Revisión general de las costumbres públicas entre 1933 y 1938, «comparándolas con las de tiempos anteriores, a fin de descubrir si éstas han mejorado o empeorado, o si nos encontramos en igual situación».

«…en estos cinco años no han variado en absoluto las costumbres públicas cubanas, pues aunque aparentemente hayan surgido algunas costumbres y tipos nuevos, éstas y aquéllos son más bien variantes o transformaciones de los que ya existían antes del 12 de agosto de 1933».

No podía faltar en este número rememorativo del quinto aniversario del 12 de agosto de 1933, el análisis y estudio costumbristas de esos cinco años transcurridos desde la caída de la tiranía machadista hasta los días presentes.
Otros enjuiciarán dicho lustro en su carácter de políticos, gobernantes, estadistas, o como jefes o líderes de partidos o agrupaciones, o como participantes en la campaña oposicionista desenvuelta contra el desgobierno de Machado.
A este Curioso Parlanchín toca hacer, en rápido bosquejo, una revisión general de las costumbres públicas de la referida época, comparándolas con las de tiempos anteriores, a fin de descubrir si éstas han mejorado o empeorado, o si nos encontramos en igual situación que cuando se produjo, hace cinco años, la huída, por escotillón —que en este caso fue por aeroplano— de Gerardito y sus amigos.
Si el lector ha tenido la paciencia de seguir, semana tras semana, estas Habladurías y recuerda, además, las que publicábamos durante los años machadistas, y se coloca durante unos minutos en la interesante y bastante incomoda actitud de El Pensador de Rodin, ha de llegar, sin gran esfuerzo, a la conclusión de que en estos cinco años no han variado en absoluto las costumbres públicas cubanas, pues aunque aparentemente hayan surgido algunas costumbres y tipos nuevos, éstas y aquéllos son más bien variantes o transformaciones de los que ya existían antes del 12 de agosto de 1933.
El panorama político nacional nos ofrece, más o menos, los mismos partidos de ayer, y tan partidos como ayer, aunque algunos hayan variado de nombre, o de collar, pero los personajes, o los perros, son idénticos.
Y para que la semejanza entre antaño y ogaño sea aún mayor, nos encontramos con que esos partidos practican aquella famosa y aprovechada formula del cooperativismo desde el Poder, que sirvió de puntal y de manto camouflageador a todas las barbaridades del machadismo.
Hoy como ayer se invoca en defensa de ese cooperativismo, la salvación de la patria, pero hoy como ayer resulta que los que se salvan son los máximos muñidores de la susodicha doctrina política utilitarista, que en el fondo no tuvo, ni tiene, otra finalidad que el amigable reparto entre unos cuantos señores, de puestos, botellas, posiciones, colecturías, prebendas, canonjías, negocios, etc., etc., a costa del tesoro público y en perjuicio del siempre —ayer como hoy— pagano y atropellado Liborio.
Ogaño como antaño, esos partidos políticos siguen dirigidos por la camarilla de líderes, caciques y congresistas, vueltos de espaldas a la masa de correligionarios. Y algunos de ellos, por esta actitud de sus dirigentes, no poseen más correligionarios que aquellos afortunados que pueden disfrutar de algún puestecito en alguna de las oficinas publicas. Y se sigue hablando, todavía, al igual que hace cinco años, de si será conveniente o no la reorganización de esos partidos, opinando muy seriamente algunos connotados políticos que la tal reorganización no debe llevarse a cabo, pues ocasionaría gran trastorno en el país, perturbando el delicioso estado de paz bucólica de que hoy disfrutamos.
En lo que se refiere a problemas electorales, todo está igual… parece que fue ayer. Las últimas elecciones resultaron un modelo perfecto de chanchullos, bravas, forros y falseamiento de la voluntad de los pocos electores que a ellas acudieron. Han pasado varios
meses y todavía no se sabe quiénes han salido electos representantes en esta provincia de La Habana; y eso que las piñas, los cartabones y las combinaciones fueron tan abundantes como en época de Machado, y el dinero corrió de manera pródiga como causa y razón única para lograr la conquista de muchas actas de padres de la patria.
Del Congreso… ¿qué voy a decir ahora que ya no lo haya dicho mil y una veces en Habladurías publicadas hace cinco años?
Basta hojear la Prensa diaria y semanal para convencerse hasta la saciedad de que no hemos variado un ápice en la mala costumbre legislativa de votar leyes y más leyes en sesiones interminables, durante las horas de la noche, que en nada benefician al país, pero que sí favorecen extraordinariamente a los respetables… padrastros de la República. Ya éstos se confiesan públicamente autores de espantosas irregularidades, aunque cargándoles el sambenito a otros compañeros; y se verifican repartos jugosos de comisiones y tantos por ciento; y aparecen aprobadas leyes personalistas que algunos padres de la patria no recuerdan que se discutieran ni votaran en la sesión en que así consta oficialmente, no obstante haber asistido a la misma sin dar siquiera un cabezazo ni ausentarse, del hemiciclo; y se votan amnistías para gusto y capricho de los parientes o amigos de los señores congresistas, tal como acaba de ocurrir con la última de estas leyes, en la que, al decir del periódico tan sesudo como Diario de la Marina, casi todos los artículos «aparecían con un marcado sello personalista y sólo les faltaba expresar el nombre del individuo que habría de beneficiar», introduciéndose, además, y por si fuera poco lo anterior, enmiendas como éstas: «que el agresor tuviera un pariente recluido en Mazorra o que el proyectil que causó la muerte fuera de calibre 22»; y hasta se han votado y se trata de seguir votando —igualito que ayer— leyes de remache o convalidación electoral para impedir prosperen los recursos y apelaciones establecidos contra los grandes y numerosos desaguisados de los últimos comicios. En una palabra, el Capitolio no ha perdido el alias, que apenas construido comenzó a darle el público, del «Capitolio más inútil y costoso del mundo» y «el Panteón Nacional»; pues si el enchape de oro de la cúpula ya no tiene el brillo de que gozaba al inaugurarlo, estos alias gozan cada día de más rutilante esplendor.
Debemos anotar una novedad en cuestiones políticas. Y no es otra que el voto femenino; pero esta novedad, así como la de disfrutar ya las mujeres del privilegio de poder llegar a madres de la patria y a alcaldesas, consejeras, concejalas. etc., no se ha traducido en nuevas costumbres políticas, sino que las féminas se han adaptado inmediatamente a las viejas costumbres masculinas en este orden de cosas.
Los presupuestos nacionales han corrido parejos en estos cinco años, en cuanto a desbarajuste y prodigalidad y ausencia de bien público, con los que padecimos durante el machadato, recontrarreafirmándose el juicio, ya expuesto en otras Habladurías, que se forma el costumbrista sobre la verdadera razón de existencia del Estado cubano: la exclusiva satisfacción de las ansias incontenibles que una minoría aprovechada de ciudadanos tiene de vivir, lo mas cómoda y regaladamente posible, a costa del tesoro nacional.
Los mediocres no han dejado de imperar en el gobierno del país, y se continúa aspirando a
los cargos, y desempeñándolos, por el cargo en sí, o sea por el sueldo y lo que se pega, importando poco que no se tenga capacidad técnica de ninguna clase para desempeñarlos.
Se siguen escuchando y leyendo los altisonantes discursos de fuegos artificiales, los manifiestos, los programas y las declaraciones, abundantísimos en palabrería demagógica,
en promesas y juramentos, pero completamente vacíos de buena fe, pureza de intenciones
y conocimiento de los problemas nacionales.
El bluff continúa siendo gran señor que se pasea muy orondo y satisfecho, poseído del importantísimo papel que desempeña en nuestra sociedad, por los salones y despachos de las oficinas públicas, por la sala de pasos perdidos y hemiciclos del Capitolio, por las academias y corporaciones culturales, por las redacciones y columnas de los periódicos, por
las páginas de folletos y libros, y se encarama en la tribuna política, y en la legislativa, lo mismo que en la académica y en los estrados de los tribunales de justicia, e invade con su presencia —todo camelo y figurao— la Universidad, los Institutos y otros centros educativos.
Desde el Palacio Presidencial hasta la última oficina pública, permanece inalterable la clásica costumbre de «derecho de mampara», de que gozan lo mismo el político influyente, el pariente o amigo de los altos funcionarios, que el negociante compuñero de utilidades patriótico-personalistas.
Desde luego que de este derecho —sésamo ábrete de las cuevas de los Ali-Babá criollos— no disfruta el ciudadano anónimo que en vano hará hoy antesala, como ayer, durante días, semanas y meses, sin lograr ser recibido por los altos funcionarios, ni que éstos escuchen sus demandas y sus quejas.
Miles de automóviles oficiales y oficiosos, con choferes y gasolina pagados por el Estado y con chapas de impunidad para el tránsito libre por calles y carreteras, circulan por toda la República, a tal extremo que casi me atrevería a decir que es este Curioso Parlanchín el único cubiche con algún título o cargo —costumbrista profesional— que monta a diario en guaguas y tranvías.
Pero, ¿a qué seguir enumerando todas y cada una de las costumbres públicas que permanecen inalterables, como en tiempos del machadato, a los cinco años del 12 de agosto de 1933?
Sólo me resta dedicar párrafo aparte, como dicen los cronistas sociales cuando quieren hacer mención especial de algún prominente personaje o dama de la alta sociedad, a una costumbre que caracterizó la época machadista, la engendró y la mantuvo, y gracias a la cual pudieron Machado y sus cómplices desenvolver sin trabas de ninguna clase, todo su programa de desafueros políticos, administrativos, económicos y personales: la guataquería.
De nada ha servido el doloroso calvario que Cuba padeció a consecuencia de la guataquería general imperante en aquella época. No hemos escarmentado. Y hoy la guataqueria es flor tan lozana en esta fermosa Isla como lo fue hace un lustro. Y en lugar de ofrecerse orientaciones, consejos y razonadas críticas a los Altos Poderes Gobernantes, se les loa hasta la estratosfera de los superlativos ditirámbicos, agitando ante ellos a todas horas el botafumeiro de la adulación y del servilismo…

Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964

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