El más reciente número de Opus Habana (No. 2, Vol. VII, Año 2003) se presentó el 7 de noviembre en el Convento de San Francisco de Asís, donde luego se inauguró la exposición «Nuevo encuentro con Víctor Manuel», que incluye fotografías inéditas del pintor tomadas por Chinolope.
Eusebio Leal dedicó esta edición al conservador de Trinidad, Roberto López Bastida, Macholo, fallecido a temprana edad el pasado mes de junio.

 «Cada número de Opus Habana crea un espacio en nuestra cultura», aseguró el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, al presentar el más reciente número de la revista.
Esta vez la portada estuvo a cargo de la pintora Flora Fong, cuya entrevista titulada «Mística Flora» aparece en la sección El Artista y la Ciudad.
«Flora es la artista número 22 de esa gran generación de pintores que ha participado en la gesta de Opus Habana», expresó el Historiador de la Ciudad.
Como parte de la presentación, Leal dejó inaugurada la exposición «Nuevo encuentro con Víctor Manuel», en la que –dijo– «Chinolope se revela en toda la intensidad de su espíritu».


 Como si Víctor Manuel hubiera emprendido nuevamente la hechura de Los olvidados, una sensación de angustia emerge en los retratos que le tomara Chinolope. Atónito ante la revelación de ese óleo casi desconocido, el fotógrafo sacó a la luz –de lo profundo de su memoria– esta secuencia inédita en la que la mirada desconsolada del pintor refuerza el motivo del cuadro: la indefensión de los más débiles, de aquellos que padecen la historia, al decir de Albert Camus.
Sabemos que Víctor Manuel representó a los judíos del Saint Louis, seguramente porque sublimó el dolor de aquellos que han padecido el estigma de pertenecer a una raza, un credo, una preferencia...  Y contrario a lo que sucedió realmente aquellos días trágicos de mayo de 1939, al retomar el hecho histórico, redimió a sus protagonistas representándolos en tierra firme, sanos y salvos frente a la rada habanera.
Lo cierto es que, ya fueran judíos, cristianos o musulmanes, negros, amarillos o blancos... su gran sensibilidad de hombre-artista lo hubiera hecho solidarizarse con las víctimas de cualquier injusticia semejante. De ahí que sean sus propias «gitanas tropicales» –de rostros como acariciados– las que predominen en Los olvidados, estrechando en su regazo desde un niño hasta un perro asustado... en una síntesis genuina de ternura y desgarro.

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