Para la muestra «De Valigia in Cuba», exhibida en 2000 en la galería del Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño (Luz y Oficios, Habana Vieja), 38 artistas cubanos y cerca de 40 de once de países europeos realizaron valijas que dialogaron con el mundo, la nostalgia, la soledad, el olvido, la eternidad...
A través de un lenguaje infinito y diverso, cada una de las piezas renegó, transgredió, interpeló, indagó, comunicó su mensaje, anclado casi siempre a la idea del retorno y la partida.
Ha sido el viaje aquella mágica obsesión que, a través de los siglos, atrapara al hombre y su destino. Sin embargo, cuando se habla de viaje, ruta, camino, aventura... asalta la presencia de un ser muy ligado a él: la valija, que –lejos de parecer colgada, distante y aparentemente ajena– anuncia la presencia del viajero, y, más que alegrías o penas, traduce el sentido de su travesía, su periplo, y hasta de su azaroso itinerario, el andado o el por recorrer.
{mosimage}Así, bajo la rúbrica «De Valigia in Cuba», en 2000 confluyeron en la galería del Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño (Luz y Oficios, Habana Vieja) un grupo de valijas que –recreadas por 38 artistas cubanos y cerca de 40 de once países europeos– expresan la mirada del otro o la del uno, como un apéndice y fiel prolongación de quien, tras bambalinas, aguarda su entrada a escena.
«Setenta y cinco años después de la revolución en el arte cubano, los artistas que residen y producen en Cuba ofrecen una mirada actual, honesta y disímil de la Isla; los que se reúnen en esta muestra lo hacen a través de un concepto único: el viaje, y de un símbolo recurrente: la valija», apuntó en el catálogo la especialista Silvia Llanes, curadora de la exposición.
Protagonistas en esta ocasión, más que objetos amarrados a un sentido exclusivamente utilitario, las trasmutadas valijas dialogaron con el mundo, la nostalgia, la soledad, el olvido, la eternidad... A través de un lenguaje infinito y diverso, cada una de ellas renegó, transgredió, interpeló, indagó, comunicó su mensaje, anclado casi siempre a la idea del retorno y la partida.
Pintores, dibujantes, ceramistas y grabadores, volcados en el crisol de formas que le brindó el soporte utilizado, apresaron el significado intrínseco de la valija. Equipaje que, por momentos, se configuró cual respuesta a las más recurrentes interrogantes del individuo.
Entre las temáticas, «el viaje externo: la valija diáspora» –en términos de Silvia Llanes– mereció la atención de muchos de los artistas cubanos participantes. Tal fue el caso de las obras de Eduardo Abela, Sandra Ramos, Alicia de la Campa, Sinecio Cuétara, Eduardo Marzall y Ángel Rogelio Oliva. Mientras que otros emprendieron «el viaje interno: la valija alma»: Carlos Guzmán, Hugo Ascuy, Montes de Oca, Yamilis y Jacquelin Brito... {mosimage}Fueron igualmente significativas las obras que hurgaron en «Las memorias nacionales, el viaje a casa: la valija Cuba». Con ellas se inició un tránsito por la historia y el presente de la realidad cubana, para detenerse en aquellos tópicos que conforman nuestra identidad. En tal sentido, varios creadores colmaron sus valijas de sueños, aspiraciones, y sobre todo, de los pasajes de la cotidianidad, configurados a partir de escenas triviales. La poética de la naturaleza también halló su lugar en el viaje, esta vez en la valija de Zaida del Río.
Entretanto, «la valija mujer» guardó para sí los remanentes de una travesía por el universo de lo femenino. Entre tierno y agudo resultó el equipaje de Elsa Mora, revestido con imágenes de la memoria.
Dirigido por Gianpaolo D'Andrea Verdecia, el proyecto «De Valigia» se presentó por primera vez en la Casa Pin (Venecia) el 11 de noviembre de 1993. Desde sus inicios, han participado en él doscientos cincuenta artistas europeos, entregando un precioso testimonio de un trabajo que representa la herencia cultural del Viejo Continente en el final del siglo XX.
«Durante siete años, un tema: la maleta, ha servido como denominador común para unir artistas de diversas partes de Europa y para mostrar a través de su interpretación de un objeto símbolo tan determinante en la vida del individuo, su concepción del mundo y del arte», afirmó Gianpaolo en la presentación del catálogo de la exposición.
{mosimage}Así, bajo la rúbrica «De Valigia in Cuba», en 2000 confluyeron en la galería del Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño (Luz y Oficios, Habana Vieja) un grupo de valijas que –recreadas por 38 artistas cubanos y cerca de 40 de once países europeos– expresan la mirada del otro o la del uno, como un apéndice y fiel prolongación de quien, tras bambalinas, aguarda su entrada a escena.
«Setenta y cinco años después de la revolución en el arte cubano, los artistas que residen y producen en Cuba ofrecen una mirada actual, honesta y disímil de la Isla; los que se reúnen en esta muestra lo hacen a través de un concepto único: el viaje, y de un símbolo recurrente: la valija», apuntó en el catálogo la especialista Silvia Llanes, curadora de la exposición.
Protagonistas en esta ocasión, más que objetos amarrados a un sentido exclusivamente utilitario, las trasmutadas valijas dialogaron con el mundo, la nostalgia, la soledad, el olvido, la eternidad... A través de un lenguaje infinito y diverso, cada una de ellas renegó, transgredió, interpeló, indagó, comunicó su mensaje, anclado casi siempre a la idea del retorno y la partida.
Pintores, dibujantes, ceramistas y grabadores, volcados en el crisol de formas que le brindó el soporte utilizado, apresaron el significado intrínseco de la valija. Equipaje que, por momentos, se configuró cual respuesta a las más recurrentes interrogantes del individuo.
Entre las temáticas, «el viaje externo: la valija diáspora» –en términos de Silvia Llanes– mereció la atención de muchos de los artistas cubanos participantes. Tal fue el caso de las obras de Eduardo Abela, Sandra Ramos, Alicia de la Campa, Sinecio Cuétara, Eduardo Marzall y Ángel Rogelio Oliva. Mientras que otros emprendieron «el viaje interno: la valija alma»: Carlos Guzmán, Hugo Ascuy, Montes de Oca, Yamilis y Jacquelin Brito... {mosimage}Fueron igualmente significativas las obras que hurgaron en «Las memorias nacionales, el viaje a casa: la valija Cuba». Con ellas se inició un tránsito por la historia y el presente de la realidad cubana, para detenerse en aquellos tópicos que conforman nuestra identidad. En tal sentido, varios creadores colmaron sus valijas de sueños, aspiraciones, y sobre todo, de los pasajes de la cotidianidad, configurados a partir de escenas triviales. La poética de la naturaleza también halló su lugar en el viaje, esta vez en la valija de Zaida del Río.
Entretanto, «la valija mujer» guardó para sí los remanentes de una travesía por el universo de lo femenino. Entre tierno y agudo resultó el equipaje de Elsa Mora, revestido con imágenes de la memoria.
Dirigido por Gianpaolo D'Andrea Verdecia, el proyecto «De Valigia» se presentó por primera vez en la Casa Pin (Venecia) el 11 de noviembre de 1993. Desde sus inicios, han participado en él doscientos cincuenta artistas europeos, entregando un precioso testimonio de un trabajo que representa la herencia cultural del Viejo Continente en el final del siglo XX.
«Durante siete años, un tema: la maleta, ha servido como denominador común para unir artistas de diversas partes de Europa y para mostrar a través de su interpretación de un objeto símbolo tan determinante en la vida del individuo, su concepción del mundo y del arte», afirmó Gianpaolo en la presentación del catálogo de la exposición.