Algunos de los misterios de ríos y cuencas de distintas zonas geográficas del planeta pueden redescubrirse en el Aquarium del Centro Histórico, un lugar donde la belleza es reina, y el amor por la naturaleza, aliento.
Biajacas y guajacones de ríos cubanos, peleadores y carpas asiáticas, tilapias y joyas africanas, tetras de Suramérica, escalares del Amazonas y otras especies se muestran tras los cristales de siete peceras.

 En la segunda mitad del siglo XIX, el naturalista cubano Felipe Poey aconsejó al gobierno de la época sobre la importancia de criar y reproducir artificialmente peces de agua dulce. Alvaro Reynoso, por su parte, escribía en un ensayo aparecido en la publicación española Los progresos de las ciencias, acerca de la necesidad de poblar con estas especies los ríos y lagunas de la Isla. Un deseo de muchos criollos y peninsulares que, sin embargo, fue silenciado por las autoridades oficiales.
Más de cien años después, la ciudad de plazas empedradas y casonas coloniales, celebra las previsiones de Poey y los otros hombres de ciencia con la apertura de un acuario. Este primer centro ecológico de la Habana antigua, creado por la Oficina del Historiador, abrió sus puertas en el número 9 de la calle Teniente Rey, entre Oficios y Mercaderes.
Algunos de los misterios de ríos y cuencas de distintas zonas geográficas del planeta pueden redescubrirse en el Aquarium del Centro Histórico, un lugar donde la belleza es reina, y el amor por la naturaleza, aliento. Como verdadera incitación al estudio y conservación del medio acuático, se revela esta institución creada recientemente por la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Tras los cristales de siete peceras, distribuidas en un área de 120 m2, viven más de noventa especies de peces de agua dulce, moluscos, crustáceos y plantas. Allí se entremezclan el amarillo, el rosa o el plata de los peces con el verde de la vegetación y el azul de las  paredes. Biajacas y guajacones de los ríos cubanos, peleadores y carpas asiáticas, tilapias y joyas africanas, tetras de Suramérica, escalares del Amazonas y otras tantas especies se reproducen en estos estanques, dominados por transparencias, contrastes y juegos de agua.
Dentro del bullicio de la ciudad viva, dada la comunión entre la música, la luz, el color y el canto de los peces, desde el silencio de sus aguas dulces, el Aquarium se convierte en auténtico refugio para viajeros y citadinos, así como en sitio ideal para la contemplación. Es revelación y conocimiento para los niños de las escuelas y aulas-museos de la zona; un lugar de mansedumbre azul al que también asisten los pequeños del Centro de Rehabilitación Integral para la Edad Pediátrica y donde los ancianos de la comunidad viven una de las mejores terapias de relajación.
Conferencias, talleres especializados, proyecciones de videos, encuentros educativos, así como disertaciones grabadas para los ciegos y débiles visuales, hacen de este acuario un centro cultural y científico en el que confluyen estudiosos y amantes de la piscicultura.

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