En el patio central del Palacio de Lombillo conviven plantas, pajarillos y otras especies, los cuales llegan a sorprender a los visitantes, que no esperan encontrar, en el mismo centro de la Habana Vieja, un intento de retiro ecológico.
Desde comienzos de 2002, cuando la sede del Historiador de la Ciudad se trasladó a esta casona colonial, existe una pequeña muestra permanente de bonsáis del artista Alejandro González (La Habana, 1967).

 Sometidos a caprichosas formas, los bonsáis requieren para su cultivo de un conjunto de técnicas. Así, mediante un proceso de corte de raíces, poda, modelaje y educación dentro de disímiles estilos, se logran con el paso del tiempo obras de gran belleza y refinamiento, dando la sensación de paisajes naturales reducidos a pequeña escala.
Justamente en este inmueble, con la intención de dar a conocer una vez más el resultado de su trabajo. Alejandro, junto a otro cultivador, Jorge Guerra (La Habana, 1951) organizó la exposición «A cuatro manos», conformada por 15 piezas entre árboles tropicales y especies foráneas: laureles de la India, ficus, cuabillas, aralias… Para su cultivo y exhibición se utilizaron algunos maceteros confeccionados en Japón y otros que fueron elaborados artesanalmente por González.
 «Comencé a cultivar bonsáis como un hobbie, pero la comunicación que se establece entre los árboles y el cultivador termina por atraparte», aseguró este artista al reflexionar sobre sus comienzos en tal técnica.
Dentro de los diferentes estilos establecidos, aquí se expusieron, por ejemplo, el estilo Jose-uye o plantación en grupo, y el Han Kengai o semicascada.
Los bonsáis –que su traducción literal del japonés al español es «árbol en bandeja»– establecen una peculiar relación entre la espiritualidad del hombre y la impronta de la naturaleza. Se basan en la filosofía que sustenta a la cultura oriental, así como en la estética del equilibrio asimétrico y de la regla del triángulo eterno: tierra-hombre-divinidad.
Los orígenes de esta técnica se remontan a la China del siglo VII a. n. e. y no al Japón como erróneamente se asume. Los cultivadores japoneses se la apropiaron entre los años 764 y 1185 y establecieron sus presupuestos académicos cuando surgieron las primeras escuelas, a principios del siglo XX.  Pero no es hasta 1889, durante la Exposición Universal de París, que irrumpe en el mundo occidental a través de una treintena de estos diminutos árboles que formaron parte del pabellón japonés.
Transcurridos algunos siglos de su surgimiento, los cultivadores cubanos encontraron en el Centro Histórico de La Habana un espacio para mostrar el resultado de su consagrada y paciente labor. Auspiciados por la Casa de Asia, desde 1999 se han desarrollado tres cursos-talleres impartidos por Jorge Guerra.
Precedidas con muestras transitorias como la de la Galería Carmen Montilla, en la actualidad Alejandro González mantiene exhibiciones permanentes en diferentes instalaciones turísticas de la parte más antigua de la capital cubana.

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