La Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís celebra este 4 de octubre el XV aniversario de su reapertura como sala de conciertos y museo de arte sacro con la inauguración de nuevos recintos expositivos y una gala homenaje a cargo de la Camerata Romeu y el compositor José María Vitier. Gertraud Ojeda Ojeda, directora de la institución, conversa con Opus Habana sobre este acontecimiento.

«Esto no es un convento cerrado. Nuestra aspiración siempre ha sido lograr que este sea un sitio del arte, para enriquecer el espíritu y el ánimo. Incluso, por sus dimensiones y el prestigio que se ha ganado, este espacio siempre va a ser un reto para los artistas, tanto en la plástica como en la música».

A la distancia de quince años, ¿como evocaría los momentos fundacionales de esta institución como sala de conciertos y museo de arte sacro?

Este antiguo grabado representa una vista desde la plaza del Covento de San Francisco de Asís. Al fondo se aprecian navíos de línea que fondeaban en las cercanías a la Comandancia de Marina y la Machina.
Sí, sería bueno acotar que se celebran los 15 años de la reapertura de la Basílica Menor y el Convento de San Francisco de Asís, como sala de conciertos y museo de arte sacro, después de varios años de restauración arquitectónica. Tengo que decir que en aquellos momentos fue un gran reto, porque era un sitio enclavado en una plaza que no era casi visitada, como hoy, donde vuelan las palomas, juegan los niños, la gente concurre alrededor de la fuente. La Basílica y el Convento fue el primero de los grandes conjuntos arquitectónicos que se intervinieron en este perímetro, pues la Lonja todavía no estaba restaurada. En honor a la verdad, teníamos mucha preocupación en cómo traer al público hacia acá, porque en aquellos tiempos, estoy hablando de alrededor del año 1994, el recorrido de los visitantes se limitaba  solamente al perímetro de la Plaza de Armas, las casas de México, Simón Bolívar, de África y de la Obrapía. Con el desarrollo de la restauración y reanimación del Centro Histórico han permitido que las visitas se expandan. Ahora una puede caminar desde el Museo de la Punta hasta la Iglesia de Paula, por un Centro Histórico recuperado, animado y lleno de cultura.

¿Cuáles fueron los propósitos que se trazaron desde sus inicios?

Uno de los propósitos que nos trazamos desde el primer concierto —que todavía recuerdo, pues comenzamos tañendo la campana de la torre, algo que ya no podemos hacer con mucha frecuencia, pues la antigüedad del edificio no lo permite— fue lograr una programación sistemática. Hoy, aunque la gente no tenga la seguridad de lo que va a celebrarse en la Basílica, confluyen de todas maneras el sábado a las seis de la tarde. Podemos decir, modestia aparte, que nos hemos convertido en una opción, en un referente en lo que a buena música se refiere.

¿Cómo valoraría las experiencias que han obtenido a partir de esos retos que les impuso el trabajo cultural, museológico, comunitario que han desarrollado a lo largo de este tiempo?

La exposición «Giotto y su tiempo» se inauguró el 15 de febrero de 2008 en el Salón Blanco del Convento de San Francisco de Asís.
Este no es un trabajo de una sola persona. Desde el principio hemos tenido, desde el punto de vista museológico, el afán de enriquecer las colecciones y eso debemos agradecérselo a la visión de nuestro Historiador, Eusebio Leal. Precisamente mientras celebramos nuestro aniversario contamos con salas completamente renovadas, con colecciones enriquecidas que tiene mucha importancia. También estábamos convencidos de la necesidad de esa sala de conciertos, dedicada a la música de cámara, instrumental, vocal, defendiendo siempre ese perfil y la calidad de los que ahí se presentan, gracias al apoyo del Centro de la Música de Concierto y con la disposición incondicional de los músicos. Por eso puedo decir que somos un punto de referencia en la vida cultural de la ciudad y el país.
En el contexto de los 15 años no sólo se debe hablar de la Basílica sino también del Convento, porque la Basílica fue la primera etapa, que se inició a finales de los años 80 del siglo pasado y terminó con el concierto del 4 de octubre de 1994. Al año siguiente se incorporó el primer claustro, el otro el segundo claustro. En 1999 inauguramos el jardín Madre Teresa de Calcuta y en 2006 se terminó la intervención arquitectónica con la recuperación de la Orden Tercera, actual sede de la compañía teatral infantil «La Colmenita». Esto nos otorga un perfil muy amplio, pues si bien la sala de conciertos es la más sistemática, aquí se han realizado bienales de artes plásticas, exposiciones de gran formato como «Nkame», la primera muestra antológica de la grabadora cubana Belkis Ayónla que estamos exhibiendo en estos momentos. Por ejemplo, aquí se han expuesto grabados de Francisco de Goya, obras del escultor mexicano Javier Marín, reproducciones de Giotto y muchas otras.

¿Ese equilibrio entre espacio histórico, que muestra las huellas del pasado, y el espacio dinámico, que se vuelve referente para la producción artística más actual, sería la consumación de esos objetivos que se trazaron al principio de su labor?

La Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís es la sede de la Camerata Romeu, que habitualmente se presenta con programas de lujo en esta prestigiosa sala de concierto.
Yo creo que sí. Estamos recuperando espacios y tradiciones. Aquí en este lugar se formaron valores de la nacionalidad cubana. Esto no es un convento cerrado. Nuestra aspiración siempre ha sido lograr que este sea un sitio del arte, para enriquecer el espíritu y el ánimo. Incluso, por sus dimensiones y el prestigio que se ha ganado, este espacio siempre va a ser un reto para los artistas, tanto en la plástica como en la música. Pero funciona bien. Cuando el artista es bueno hay una empatía en la que se ennoblecen ambas partes: el creador y el espacio que lo expone. Eso lo hemos podido constatar. Los mismos artistas lo consideran como uno de los mejores espacios. Sé que es una frase trillada, pero es la que me viene a la mente: es un lugar exquisito. Quien busque paz puede visitar el jardín de la Madre Teresa o contemplar la fuente en el claustro sur. Para mí no hay nada mejor que, al final de cada semana de trabajo, respirar esa tranquilidad, esa paz entre las dos palmas de este claustro. Hay algo místico en esto.

Rodolfo Zamora Rielo
Redacción Opus Habana

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