En este artículo, primero de una saga de seis, el historiador aclara sobre el «llamado descubrimiento de América, o mejor dicho, la llegada de Cristóbal Colón, con un grupo de españoles, a las tierras que hasta el siglo XIX fueron denominadas Indias Occidentales, o sea el Nuevo Mundo, ya pobladas, muchas de ellas, como lo estaba Cuba, desde milenios atrás, por razas de culturas y civilizaciones diversas, y algunas de extraordinario perfeccionamiento». Hemos querido hacer esta aclaración porque no hace mucho fue presentado en la Cámara de Representantes de nuestra República un proyecto de ley declarando día de fiesta nacional el 28 de octubre, por ser ésa «la fecha del descubrimiento de la isla por Colón»; lo cual, como acabamos de ver, es incierto. Debe precisarse, pues, si lo que se quiere celebrar es el día del «descubrimiento» o del «desembarco».

En este próximo mes de octubre se cumplirá el noveno cincuentenario del llamado descubrimiento de América, o mejor dicho, la llegada de Cristóbal Colón, con un grupo de españoles, a las tierras que hasta el siglo XIX fueron denominadas Indias Occidentales, o sea el Nuevo Mundo, ya pobladas, muchas de ellas, como lo estaba Cuba, desde milenios atrás, por razas de culturas y civilizaciones diversas, y algunas de extraordinario perfeccionamiento, que fueron conquistadas por los invasores del Viejo Mundo.
La tragedia bélica que hoy padece todo el orbe y que de Europa y Asia fue proyectada hacia América, no es clima adecuado para que este continente se entregue a la alborozada rememoración de esa trascendental efemérides, pero si permitirá, al menos, que los americanos recordemos la aventura extraordinaria del nauta inmortal que hizo posible la incorporación de todo un mundo a la civilización occidental y el prodigioso florecimiento en estas tierras, tan fértiles en lo material, de los principios e ideas de libertad humana, de civilización, de cultura y de progreso, que la barbarie
absolutista totalitaria del mundo antiguo pretende ahora abatir a sangre y fuego, para mejor realizar sus propósitos de dominación y explotación universales.
Nuestra República se apresta a conmemorar esos relevantes acontecimientos de su historia y de la historia de América con importantísimos actos de carácter cultural;congresos, exposiciones, conciertos, etc.
La Sociedad Cubana de Estudios históricos e Internacionales ha organizado el Primer Congreso Nacional de Historia, que se celebrará en La Habana, del 8 al 12 deoctubre. En los restantes días de ese mes, tendrán efecto el Primer Congreso Internacional de Bibliotecarios, Archiveros y Conservadores de Museos del Caribe y el Primer Congreso Histórico Municipal Interamericano.
Exposiciones de grabados antiguos cubanos, de urbanismo y de cartografía; visitas a lugares históricos de la Republica y otros actos análogos tienen ya señaladasfechas respectivas, así como la inauguración de sendos bustos a Lincoln, Bolívar y Enrique José Varona.
Como propulsora y organizadora entusiasta de estos eventos figura en primera línea la Sociedad Colombista Panamericana.
Participantes directos en esas rememoraciones, no podíamos dejar de sumarnos, también, a las mismas, desde estas páginas de CARTELES, y al efecto, iniciamos hoy estas Acotaciones Colombinas, que esperamos merezcan, por su interés y variedad, la acogida de nuestros lectores.

I

La extraordinaria personatidad de Colón.

Todo cuanto a Cristóbal Colón se refiere, su vida y sus viajes, es motivo, aun en nuestros días, de investigaciones, estudios y polémicas.
Varias ciudades de Italia y España se disputan la gloria de haber sido su cuna, aunque en verdad poca importancia tiene saber cual fue el lugar de nacimiento del genial aventurero que realizó la estupenda hazaña de dar vida a un mundo nuevo, incorporándolo al viejo mundo occidental: suceso, como afirma el historiador inglés F. A. Kirkpatrick en su reciente obra Los conquistadotes españoles, «el más, importante en la historia de los siglos».
No han podido tampoco esclarecerse debidamente ni la forma y circunstancias, en que concibió su portentosa aventura, ni las finalidades en realidad perseguidas, ni los contratiempos y dificultades con que tropezó; ni cómo y por qué logró, al fin, salir airoso en sus planes y emprender su viaje hacia lo desconocido; ni la verdad sobre los incidentes diversos que le ocurrieron en la travesía de su primer viaje; Ni puede identificarse, con exactitud, la ruta que recorrió, ni los lugares que primeramente avistó y en los que desembarcó en el Nuevo Mundo y en Cuba. Y hasta las condiciones en que muere y es enterrado y el destino final de sus cenizas no han sido diafanizados, y tal vez no lo sean nunca.
Son de notar en Colón, por sobre otras cualidades, la fe y la constancia inextinguibles que puso en la realización de la empresa concebida por su mente visionaria; su carácter aventurero; su afición a los viajes; sus estudios sobre las descubrimientos oceánicos que apasionaban a los nautas de la época, principalmente a los portugueses; su práctica y feliz éxito en el comercio marítimo y en el tráfico de esclavos; y su afán de lucro, de enriquecimiento.
Colón no es ni un elegido de Dios, ni un sabio, ni tampoco un vulgar y ambicioso aventurero. Es el idealista práctico. El hombre tenaz, a quien no amedrentan ni desilusionan los contratiempos ni las dificultades. Y es también el hombre de suerte, que después de haber fracasado al pedir apoyo y protección en Portugal y en Francia, llega a la Corte de Isabel y Fernando en los momentos críticos para que sus proyectos armonizaran con las ansias de expansión territorial, comercial y religiosas que animaban entonces el pueblo español.
Bien lejos de sus propósitos el descubrimiento de ese mundo nuevo en que culminó su hazaña; aunque hoy admiten generalmente sus biógrafos y críticos como suprincipal designio, al mismo tiempo que la búsqueda de una ruta más corta, por occidente, para Asia, el hallazgo, también, de nuevas tierras: Cathay o aquel Cipango que Marco Polo situaba «remotamente unido al extremo oriente».
El ansia de aventuras, pero también de honores, poder y riquezas, impulsa a Colón. Así se descubre claramente en las recompensas que exige al rey de Portugal en caso de salir victorioso; y se comprueba en las capitulaciones que firma con los reyes de España, en Santa Fe, el 17 de abril de 1492: el título perpetuo de almirante, para si y sus herederos y sucesores, con todos sus beneficios y preeminencias, «en todas aquellas islas, e tierras firmes, que por su mano e industria se descubrirán o ganaran, en las dichas islas y tierras», trasmisibles a sus herederos, y con la facultad de presentar «para el regimiento de cada una, e cualquier dellas», una terna, para que la Corona escogiese uno, «e1 que más fuere en servicio»; un beneficio a su favor de la «desena parte» de «quales quier mercaderías siquier sean perlas, piedras preciosas, oro, plata, especiería y otras quales quier cosas y mercaderías de qual quier especie, nombre e manera que sea, que se compren, trocasen, fallaren, ganaren, e ovieren dentro de los limites del dicho Alrnirantadgo», después de sacadas las costas, quedando las otras nueve partes para la Corona; reservándose el derecho de conocer, por si o por su teniente, como juez, en todos los pleitos que se promovieren en las islas y tierras por él descubiertas y conquistadas, con motivo de comercio o trato de mercaderías en las mismas; obligándose sólo, y eso «sy quisiere», a contribuir y pagar la octava parte de los gastos de cada expedición comercial que se armase, pero recibiendo la octava parte de los beneficios.
Si tales fueron los objetivos que Colón persiguió, por su parte los Reyes Católicos le prestaron su apoyo animados de propósitos comerciales, políticos y religiosos. Como bien afirma el ya citado Kirkpatrick, «no es simple fantasía el considerar la conquista deAmérica como una continuación de la reconquista de España, como una nueva aventura de dominio expansivo, de fervor religioso y de ánimo lucrativo». Y agrega: «los estandartes reales, izados ahora en las torres de la Alhambra, iban a ondear, al cabo de medio siglo, en los palacios de Montezuma y Atahualpa, pues la guerra contra los Infieles de la Península había de continuarse en la perra contra los gentiles, más allá del Océano».
Aventuras marítimas perseguía Colón; y aventuras politicorreligiosas, Isabel y Fernando; poder y gobierno anhelaban aquél y éstos; afán de lucro guiaba al almirante;y el establecimiento de nuevas vías comerciales y la conquista de otras fuentes de riqueza buscaban los Reyes Católicos.
Como se ve, la razón económica, tanto en Colón como en los monarcas españoles, impulsa, anima, sostiene y lleva a cabo la empresa de ese extraordinario y trascendental acontecimiento histórico, que sin pensarlo ni proponérselo, ni Colón ni los soberanos que le prestaron apoyo, cristalizó en el hallazgo y la conquista del Nuevo Mundo.
La crítica histórica contemporánea ha echado por tierra y destruido gran parte de la leyenda que hasta hace poco envolvió e idealizó las figuras de Colón y de Isabel y Fernando, ofreciéndonos la explicación, menos poética y altruista, pero más humana yexacta del descubrimiento de América. Ya nadie habla del Colón sabio y linajudo elegido por Dios para llevar a cabo la gran misión de conquistar un mundo nuevo para la fe católica; ni tampoco de los Reyes Católicos inspirados tan sólo por el anhelo divino de salvar para el cielo las almas de infieles; ni de la reina mística que facilita esa empresa religiosa, esta «nueva cruzada», empeñando sus joyas, pues está probado que fue D. Luis de Santángel, tesorero de Fernando, quien facilitó los recursos necesarios para costear el primer viaje de Colón.
Pero no por ello pierden, ni Colón, ni Isabel y Fernando, ni la hazaña que uno y otros realizan, el valor y la significación excepcionalmente trascendentales, que en lo político, religioso, económico y social, tiene ese que ya vimos califica Kirkpatrick de «el suceso más importante en la historia de los siglos».

II
E1 primer puerto de Cuba visitado 'por 'Colón. Fechas en que vid tierra y en , que desembarcó.
 
Mucho se ha escrito y debatido por historiadores y geógrafos cubanos y extranjeros acerca de la ruta exacta que recorrió Cristóbal Colon por la costa norte de la isla de Cuba en su primer viaje a las Indias Occidentales, o sea el llamado del «descubrimiento de América», así como el lugar donde el insigne e intrépido nauta desembarcó por vez primera en la Isla de Cuba.
Sobre tan interesantes cuestiones nos limitaremos a ofrecer en líneas generales, y con la brevedad que demanda la índole de este trabajo, sus antecedentes y su estado actual, dando a conocer las diversas opiniones de los más connotados investigadores y estudiosos, y exponiendo, por último, cuál es a nuestro juicio la más concreta y decisiva de las soluciones ofrecidas hasta ahora.
Comenzaremos por citar las diversas opiniones de los tratadistas sobre el lugar de desembarco de Colón en Cuba.
Boca de Carabelas, en la bahía de Sabinal, tesis mantenida por el escritor norteamericano Washington Irving, y seguida por Alejandro de Humboldt y numerosos geógrafos e historiadores cubanos, entre los que figuran Carlos de la Torre, José María de la Torre y Vidal Morales.
Puerto de Naranjo: José Ignacio de Armas.
Puerto Padre: G. V. Fox, R. Cronau, José Silverio Jorrin y Francisco R. Pueyo.
Puerto de Samá: José García de Arboleya.
Bahía de Nipe: J. B. Muñoz, Fernández de Navarrete. A. B. Becher y Guiteras.
Baracoa: Herrera y el pedagogo e historiador Miguel J. Jaume.
Gibara: F. A. Varnhagen, Antonio María Manrique, Herminio C. Leiva, Patricio Montojo, Luis Morales y Pedroso, la Comision especial designada en 1922 por la Sociedad Geográfica de Cuba para conocer del estudio del ingeniero Morales y Pedroso, compuesta por los señores Alberto de Carricarte, José Carlos Millás, Juan M. Lagomasino, José I. del Corral, Enrique J. Montoulieu, Francisco J. Dumois y Miguel Villa, los cuales se pronunciaron en favor de la tesis mantenida en ese trabajo; y el historiador Gerardo Castellanos G.
Bariay: J. Van der Gucht y S. M. Parajón, y el jurado designado por la Sociedad Colombista Panamericana y el Lyceum de La Habana, del que formaron parte los señores Tomás de Jústiz, Fernando Du Bouchet, Alejandro Ruiz Cadalso, Gaspar Maspóns, Luis Fernández Marcané, Joaquín Bosch, Elías Entralgo, Juan del Pino, José M. Chacón y Calvo y Emeterio S. Santovenia, jurado que se limitó a afirmar que «existe una zona de casi segura recalada, que comprende los puertos de Sama, Naranjo, Vita, Bariay, Jururú y Gibara, es decir que uno de ellos debe ser el puerto de San Salvador,» y  que en esta zona «se puede admitir que el mayor número de probabilidades están a favor de Bariay, sin que ello signifique que el jurado indique como cierto dicho puerto».1

Conviene precisar que la fecha exacta del «descubrimiento» de Cuba fue el 27 de octubre de 1492, y no el 28, como afirman algunos, porque, según, se desprende delDiario de Colón, compendiado por Bartolomé de las Casas de los muchos papeles escritos por el mismo Colon —que aquel poseyó, y que fueron copiados por don Martin Fernández de Navarrete de un original de puño y letra del propio Las Casas— el sábado 27, al anochecer, Colón vio la costa de Cuba, o sea, «descubrió» la isla: «Levantó las anclas salido el sol de aquellas islas, que llamó las islas de Arena por el poco fondo que tenían en la parte sur hasta seis lenguas. Anduvo ocho millas por hora hasta la una del día al Sursudueste, y habrían andado cuarenta millas, y hasta la noche andarían veinte y ocho millas al mismo camino y antes de noche vieron tierra».
 Al día siguiente, veinte y ocho, domingo, Colón desembarcó en la isla: «Estuvieron la noche al reparo con mucha lluvia que llovió: Anduvieron el Sábado fasta el poner del sol diez y siete leguas al Sur-sudeste. Fue de allí en demanda de la isla de Cuba al Sursudueste, a la tierra della más cercana, y entró en un río muy hermoso…»
Luego, el día 27 fue el «descubrimiento», y el día 28 el «desembarco».
Hemos querido hacer esta aclaración porque no hace mucho fue presentado en la Cámara de Representantes de nuestra República un proyecto de ley declarando día de fiesta nacional el 28 de octubre, por ser ésa «la fecha del descubrimiento de la isla por Colón»; lo cual, como acabamos de ver, es incierto. Debe precisarse, pues, si lo que se quiere celebrar es el día del «descubrimiento» o del «desembarco».
Pero tampoco el 27 de octubre debiera celebrarse el «descubrimiento» de Cuba, sino trece días después, porque el 27 de octubre que Colón señala en su Diario corresponde al Calendario Juliano, que fue adelantado trece días al realizarse la reforma gregoriana, a fin de armonizar el computo astronómico con el civil. Así resulta que el 27 de octubre de 1936, en que con tan extraordinario entusiasmo se rememoró el aniversario del descubrimiento de Cuba, no hacía 444 años de Cuba había sido «descubierta», sino 44 años menos 13 días; o dicho más claro en este 27 de octubre no podía rememorase el «descubrimiento» de nuestra isla por Colón, porque en la fecha correspondiente le faltaban todavía a Colón 14 días para llegar a Cuba; ese día 14, según
su Diario, Colón lo empleó en rodear por el norte la isla de Guanahaní, que había «descubierto» —primera tierra de América— el día 12.

Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964


Nota
  1 El profesor de Historia de Ea Universidad de Harvard Mr. Samuel Eliot Morison, luego de realizar un vfafe cte estudio y comprobación en busca de la ruta de Colón, pronunció el 10 de julio de 1940 en nuestra Academia de CZencias, y por invitación
de la Soczedad Geografica de Cuba, una znteresante conferencza en la que corroboró las observaciones y deducciones de los seriores Van der Gucht y Parajón, llegando también a la conclusión de que Bariay habia sido e2 prilner puerto de desembarco de Colón en
Cuba. En un libro publicado nq ha mucho, el profesor nwteamerzcano expone minuciosamente su recorrido, y discute y aclara muchos de los puntos de controversia acerca de los viajes del descubridor. Van .der Gucht Parajón, en el numero de CARTELES de octubre 27. de 1940, nos ofrecieron un admirable resumen de sus estudios y observa~ones, acompañado de 2-arios grafzcos y de una foto del "mogote en forma de mezquitu;' que Colón describe .en su Diario—. Nota de la Redacción.

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