Referencia a uno de los paliativos con que se ha querido buscar solución o remedio a los males matrimoniales.
Este sistema de paliativo a los males matrimoniales, conserva, desde luego, el matrimonio, pero con el sacrificio de lo que constituye su verdadera esencia: uno para una y una para uno.

 Empezamos en el artículo anterior a estudiar los diversos paliativos con que se ha querido buscar solución o remedio a los males matrimoniales, por aquellas personas reacias a reconocer y confesar la crisis y el fracaso absolutos y totales de la para ellos venerada institución.
Entre esos paliativos, decíamos, existen unos, que los individuos buscan o practican por sí mismos. Otros, los que se trata de implantar por medios legales.
De los primeros habíamos examinado ya, el más antiguo y generalizado de todos ellos: el amante, dando por sentado la existencia también de la amante.
Nos toca ahora examinar otro paliativo: el triángulo de Maeterlink, llamado así por haber sido el gran escritor belga el que popularizó este sistema de vida matrimonial. Nuestros lectores saben perfectamente en qué consiste: Un hombre casado se enamora de otra mujer, generalmente alguna parienta o amiga de su esposa. Ésta se da cuenta de ello y por no romper el lazo y la vida matrimonial, acepta a la otra en su casa y tolera los nuevos amores de su marido, no abandonando tampoco sus derechos amorosos. Este sistema de paliativo a los males matrimoniales, conserva, desde luego, el matrimonio, pero con el sacrificio de lo que constituye su verdadera esencia: uno para una y una para uno. En este triángulo se realiza una combinación, que podrá llamarse como se quiera, menos matrimonio. La fórmula suele ser: dos para uno, aunque a veces se complica de tal manera que adquiere esta fórmula: tres en uno, y el triángulo, a fuerza de armonía en identificación triplemente recíproca entre las partes que lo componen, resulta equilátero y equiángulo.
Hay otra forma de paliativo algo parecida a la anterior, aunque no tan complicada, pues solamente entran dos elementos, desapareciendo el cuarto de la combinación. La fórmula es: una para una.
Hemos llegado, por fin, a otro paliativo a los males matrimoniales, modernísimo, la última moda, el «grito» en la materia: los matrimonios cambiados.
¿Cómo nace y se desarrolla esta duple forma de amor matrimonial?
En esa intensa vida social, la casualidad hizo que se encontraran y reunieran más frecuentemente que las demás aquellas dos parejas. Amigos las esposas y los maridos, simpatizaron, primero los cuatro; se reunieron, entonces, para salir juntos, ya al cine o al teatro, ya a comidas o a paseos en esos parties de matrimonios a los que dedicamos nosotros hace varios meses un artículo. Poco a poco fueron dándose simultáneamente cuenta, cada marido de la atracción especial que le impulsaba hacia la mujer del otro, y cada esposa hacia el marido de la otra. El obligado cambio al acompañarse en los paseos o en los teatros iba facilitando aquel interesante y complicado duple idilio. Fue un día, el roce de los brazos en el cine, el íntimo contacto en el baile, lo que produjo la mitad del desenlace.
Seguramente, la otra cambiada pareja, notó que deseando y sintiendo lo mismo, se le habían adelantado, y entonces se apresuró a conquistar rápidamente el terreno perdido. Ya las dos están cambiadas. Los cuatro enterados del cambio. No se han dicho nada todavía. Cada uno tolera al otro el cambio, para que a su vez le toleren el suyo. Ninguno se consideraba ofendido, porque no hay engaño. Ninguno cree hacer el ridículo ante la sociedad, porque conscientemente acepta lo que le sucede y además es recompensado con lo análogo que él realiza. Empieza para los cuatro un idilio maravilloso. Noche tras noche, saldrán juntos, a comer, al teatro, al cine, a bailes. Inventarán paseos y excursiones a sitios de campo, a cafetines y fondas de los barrios extremos o de pueblecitos poco conocidos. Se proporcionarán unos a otros oportunidades para las mutuas expansiones amorosas. Discretamente quitarán la vista cuando presencien algo de que no deben darse por enterados, cobrándose, desde luego, con su otra nueva parte. Los amigos, «al tanto de lo que pasa», después de los comentarios y murmuraciones de rigor, aceptarán los hechos consumados, y patrocinarán la cuádruple combinación, al extremo de que en cualquier fiesta le reservarán a los cuatro los puestos de acuerdo con el cambio realizado entre ellos. Y esto sucederá sin necesidad de previo acuerdo. En cualquier almuerzo o comida de varias parejas, todos les irán dejando los puestos de manera que queden juntas las dos nuevas parejas de los dos matrimonios cambiados.
Algún demasiado curioso lector, querrá, sin duda, enterarse de mayores detalles de la vida de estos matrimonios cambiados. Desde luego, que además de los rasgos característicos que acabamos de pintar pueden presentarse y se presentan otros muchos, reveladores de la vida y costumbres que adopten cada uno de estos cuartetos de matrimonio cambiados.
Pueden vivir los cuatro reunidos, separados totalmente los cónyuges originales y formando nuevos matrimonios; y hasta divorciarse para legalizar su nueva situación, etc., etc.; pero lo verdaderamente típico de esta nueva forma cuádruple de unión matrimonial, es no destruir el encanto y atractivo que ella ofrece, no quitarle lo que de misterio, secreto y vedado la adorna y hace más sugestiva.
Los que así piensan y así actúan se conservan dentro de los límites recíprocos de un expreso sino de un tácito consentimiento, dentro del más correcto y elegante decoro social, guardando por completo «las formas» no sólo ante los demás sino ante ellos mismos también. Los matrimonios originales, siguen haciendo su vida normal. No se cambian una sola palabra sobre el asunto. Un marido es el que llama a otro o una mujer a la otra para arreglar «oficialmente», la salida o el paseo combinado en privado. Y los maridos o las esposas al quedarse solas entre sí, no aluden jamás a sus mutuas combinaciones. Y cada uno de los cuatro, perfectamente identificados, se facilitan la forma, manera y oportunidades de satisfacer sus deseos y sus inclinaciones, convencidos de que lo que cada uno haga a favor de los otros tres redundará en beneficio propio.
Y así suelen vivir felices y satisfechos hasta que algún quinto o quinta destruye la cuádruple, mutua y recíproca combinación.
(En próximo artículo analizaremos los paliativos legales con que se pretende resolver o aliviar el fracaso de la institución matrimonial: el divorcio y los matrimonios condicionales o de prueba).

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