El Día de Muertos, celebrado el primero de noviembre en la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, fue recordada la figura de la mexicana Frida Kahlo (1907-1954), artista célebre y universal.
La pintura de Frida huele a barro, a maíz, a jade, a semilla, a surco, a nube, a justicia, a compromiso, pero también a dolor… y a esperanza.
Sobre Frida Kahlo, escribió Juan O’Gorman: «Su ser estaba hecho de amor a la materia, amor a la patria, amor a los niños, amor a la gente, amor a Diego, amor a su familia, amor a las piedras, amor a las plantas, amor a los animales, amor al color, amor al paisaje y este amor lo convirtió en pintura».
¿Quién fue Frida? O mejor dicho, ¿quién es Frida?
En más de un sentido, es México hecho mujer.
Es una amalgama de voluntad y de fuerza creativa portentosa, casi telúrica. Es un amor desbordante con un pincel en la mano, con una paleta de colores que recrea sus universos internos, no pocas veces teñidos de tragedia, acudiendo a las formas más genuinas de expresión de lo popular. En el fondo de sí misma Frida encuentra el alma de México expresada en los retablos populares, en los colores explosivos, en la asociación de formas bajo una lógica ancestral profundamente enraizada en la Tierra mexicana, esa Tierra que nuestros antepasados representaron como una diosa tremenda, madre y muerte, dadora y devoradora de vida.
La pintura de Frida huele a barro, a maíz, a jade, a semilla, a surco, a nube, a justicia, a compromiso, pero también a dolor… y a esperanza y fuerza y valentía. Rota en su interior, como rota también había sido su patria un siglo antes, convirtió su sufrimiento en amor a través de la alquimia de los colores, de mezclar en su crisol selvas y soles, aves y trajes fabulosos, judas de cartón y la obsidiana de los collares antiguos, su pasión por Diego y su indómita militancia comunista. Sus autorretratos son rostros de México, su biografía se confunde con nuestra propia historia. Cada una de sus pinturas lo es de cada mexicano. ¡Tan hondo ha calado en ese pueblo que tanto, a su vez, la había marcado a ella!Para nosotros, no hay un México antes y después de Frida. Ella siempre ha estado ahí como las pirámides, como los volcanes, como el conejo de la luna, como Posada, como nuestras calaveras de azúcar, como su Diego, hoy tan nuestro como ella.
Y hoy, desde luego, está presente aquí, en La Habana; en una ofrenda que estoy seguro disfruta como nadie compartir con Antonia Eiriz, al igual que nosotros disfrutamos el poder festejar con todos ustedes, cubanos y mexicanos juntos, nuestras tradiciones más queridas.
Muchas gracias a todos.
(Palabras sobre Frida Kahlo en la presentación de la ofrenda por el Día de Muertos, leídas el primero de noviembre de 2004 en la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez).
¿Quién fue Frida? O mejor dicho, ¿quién es Frida?
En más de un sentido, es México hecho mujer.
Es una amalgama de voluntad y de fuerza creativa portentosa, casi telúrica. Es un amor desbordante con un pincel en la mano, con una paleta de colores que recrea sus universos internos, no pocas veces teñidos de tragedia, acudiendo a las formas más genuinas de expresión de lo popular. En el fondo de sí misma Frida encuentra el alma de México expresada en los retablos populares, en los colores explosivos, en la asociación de formas bajo una lógica ancestral profundamente enraizada en la Tierra mexicana, esa Tierra que nuestros antepasados representaron como una diosa tremenda, madre y muerte, dadora y devoradora de vida.
La pintura de Frida huele a barro, a maíz, a jade, a semilla, a surco, a nube, a justicia, a compromiso, pero también a dolor… y a esperanza y fuerza y valentía. Rota en su interior, como rota también había sido su patria un siglo antes, convirtió su sufrimiento en amor a través de la alquimia de los colores, de mezclar en su crisol selvas y soles, aves y trajes fabulosos, judas de cartón y la obsidiana de los collares antiguos, su pasión por Diego y su indómita militancia comunista. Sus autorretratos son rostros de México, su biografía se confunde con nuestra propia historia. Cada una de sus pinturas lo es de cada mexicano. ¡Tan hondo ha calado en ese pueblo que tanto, a su vez, la había marcado a ella!Para nosotros, no hay un México antes y después de Frida. Ella siempre ha estado ahí como las pirámides, como los volcanes, como el conejo de la luna, como Posada, como nuestras calaveras de azúcar, como su Diego, hoy tan nuestro como ella.
Y hoy, desde luego, está presente aquí, en La Habana; en una ofrenda que estoy seguro disfruta como nadie compartir con Antonia Eiriz, al igual que nosotros disfrutamos el poder festejar con todos ustedes, cubanos y mexicanos juntos, nuestras tradiciones más queridas.
Muchas gracias a todos.
(Palabras sobre Frida Kahlo en la presentación de la ofrenda por el Día de Muertos, leídas el primero de noviembre de 2004 en la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez).