Desde 1838 se instauró que los bomberos usaran el traje, las insignias y la divisa de los oficiales del Ejército. En ese sentido, el cuerpo de bomberos estaba subordinado a los comandantes militares, pero con un carácter de fuerza paramilitar.
Cuerpo de Bomberos Municipales
Desde sus inicios, el Cuerpo de Bomberos Municipales estuvo formado por seis tercios: tres para el servicio dentro de la ciudad amurallada y otros tres para extramuros. Estos tercios estaban divididos, a su vez, por un criterio racial: dos tercios de blancos, dos de mulatos y otros dos de negros. En cada uno de estos tercios había un teniente comandante, un subteniente, un sargento y tres cabos, al frente de treinta efectivos rasos. En esta primera etapa los hombres se dividían por el oficio que practicaban. Así, dentro de cada tercio convivían varias brigadas: una de albañiles, otra de carpinteros, de herreros, cerrajeros, hojalateros… Con el grado de coronel, el ingeniero Manuel Pastor, fue el primer jefe de este cuerpo.
Desde 1838 se instauró que los bomberos usaran el traje, las insignias y la divisa de los oficiales del Ejército. En ese sentido, el cuerpo de bomberos estaba subordinado a los comandantes militares, pero con un carácter de fuerza paramilitar. El Capitán General José de la Concha, en decreto de 1855 amplió la plantilla de este cuerpo a 600 hombres y tres años después la amplió de nuevo a mil, dividido en seis compañías: dos de blancos, dos de pardos y dos de morenos. También le fueron conferidos en ese año los fueros de milicias urbanas, al mando de José Díaz Casanovas. Por esa razón, muchos miembros de esa institución fueron movilizados por el Ejército Español en la Guerra de Independencia (1868-1878) y cumplieron servicio en campaña.
En sus inicios, primero la Capitanía General y después el Ayuntamiento se encargaban de recaudar una contribución para sufragar los gastos del cuerpo entre los dueños de fincas de diferentes demarcaciones. En esa época se contaba sólo con dos bombas de mano, un centenar de pies de mala manguera, algunas escaleras, hachas, picos y palas. Tampoco se contaba con ningún pitón adaptable a la toma instalada en la calle, por lo que los bomberos debían alimentar las bombas trayendo cubetas de agua. Sobre estas bombas manuales se conocen, a través de la prensa, algunas descripciones que demuestran los trabajos asumidos por los bomberos para hacer su trabajo. Dice un texto sobre la bomba de marras: «depósito de madera que era necesario ir llenando con odres de agua a fin de que por un pitón en su parte superior saliera en forma continuada hacia las llamas con alguna fuerza impelida por las válvulas que ponía en movimiento una palanca accionada por dos hombres que se turnaban cada pocos minutos, tan agotadora era la labor».1
Transcurrido el último cuarto del siglo XIX el cuerpo se divide en varias secciones: las conocidas Salvamento, Obreros, Pitoneros, Mangueras y Maquinarias. No fue hasta 1872 en que llegó a Cuba la primera bomba de vapor, destinada a los Bomberos Municipales y bautizada como Virgen de los Desamparados, en honor a su patrona. La otra bomba, España, fue traída de Liverpool y un carretel de mangueras de Nueva York. Este cuerpo llegó a tener dos bombas más, la Gámiz y la Zencoviech, llamada así en homenaje a su ilustre jefe, fundador de la sección Camisetas Rojas y muerto heroicamente en el incendio del 17 de mayo de 1890. También poseían carreteles para mangueras, un carro escalera y otra de auxilio, así como dos bombas de mano conocidas como Michelena y Serrano. Su primer cuartel radicó en la calle Obra Pía y, más adelante, inauguraron otro en la calle Egido.
Este cuerpo, como sus homólogos, se distinguía por su uniforme. Al principio este se constituía de una casaca azul turquí, cuello y vivos rojos, cabos dorados, morriones y pantalones blancos. Posteriormente, al crearse la sección de Camisetas Rojas, el uniforme cambió a un pantalón azul y camisa de lana roja. Por eso, el pueblo mostraba su afinidad con el cuerpo en la conocida expresión: «Con camisetas rojas eran más bonitos».
Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1
Como ya se sabe, el Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1 surge en 1873 por iniciativa de las compañías de seguros para complementar el combate contra los incendios cada vez más frecuentes en una ciudad en pleno auge económico-comercial o, al decir de su reglamento, surgido «ante la necesidad de atender el servicio de extinción de incendios que se encontraba, si no abandonado por completo, a lo menos, en lamentable estado de deficiencia». 2
El cuerpo se inició con 150 hombres divididos en tres secciones. Su primer jefe fue Rufino Sainz, quien fue sustituido por Aquilino Ordoñez, uno de los mártires del 17 de mayo de 1890. Su primera sede estuvo en la calle San Ignacio No. 19 y fue inaugurado el 19 de septiembre de 1873. El 6 de diciembre de 1879 son autorizados sus miembros a utilizar insignias militares y les fue otorgado un fuero como integrantes del Cuerpo de Voluntarios en servicio. Aunque la institución es civil, por la marcialidad de su trabajo y el peligro que corren, paralelo a una situación de guerra, se le concede fuero militar. Así, los jefes, oficiales y clases se vinculaban al Cuerpo de Voluntarios con la siguiente categoría: Presidente (Coronel), Vicepresidente (Teniente Coronel), Tesorero (Capitán), Secretario (Capitán). Primer Jefe (Teniente Coronel), Segundo Jefe (Comandante), Primer Jefe de Sección (Capitán), Segundo Jefe de Sección (Teniente), Primer Brigada (Alférez), Segundo Brigada (Sargento).
Al iniciarse el año de 1890 ya contaban con 400 hombres y la fuerza se dividía en el Comité Directivo, instancia más alta de la jerarquía, y la Fuerza Activa. El primero se componía de un presidente, un vicepresidente, un tesorero y un secretario. La Fuerza Activa tenía como misión la extinción de los incendios, sin remuneración alguna, salvo los clases asalariados como eran los maquinistas, los conductores, el telegrafista y el corneta. Esta fuerza estaba dividida en cinco secciones: una de Obreros y Salvamento, tres de Bomba y una de Sanidad, con un jefe y un segundo jefe cada una. Estas cinco secciones estaban, a su vez, subordinadas a un Jefe y un Segundo Jefe de Cuerpo.
Los Obreros se componían de cuatro agrupaciones conocidas como brigadas: tres de carpinteros y albañiles y una de gimnastas. Cada una con 25 plazas dirigidas por un primer y segundo brigada. Las secciones de Bomba poseían cinco brigadas de 22 hombres cada una; dos de ellas compuestas por los pitoneros izquierdos y derechos, dos de mangueras de ambos lados y la de máquinas. La sección Sanitaria tenía 25 plazas: tres médicos, un ayudante y 21 sanitarios; su símbolo era una S enlazada a una cruz de Malta de color rojo. La nómina se completaba, además, con un ayudante facultativo, trabajo que realizaba un arquitecto.
Para asegurar la disciplina, el cuerpo contaba con un uniforme, así como una variedad de colores en los cascos y hombreras de las chaquetas. El uniforme de los Bomberos del Comercio se componía de una chaqueta encarnada, pantalón de dril a rayas, cinturón negro y machete corto. A partir de 1892 cambian a chaqueta y pantalón azul turquí, casco de cuero, cinturón y machete corto, unido todo esto a una capa de agua.
La distribución cromática de los cascos era la siguiente: El Primer y Segundo Jefe poseían un casco blanco, fileteado, con la carátula plateada y letras negras. El Primer y Segundo Jefe de Sección poseían un casco negro, fileteado de blanco, la carátula plateada y letras negras. El Primer Brigada usaba un casco negro, fileteado en blanco, con la carátula roja y las letras negras. Al Segundo Brigada le era asignado un casco negro, con filetes y carátula rojos y letras negras. Los Bomberos rasos, por su parte, exhibían un casco negro con una carátula del mismo color y las letras rojas.
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También las hombreras poseían símbolos que orientaban sobre la jerarquía de su poseedor. Los integrantes de la brigada de salvamento usaban el cuello de la chaqueta y el cinturón rojos. Los de la sección de bomba (2da, 3ra y 5ta brigada) exhibían varios tipos de hombreras: los del pitón izquierdo las llevaban rojas con vivos verdes; los del derecho, verdes con vivos rojos. Los de la manguera izquierda la llevaban toda roja, al igual que los de la manguera derecha, toda verde. Los integrantes de la sección de máquinas las llevaban toda amarilla. La posición de las hombreras también indicaba la sección: si la hombrera estaba recta sobre el hombro, pertenecía a la segunda sección; si la llevaba terciada, era de la tercera y si estaba recta pero con filetes blancos, era de la quinta.
El cuerpo poseía tres bombas de vapor de los modelos Merry Weather y Shand Mason, de fabricación inglesa, así como una American La France, de nacionalidad estadounidense, nombradas Cervantes, Habana y Colón. Junto a ellas, tres carreteles, seis mil pies de manguera de lona, dos carros de auxilio con sus herramientas, escaleras, botiquines, manga de salvamento, bombillos químicos más 12 caballos de tiro. Si esto podría parecer poco, también tenían en su poder dos bombas de pistón y una rotatoria. Las primeras desplazaban 400 galones de agua por minuto y la rotatoria 700. Esta bomba tenía la ventaja de que, al no poseer válvula hay menor gasto de fuerza y consume menos combustible al romper la inercia. Las bombas de pistón mantenían agua caliente en sus calderas para ayudar a que funcionaran a cuatro o cinco minutos de encendidas las fornallas.
Los bomberos se costeaban su equipo y el Cuerpo los ayudaba cuando los fondos lo permitían. Los gastos de conservación, reposición de material, sueldo, manutención del tiro animal se cubrían con una subvención de las compañías de seguros y por suscripción pública; sobre todo después de que se suprimiera la ayuda del Ayuntamiento.
Los bomberos siempre contaron con la admiración de la población. Grandes y chicos quedaban impresionados cuando se fijaban en los ingenios que poco a poco iban poblando La Habana en manos de los bomberos. Bombas que exhalaban vapores como locomotoras, caballos gigantescos y diestros que acudían al lugar del enganche con tan sólo escuchar la sirena de alarma, los uniformes… Federico Villoch, uno de los más célebres cronistas de las costumbres habaneras, reparó así en la emoción que provocaba en la gente el equipo de los bomberos habaneros:
A los fiñes de entonces se nos caía la baba contemplando el cuartelillo de los del Comercio que había al lado del Teatro Tacón, frente al Prado; las niqueladas bombas, las enormes parejas de caballos blancos, americanos, preparados para ser enganchados en el preciso momento de sonar el timbre de alarma; los bomberos de guardia y, colgados de las paredes, las hachas, las capas, los cascos, los relucientes pitones de bronce. 3
Se cuenta que, desde que se dio la alarma, no pasaron diez minutos antes de que los bomberos aparecieran, también que La Habana se convirtió en una catarata de señales, ruidos y pitazos. ¿Cómo se llamaba a los bomberos en aquella época? ¿De qué medios se servían si los teléfonos todavía estaban desarrollándose, la electricidad todavía no estaba tan extendida y no se habían inventado todos los medios que hoy ayudan a la detección de incendios? En aquella época no había sensores ni cámaras de circuito cerrado, entonces….En el próximo capítulo tendremos oportunidad de intentar responder algunas de estas y otras interrogantes.
1 Raúl Quintana. Crónicas retrospectivas. El Cuerpo de Bomberos, Carteles, La Habana, mayo 17, 1953.
2 Fuente Periódico La Discusión, 22 de mayo de 1890.
3 Federico Villoch: «Viejas postales descoloridas. Los fuegos de La Habana de antaño y los Bomberos del Comercio», en: Selecta, La Habana, septiembre 4, 1937.
Redacción Opus Habana
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