Hay un detalle en los muros de las fortalezas de nuestra Ciudad que suele pasar inadvertido para muchos y constituye una verdadera joya de la naturaleza cubana, mantenida durante siglos.
Se trata de un exponente de planta autóctona de Cuba, que, mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón, formaba ya parte de la vegetación oriunda de la zona que ocupara más tarde la villa de San Cristóbal de La Habana.

Hay un detalle en los muros de las fortalezas de nuestra Ciudad que suele pasar inadvertido para muchos y constituye una verdadera joya de la naturaleza cubana, mantenida durante siglos.
En las paredes del Castillo de la Real Fuerza –donde en lo alto de la torre de Homenaje se encuentra ubicada La Giraldilla–, plantas con hojas aterciopeladas color verde claro, de un elegante porte algo colgante, cubren prácticamente la superficie del foso. Se trata de una especie de la familia botánica de las Gesneriáceas, cuyo nombre científico es Rhytidophylum crenulatum. En Cuba, otras especies del mismo género son conocidas en el argot popular como «Boquita de león». Este nombre vernáculo se debe a la forma de las flores de la mayoría de las Gesneriáceas, cuya principal característica es la de ser acampanadas, formando un tubo por la fusión de sus pétalos, de manera que el extremo superior nos recuerda una boca abierta.
 La familia botánica de las Gesneriáceas abarca aproximadamente 1 200 especies distribuidas en las regiones tropicales y subtropicales. Entre estas especies hay numerosas plantas con un alto valor ornamental como las Episcias, también conocidas como «Lacito de amor» o «Violetas africanas».
Se trata de un exponente de planta autóctona de Cuba, que, mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón, formaba ya parte de la vegetación oriunda de la zona que ocupara más tarde la villa de San Cristóbal de La Habana. El hábito de vida de esta planta es rupícola; crece sobre rocas, en pequeñas grietas donde se deposita algo de materia orgánica por la descomposición de hojas caídas de la vegetación circundante. De ahí que ésta y otras especies de Gesneriáceas habiten en farallones rocosos como los que conformaban el paisaje natural de la región.
Con la destrucción del ecosistema en que durante siglos creció Rhytidophylum crenulatum, ésta ha buscado refugio en los paredones calcáreos de los muros del Castillo de la Real Fuerza, y ahí se mantiene de manera perpetua como una verdadera joya de la flora cubana que debemos conservar.

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