Dibujos, esculturas y obras gráficas del artista inglés Henry Moore fueron vistas en la exposición itinerante «Henry Moore: hacia el futuro», abierta al público cubano hace alrededor de una década en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. Además, a varias regiones de América Latina fue llevada esta muestra que organizó la Fundación que honra y promueve la labor artística de este gran escultor.
Unos 42 dibujos, 30 gráficas y 51 figuras conformaron la muestra «Henry Moore: hacia el futuro», cuyo itinerario comenzó por La Habana y prosiguió por Bogotá, Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile.
La exposición itinerante «Henry Moore: hacia el futuro», abierta entre febrero y abril en el Centro Wifredo Lam, puede considerarse una de las ofertas artísticas de mayor relieve durante el presente año en Cuba.
Se trata de la muestra más ambiciosa que ha organizado la Fundación con el nombre de ese escultor inglés, fallecido en 1986, y debe concluir su peregrinar por países de América Latina en fecha próxima al centenario de su nacimiento (30 de julio de 1898).
Unos 42 dibujos, 30 gráficas y 51 figuras integran la retrospectiva, cuyo itinerario comenzó en La Habana y ha seguido luego por Bogotá, Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile, basada en el principio sostenido por Moore de transmitir al público el amor por la escultura.
Fiel al criterio de que «la expresión escultural completa es la forma en toda su plenitud espacial», este artista estructuró siempre su obra con una evidente preocupación por la concepción humanista, a partir de conjugar de manera armónica los lenguajes figurativos y abstracto.
A esa línea incorporó la relación de apariencia y ritmo de la naturaleza, insertando a veces sus esculturas en espacios abiertos, como el Bretón Country Park, visitado anualmente por alrededor de 300 000 personas.
Durante la posguerra, Moore se consolidó al frente del arte contemporáneo, aunque ya desde finales de los años 20 era activo expositor en Zurich, Nueva York, Florencia, Hong Kong y Nueva Delhi. Precisamente la serie de dibujos sobre refugiados en el metro de Londres, con imágenes perdurables de la II Guerra Mundial, fue el escalón para su éxito.
Reanimador del ambiente cultural de la Gran Bretaña de su generación, Moore obtuvo desde entonces gran consenso alrededor de su trabajo. Esta convergencia quizás se deba a la comprensión de las amplias posibilidades de la madera, la piedra, la cerámica o el bronce, potenciadas en todas sus virtudes; y a la interpretación, en esos materiales, de los conceptos del arte prehistórico y precolombino, de la escultura egipcia así como de las obras sajonas y románicas de los templos ingleses.
Activista por la paz y el progreso, Moore mereció premios en todos los continentes. El de la Segunda Bienal de Sao Paulo de 1953 confirmó sus profundas afinidades con Latinoamérica, revitalizadas en esta exposición que estimuló la apreciación de las bellas artes en el Centro Histórico.
Se trata de la muestra más ambiciosa que ha organizado la Fundación con el nombre de ese escultor inglés, fallecido en 1986, y debe concluir su peregrinar por países de América Latina en fecha próxima al centenario de su nacimiento (30 de julio de 1898).
Unos 42 dibujos, 30 gráficas y 51 figuras integran la retrospectiva, cuyo itinerario comenzó en La Habana y ha seguido luego por Bogotá, Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile, basada en el principio sostenido por Moore de transmitir al público el amor por la escultura.
Fiel al criterio de que «la expresión escultural completa es la forma en toda su plenitud espacial», este artista estructuró siempre su obra con una evidente preocupación por la concepción humanista, a partir de conjugar de manera armónica los lenguajes figurativos y abstracto.
A esa línea incorporó la relación de apariencia y ritmo de la naturaleza, insertando a veces sus esculturas en espacios abiertos, como el Bretón Country Park, visitado anualmente por alrededor de 300 000 personas.
Durante la posguerra, Moore se consolidó al frente del arte contemporáneo, aunque ya desde finales de los años 20 era activo expositor en Zurich, Nueva York, Florencia, Hong Kong y Nueva Delhi. Precisamente la serie de dibujos sobre refugiados en el metro de Londres, con imágenes perdurables de la II Guerra Mundial, fue el escalón para su éxito.
Reanimador del ambiente cultural de la Gran Bretaña de su generación, Moore obtuvo desde entonces gran consenso alrededor de su trabajo. Esta convergencia quizás se deba a la comprensión de las amplias posibilidades de la madera, la piedra, la cerámica o el bronce, potenciadas en todas sus virtudes; y a la interpretación, en esos materiales, de los conceptos del arte prehistórico y precolombino, de la escultura egipcia así como de las obras sajonas y románicas de los templos ingleses.
Activista por la paz y el progreso, Moore mereció premios en todos los continentes. El de la Segunda Bienal de Sao Paulo de 1953 confirmó sus profundas afinidades con Latinoamérica, revitalizadas en esta exposición que estimuló la apreciación de las bellas artes en el Centro Histórico.