Oficio e inspiración caracterizan el quehacer de Antonio Barcala (La Habana, 1956), creador de piezas cuyo exquisito diseño y factura son capaces de hacer variar el criterio de quienes dudan en calificar a la joyería como arte.
Dijes, aretes, colgantes, rosarios y frascos de perfume surgen de sus manos –esplendorosos siempre– en tarro, hueso, nácar, ébano, plata, oro... materiales a los que hermosean muchas veces corales, piedras semipreciosas y, en ocasiones, algunos grabados.
«Yo asumo la joya desde el punto de vista de la escultura, pues se trata de un mismo concepto de la forma. De ahí que me proponga como reto el aplicar las técnicas escultóricas a la joyería», apunta el artista.
Concibe las piezas a partir de bocetos previos, sobre todo aquellas que requieren un estudio preliminar, como son las destinadas a lugares con un sello característico. Es el caso –entre otros– del Hotel Raquel (joyería hebrea) y de las tiendas Perfumería Habana 1791 (joyas perfumadores) y Colección Habana (joyas exclusivas).
Las profesiones que domina Barcala (ajustador herramentista, metrólogo, relojero...) han sido decisivas para su incursión en las diferentes manifestaciones de la orfebrería, mientras que su destreza manual en el manejo de piezas pequeñas le ha permitido un hábil desempeño en la joyería.
«La orfebrería la fui desarrollando como una necesidad de crear; todo fue de forma autodidacta. En 1993 comencé en la Asociación Hermanos Saíz, en La Madriguera, trabajando con carey, haciendo flores de latón, mariposas de conchas de mejillones... Luego, en 1994, me vinculé a la Asociación Cubana de Artistas Artesanos (ACAA), y en 1997, a través de la Congregación de Plateros de La Habana San Eloy, a la Casa de la Orfebrería (Oficina del Historiador de la Ciudad)».
Barcala reconoce la contribución de esta última entidad a su consolidación definitiva como creador gracias a su programa de conferencias, talleres, cursos, visitas a museos, encuentros con orfebres italianos, consulta de bibliografía especializada, así como encuentros e intercambio con maestros joyeros.
Tal y como ha sucedido en otras manifestaciones artísticas a través del tiempo, al observar la obra de Barcala, uno se percata de cómo apropiándose de influencias cubanas y foráneas de cualquier época, él ha encontrado su propio código, materializado en piezas que pueden codearse con lo mejor de la orfebrería contemporánea.
Otro aspecto no menos importante fue la relación profesional con el grabador y diseñador Guillermo Espinosa y los lapidarios Diego y Raúl Castillo, con cuya colaboración irrumpió Barcala en el trabajo con piedras cubanas. También debe la profundización en la soldadura –técnica que emplea junto al cincelado y repujado– a la vinculación con los joyeros Rodolfo y Francisco Fernández Rivero, con quienes ha trabajado junto a Evelio Núñez.
Aunque le atraen los temas abstractos y aquellos relacionados con motivos submarinos y el microcosmos, lo que más cautiva a Barcala son las inmensas posibilidades del trabajo del orfebre vinculado a la perfumería. De hecho, ha sido distinguido varias veces con premios y menciones en el concurso «Arte y Perfumería», que organizan la Perfumería 1791, la Casa de la Orfebrería y la revista Opus Habana.
Obras suyas han sido seleccionadas para obsequiar a importantes personalidades, entre las que se halla su Toda Santidad Bartolomeo, Patriarca Ecuménico de Constantinopla.
Una cruz bizantina, realizada con xilópalo de palma real y rematada con oro 18 en las puntas, fue la pieza confeccionada por Barcala para ofrendarla a esa autoridad de la iglesia ortodoxa griega durante su visita a La Habana en enero de 2004.

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