Acercarse al fascinante mundo de las nuevas tecnologías aplicadas a los fondos de una biblioteca, fue la propuesta que atrajo al Centro Histórico a un gran número de familias en los días finales del programa  Rutas y Andares 2011. Divididos en dos grupos y guiados por especialistas de las bibliotecas de la Oficina del Historiador, el público asistente pudo conocer las nuevas prestaciones que ofrecen estas instituciones a partir de la introducción de la informática e Internet.
En la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena y en la Biblioteca Histórica Cubana y Americana Francisco González del Valle —esta última con sede en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana—, los especialistas explicaron, de forma amena y didáctica, la nueva concepción de las bibliotecas a nivel mundial, entendidas como templos de sabiduría altamente tecnificados.
Las bibliotecas digitales vienen a suplir una serie de limitaciones propias de las instituciones convencionales. Por ejemplo, la accesibilidad desde cualquier sitio del orbe, sin restricciones de horarios ni de capacidad. Además, la digitalización de los fondos primero y luego, de las obras, permite no sólo una fácil búsqueda e indexación de los metadatos, sino que posibilita —además— realizar indagaciones más precisas en el interior de los textos.
Son innegables las funcionalidades de una obra digitalizada, pues posibilita que usted pueda llevarla a casa si así lo desea. Su transmisión de un usuario a otro nada más requiere de una computadora y de dispositivos de almacenamiento externos, además de permitir su impresión. En el caso de las imágenes, es posible su ampliación y apreciación en detalles, funcionalidades que de la manera convencional únicamente serían posibles a través de una lupa y hasta un nivel limitado.
Otra de las ventajas que brinda la revolución de la informatización viene aparejada de una mayor protección para las obras de carácter patrimonial, primeras ediciones y ejemplares raros, pues una vez digitalizados, no es necesario exponer las valiosas piezas a variaciones de temperaturas, a agentes biológicos o negligencias de los usuarios.
A su vez, los cambios tecnológicos han motivado que los bibliotecarios se integren a equipos multidisciplinares e incorporen nuevas competencias. Las funciones en el interior de una biblioteca han trascendido los umbrales de los clásicos catálogos de fichas organizadas por materia, autor y título para convertirse en un universo de interconectividad con instituciones homólogas, hacer uso de medios como escáneres de alta resolución así como cambios de mentalidad y metodologías.
Pues ¿Quién duda en la actualidad que un correo electrónico tiene el mismo valor que una misiva redactada en papel? Sin embargo, con esta interrogante surgen otras ¿Cómo almacenar la intangibilidad de un mensaje electrónico compuesto por un código binario? ¿Qué perdurabilidad poseen los nuevos soportes magnéticos y electrónicos?
En nuestro país, desde hace algún tiempo se dan los primeros pasos en la informatización de los fondos bibliográficos y patrimoniales. Alentadores son los resultados desarrollados por los especialistas de las 20 bibliotecas que integran la red de la Oficina del Historiador, que bajo el nombre de Pangea, se propone articular y prestar un servicio de excelencia a todos los interesados en los saberes que se atesoran —con esmero— en el interior de esas instituciones.

Grisel Terrón, Directora de Bibliotecas de la Oficina del Historiador explicó a los asistentes las particularidades de la informatización de los fondos bibliográficos (imagen superior). A la izquierda, el público participa en la búsqueda de las fichas y metadatos, mientras en la imagen de la derecha, uno de los especialistas sostiene una impresión en papel que ilustra el funcionamiento de los buscadores de información en Internet, en este caso Google.

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