La muestra «Retrospectiva de la obra de Teresita Gómez Vallejo» constituye una aproximación a la labor artística de esta ceramista, pintora y narradora, de quien la Casa Alejandro de Humboldt (Oficina del Historiador) exhibe acuarelas, cerámicas, fotografías y algunos documentos hasta el 4 de octubre.
Lo más destacado de esta exposición con obras de Teresita Gómez Vallejo son las piezas de cerámica y las pictóricas; estas últimas tienen la peculiaridad de ser poco conocidas en Cuba.
La Casa Alejandro de Humboldt (Oficina del Historiador) ha acogido en uno de sus espacios la muestra transitoria «Retrospectiva de la obra de Teresita Gómez Vallejo». Lejos de identificar de modo oportuno cada pieza o de contar con un catálogo, esta exposición de acuarelas, cerámicas, fotografías y documentos se ha distanciado del dato preciso, y hasta necesario.
Pero quien quiera resumir la obra artística y literaria de esta creadora nacida en Santiago de Cuba, en 1940, coincidirá en que esta exposición retrospectiva resulta un gran aproximado a ese empeño.
Como mujer creadora, Teresita ha incursionado por varias vías: la cerámica, la pintura, la televisión y la literatura. El eje de esta muestra ha recaído en sus acuarelas y cerámicas; lo restante puede ser considerado un complemento, incluidos los testimonios fotográficos sobre sus murales.
Felizmente, desde que en 1937 se concretó el primer proyecto oficial de pintura mural en nuestro país —al cual Amelia Peláez aportó una obra de corte cubista—, la participación femenina ha sido ininterrumpida.
Teresita Gómez Vallejo sería uno de esos ejemplos, pues ella ha concebido cerca de treinta obras murales.
Lo mejor que caracteriza a la exposición de esta artista, graduada de la Academia de San Alejandro en 1961, son sus pinturas y cerámicas, las cuales guardan relación con las series Caribeñas y Habaneras. Rostros femeninos, reforzados por elementos naturales y un grácil cromatismo, denotan un interés por la geografía del rostro diverso en estas acuarelas.
Al contemplarlas nos acordamos de manera inevitable de las magistrales representaciones femeninas de los maestros René Portocarrero y Servando Cabrera. Tanto los incontables perfiles femeninos de Portocarrero como los de Servando devienen clásicos dentro del arte cubano, difíciles en igualación por un largo tiempo.
Los rostros de Teresita participan de la frontalidad y anuncian un interés particular por la danza del pincel sobre una superficie que, al humedecerse, absorbe todo derrame de sentido artístico.
Estas acuarelas tienen la peculiaridad de ser poco conocidas en Cuba, nos ha comentado la directora de la Casa Alejandro de Humboldt. Un intimismo lírico emana de estas obras bidimensionales, si bien nuestra mirada encuentre un mayor atractivo en sus retratos escultóricos de cerámica.
Ellos cualifican el estilo de Teresita Gómez Vallejo, porque lo inigualable en esta artista parte de lo tridimensional.Las cerámicas de Teresita apasionan a la mejor mirada, sobre todo sus retratos escultóricos en forma de bustos. De ellos emana la candidez facial, signo cotidiano a la hora de la comparación, la selección y la preferencia por el rostro femenino. Se trata aquí de ensueños de mujeres, da igual si caribeñas o habaneras, que entornan los ojos. Mujeres bajo la tónica del color diverso, con opacidad o con brillo, pero propuestas desde la propia visión femenina. Teresita habla de la mujer desde su condición de mujer. Partiendo de la cerámica, ha retratado caracteres probables que antaño tenían una «óptima» realeza con otros materiales como el mármol. Antes, auxiliados de la paciencia, los artistas extraían de las masas pétreas rostros encantadores. Teresita ha preferido hacerlo por muchos años con las bondades de la arcilla, posteriormente retocada con esmaltes. Y no es de extrañar, porque la nobleza del barro es toda una seducción para más de un artista que sueñe con la tridimensionalidad. Teresita no ha dejado de hacerlo.
Apartadas, depositadas en un pequeño nicho del local de exhibición, se encuentran dos vasijas de cerámica con una doble función: la utilitaria y la artística. Teresita en muchas de sus obras ha sabido conjugar ambas categorías por separado o de manera conjunta. Tal vez, tales intereses sean más verificables en su estudio taller de la calle Obispo, donde lo utilitario y lo artístico conviven en un mismo sitio. O quizás algún día puedan conocerse también con la lectura de los tres tomos de su manuscrito inédito sobre la cerámica.
Pero quien quiera resumir la obra artística y literaria de esta creadora nacida en Santiago de Cuba, en 1940, coincidirá en que esta exposición retrospectiva resulta un gran aproximado a ese empeño.
Como mujer creadora, Teresita ha incursionado por varias vías: la cerámica, la pintura, la televisión y la literatura. El eje de esta muestra ha recaído en sus acuarelas y cerámicas; lo restante puede ser considerado un complemento, incluidos los testimonios fotográficos sobre sus murales.
Felizmente, desde que en 1937 se concretó el primer proyecto oficial de pintura mural en nuestro país —al cual Amelia Peláez aportó una obra de corte cubista—, la participación femenina ha sido ininterrumpida.
Teresita Gómez Vallejo sería uno de esos ejemplos, pues ella ha concebido cerca de treinta obras murales.
Lo mejor que caracteriza a la exposición de esta artista, graduada de la Academia de San Alejandro en 1961, son sus pinturas y cerámicas, las cuales guardan relación con las series Caribeñas y Habaneras. Rostros femeninos, reforzados por elementos naturales y un grácil cromatismo, denotan un interés por la geografía del rostro diverso en estas acuarelas.
Al contemplarlas nos acordamos de manera inevitable de las magistrales representaciones femeninas de los maestros René Portocarrero y Servando Cabrera. Tanto los incontables perfiles femeninos de Portocarrero como los de Servando devienen clásicos dentro del arte cubano, difíciles en igualación por un largo tiempo.
Los rostros de Teresita participan de la frontalidad y anuncian un interés particular por la danza del pincel sobre una superficie que, al humedecerse, absorbe todo derrame de sentido artístico.
Estas acuarelas tienen la peculiaridad de ser poco conocidas en Cuba, nos ha comentado la directora de la Casa Alejandro de Humboldt. Un intimismo lírico emana de estas obras bidimensionales, si bien nuestra mirada encuentre un mayor atractivo en sus retratos escultóricos de cerámica.
Ellos cualifican el estilo de Teresita Gómez Vallejo, porque lo inigualable en esta artista parte de lo tridimensional.Las cerámicas de Teresita apasionan a la mejor mirada, sobre todo sus retratos escultóricos en forma de bustos. De ellos emana la candidez facial, signo cotidiano a la hora de la comparación, la selección y la preferencia por el rostro femenino. Se trata aquí de ensueños de mujeres, da igual si caribeñas o habaneras, que entornan los ojos. Mujeres bajo la tónica del color diverso, con opacidad o con brillo, pero propuestas desde la propia visión femenina. Teresita habla de la mujer desde su condición de mujer. Partiendo de la cerámica, ha retratado caracteres probables que antaño tenían una «óptima» realeza con otros materiales como el mármol. Antes, auxiliados de la paciencia, los artistas extraían de las masas pétreas rostros encantadores. Teresita ha preferido hacerlo por muchos años con las bondades de la arcilla, posteriormente retocada con esmaltes. Y no es de extrañar, porque la nobleza del barro es toda una seducción para más de un artista que sueñe con la tridimensionalidad. Teresita no ha dejado de hacerlo.
Apartadas, depositadas en un pequeño nicho del local de exhibición, se encuentran dos vasijas de cerámica con una doble función: la utilitaria y la artística. Teresita en muchas de sus obras ha sabido conjugar ambas categorías por separado o de manera conjunta. Tal vez, tales intereses sean más verificables en su estudio taller de la calle Obispo, donde lo utilitario y lo artístico conviven en un mismo sitio. O quizás algún día puedan conocerse también con la lectura de los tres tomos de su manuscrito inédito sobre la cerámica.