importante a la cultura de nuestro pueblo y de todas partes del mundo.
A principios de 1886 el prestigioso farmacéutico matancero Manuel Johnson Larralde instaló su propia farmacia en la calle O‘Reilly No.31, como Gran Farmacia Johnson. Pero no es hasta 1914 –cuando ya se anunciaba como Farmacia Droguería Johnson– que alcanza mayor celebridad. Para entonces ocupaba todo el edificio de las calles Obispo y Aguiar hasta O‘Reilly.
La moderna sede – donde permanece el establecimiento– se compone de dos cuerpos monumentales interconectados entre sí, construidos de armazón de acero y concreto reforzado, especialidad de los contratistas y arquitectos de la reconocida firma norteamericana Purdy and Henderson.
El acceso quedó jerarquizado con la solución del chaflán esquinero como verdadera invitación al recinto. La decoración de la fachada se resolvió con el almohadillado y el falso despiezo de sus muros, rematando los pisos altos una cornisa denticulada muy propia de la ornamentación ecléctica de la época.
Los Johnson fueron fabricantes de insecticidas, desinfectantes, perfumes, y productos farmacéuticos en general. Exportaron e importaron perfumería, así como productos biológicos, apoterápicos y químicos, sueros y sulfas. Entre sus especialidades farmacéuticas aparecían los aceites y elíxires del complejo B, y en la perfumería eran famosas sus Aguas de Lavanda, Verbena y Violeta.
Sobresalieron además los doctores Johnson (Manuel Johnson Larralde, Teodoro y Carlos Johnson Anglada y Margarita Johnson Chufat) por la labor docente, lo que les sitúa en un lugar destacado en la enseñanza universitaria y en las investigaciones de las ciencias farmacéuticas en Cuba.
Considerada junto a las de Sarrá y Taquechel, como una de las droguerías más prestigiosas de La Habana, Johnson hizo gala en su interior del trabajo en madera preciosa que abarcó todos los usos del mobiliario, acentuándose, por su factura y beldad, en mostradores y estanterías. A la par, se emplearon otros materiales nobles como el mármol, el bronce, la cristalería fina y la porcelana.
Karín Morejón Nellar
Opus Habana
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