Perteneciente a la generación poética de mediados de la década del 60, en 1982 recibió el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío. Su labor como cineasta incluye guiones y documentales. En 1985 realizó su primer largometraje de ficción Como la vida misma. En 1988 recibió la Distinción por la Cultura Nacional. |
El momento cuando aparece el Salón es todavía un período virgen del arte digital en la cultura cubana. Esa es una de las alegrías nuestras, después de 10 años pues fue —como dice el lema del Salón y del Centro Pablo en su conjunto— una apuesta a favor de la imaginación y la belleza.
La palabra apuesta no era casual. Si bien en otros programas como «A Guitarra Limpia» reanimamos a finales de los años 90 una manifestación cultural (la nueva trova) que existe con mucha fuerza desde la década de los 60. En el caso del arte digital no se trató de reanimar nada, porque no se puede hacerlo con lo inexistente. Por eso es que decimos fue una apuesta, pues no sabíamos si iba a funcionar o no.
La exigencia mayor que tuvimos en el Centro Pablo fue esa vocación de crear espacios nuevos, de buscar lo nuevo y de apoyarnos en los jóvenes para realizar los programas que llevamos a cabo. Fue una apuesta contra la rutina, contra la repetición, a favor —como ya dije— de la imaginación y de la belleza.
¿Pudiéramos decir entonces que la línea de trabajo del Salón se adecua dialécticamente a las otras líneas del Centro de promover el estudio de la memoria y el enriquecimiento de la trova?
Si se lograba un espacio, buscábamos crear entonces una comunidad de artistas. Esa ha sido una de las características del trabajo del Centro. No ha sido producir solamente actividades culturales o espectáculos con utilidad para su momento, sino, por un lado, crear espacios estables para esas manifestaciones además de una comunidad de artistas alrededor. Uno de los ejemplos más amplios es «A guitarra limpia» y los trovadores. Ha sucedido también con los investigadores del tema de la memoria, los «memoriosos» como les decimos, a través del Premio Memoria y nuestra editorial. Asimismo con los artistas plásticos alrededor de la galería Majadahonda, y ha venido pasando con el arte digital.
Apareció con la característica de que era un descubrimiento mutuo entre los futuros artistas digitales que se encontraban en 1999 con una convocatoria que los llamaba a participar en un Salón de esa índole y el aprendizaje de nosotros mismos en el Centro, pues aquello era nuevo para nosotros también. Y no nos da pudor decirlo.
El nacimiento del Salón tiene que ver con la figura de Pablo de la Torriente Brau, dato que me gusta subrayar. En Puerto Rico, en 1997, durante una jornada dedicada a Pablo, unos artistas digitales portorriqueños hicieron una exposición titulada «Un lienzo para Pablo» en el Centro Cultural Ramón Avoy Miranda, de San Juan. Aquello fue para nosotros un descubrimiento total, por lo novedoso, por el hecho de que eran jóvenes, que se lo dedicaba a Pablo de la Torriente Brau. Los invitamos a venir a Cuba y ellos hicieron un taller con esa exposición, al que concurrieron los que serían los primeros artistas digitales cubanos.
La creación de ese espacio tiene para nosotros una importancia enorme porque también se relaciona con el tema de la memoria, que para el Centro no es un adjetivo que ponemos en un proyecto o un programa, sino un concepto que está en todo nuestro trabajo. Partimos de una idea de recuperar la memoria del ayer, a partir de los programas de investigación, de los libros y, al mismo tiempo, estamos creando la memoria de mañana. Cuando dentro de 20 años, la gente se pregunte cómo nació la nueva generación de trovadores de los años 90 y 2000, el punto de partida serán esas grabaciones que están conservadas aquí, las imágenes, los discos… O sea, ese sentido de que la memoria no es algo estático, arqueológico, que hay que buscar atrás —que también es importante para rescatar lo que pasó—, pero es también mantener la conciencia de que estamos produciendo la memoria de mañana en los hechos culturales que creamos.
Usted habla de «artista digital» como concepto. A la distancia de 10 años de trabajo y vicisitudes, ¿cómo valora la influencia del arte digital en la evolución de las demás manifestaciones en el universo artístico cubano contemporáneo?
Yo creo que ha existido una influencia —recíproca además— entre el arte digital y las llamadas manifestaciones convencionales de las artes plásticas y de otras que no se incluyen dentro de las artes visuales. En el Centro nosotros hemos partido de una idea, que el tiempo ha logrado confirmar: la conciencia de estar en una época, en términos generales, en que las fronteras se van difuminando, se van perdiendo. Eso sucede mucho en la cultura. No vivimos tiempos de compartimientos estancos, donde cada cual vive en su casillero, en su nicho, sino que las artes tienden a crear unas interrelaciones entre sí que son, en sí mismas, creadoras de nuevos lenguajes, de nuevas obras diferentes a los lenguajes y las obras que las hicieron posibles. En este caso es un proceso de creatividad y no de suma.
Siendo esa fusión la poética política del Centro, como le llamamos, hemos acompañado nuestras exposiciones, de arte digital y otras, con conciertos de trovadores, haciendo coincidir estas maneras aparentemente diferentes de ver la realidad. Y el arte digital ha sido, porque está en la esencia misma de ese arte, muy dúctil a ese proceso de apropiaciones mutuas.
Ahora en este X Salón, hemos dedicado gran parte de su concepción y de su coloquio al vínculo entre el arte digital y la fotografía, al incluir dos exposiciones fotográficas además de un momento para debatir esos dos proyectos. También las relaciones entre el arte digital y el diseño gráfico, que son tan cercanas a veces que se mixturan completamente, y el nexo del arte digital con la plástica. La relación con el diseño está en la exposición «10 x 10»: diez diseñadores de diferentes generaciones homenajeando los 10 años de permanencia del arte digital cubano.
En el caso de los artistas de la plástica habrá algo de mayor integración, pues es el proyecto que el Centro ha organizado con Luis Miguel Valdés, director de un taller de gráfica muy importante en México, llamado «La Siemprehabana». Luis Miguel fue uno de los pioneros del arte digital cubano cuando era profesor del Instituto Superior de Arte (ISA) en la década de los 80 y nosotros siempre hemos querido reivindicar, reconocer ese carácter fundador que él tuvo allí, junto con Frémez y otros artistas. Por eso la exposición «Homenaje», inaugurada en el Taller de Gráfica este lunes 2 de noviembre, dedicada a ellos dos como fundadores de ese arte y a la relación entre el arte digital y el grabado, específicamente. Esto nos permite ver cómo dos creadores de esa talla trabajaron a partir del grabado tradicional, cómo transitaron de una técnica a otra.
En esos tres elementos —la fusión entre el diseño gráfico, la plástica y la fotografía— radica la promoción de esa idea de reflexionar sobre la manera en que el arte digital es capaz de interrelacionarse, muy creativamente, con otra formas se producción artística.
El jurado del X Salón de Arte Digital integrado por Eduardo Moltó, Ángel Ramírez, Ángel Alonso, Carina Pino Santos y Leriam Jiménez, luego de evaluar las obras presentadas por un total de 145 artistas a la edición de este evento correspondiente al presente año 2009 quiere reconocer en primer término la consolidación del arte digital en el amplio y rico espectro de la cultura cubana contemporánea y el aporte decisivo de estos diez salones convocados por el Centro Pablo desde 1999.
En este certamen se desea destacar el nivel de calidad general de las obras presentadas y, en específico, de las finalistas, especialmente en la categoría de Audiovisuales, donde se pudo apreciar diversidad de abordajes y técnicas artísticas en piezas que doblan la cantidad de las propuestas en la edición anterior. Del mismo modo, es preciso resaltar la elevada participación de mujeres creadoras. Asimismo consideramos positiva la síntesis lograda por los artistas sin recurrir a una estética banal o eximida de artificios impensados, lo que denota la evolución en los discursos en este arte derivado, también, de la exigencia valorativa que se ha sostenido en las sucesivas ediciones del Salón.
Además se sugiere a los cultivadores de este arte, con vistas a futuros proyectos, un mayor cuidado en el uso de las bandas sonoras por su importancia para esta expresión artística. Y respecto a las obras impresas, se hace necesario recalcar que lo más importante es la solidez del discurso artístico y el carácter conceptual, independientemente de que los nuevos medios que sean un requerimiento para la participación.
El Jurado decidió otorgar los siguientes premios y menciones en la categoría de Obra impresa:
Mención a Yamilé Barceló Hondares por su obra El viaje.
Mención a José Antonio Bertot Borges por su obra H2Problem.
Por la emisión de múltiples significados elaborados con eficacia expresiva se otorga el Tercer Premio a Yosleiby Fernández Mesa (Yoslo) por su obra Aire de calamina.
Por la fusión acertada del grabado como manifestación histórica del arte y de las nuevas tecnologías digitales en una pieza de impecable factura, se otorga el Segundo Premio a Yamilis Brito Jorge por su obra La cruda realidad.
Por la densidad de significados sintetizados y transmitidos con audacia imaginativa mediante un profesional empleo de la técnica digital, se otorga el Primer Premio a Edgar Hechavarría Ricardo por el díptico Memorias…
El Jurado decidió otorgar los siguientes premios y menciones en la categoría de Obra audiovisual:
Mención a Néstor Kim Enríquez por su obra Plan C.
Mención a Lisandra López Sotuyo por su obra Estigma.
Mención a Lainier Díaz López por su obra Sujeto omitido.
Por la conjugación del sentido del humor y el óptimo uso de los recursos digitales fusionados con una estética proveniente del kitsch y lo escatológico en la obra The beauty or the beast, y por el empleo de una recontextualización imaginativa en la obra Reflexiones, se otorga el Tercer Premio a Laura Tariche Arrinda y Yimit Ramírez González.
Por la síntesis lograda con agudeza expresiva y con una significativa originalidad en el empleo de la imagen y el sonido, se otorga el Segundo Premio a Yamil Garrote Palau por Origami y La vaca.
Por su capacidad para complejizar con síntesis creativa el concepto de identidad, relacionarlo eficientemente con la realidad social y lograr una interrelación eficaz de elementos narrativos, se otorga el Primer Premio a Alexis Jacas Águila por su obra Revelaciones.
Y para dejar constancia de estas decisiones, firmamos la presente acta, a los 3 días del noviembre del año 2009, los integrantes del Jurado del X Salón de Arte Digital: Eduardo Moltó, Ángel Ramírez, Ángel Alonso, Carina Pino Santos y Leriam Jiménez.
1. Primer Premio en la categoría de Obra impresa: Memorias…, de Edgar Hechavarría Ricardo |