Elegir la fachada del Palacio de los Condes de Casa Lombillo fue un acierto por lo majestuoso de su arquitectura y la ambientación de la urdimbre de luces y sombras que le confieren un cierto misterio a este personaje surreal, quien más allá de la muerte cobra vida por su amor hacia Christine.
La primera bailarina del Ballet Español de Cuba, Irene Rodríguez, en una escena de El Fantasma. |
Un personaje que cala en el corazón de los espectadores por su ternura y la poética que nimba su personalidad, El Fantasma, irrumpió en la Plaza de la Catedral, al emerger de las páginas de la novela y de la obra lírica de Andrew Lloyd Webber, para asumir los ritmos o palos del flamenco en una fusión de admirable creatividad.
Nacido de la inspiración del autor francés Gastón Leroux, adquirió una proyección escénica de gran fuerza expresiva con el Ballet Español de Cuba, en coreografía, guión, dirección artística y general del primer bailarín Eduardo Veitía, quien protagonizó esta puesta dancística, basada en El Fantasma de la Ópera.
De dicho título, integrado por dos actos y tres escenas, fueron llevadas 50 funciones, en distintas temporadas, a la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana a ovación plena, por alegrías, bulerías, soleá y fandango.
Tuvo su primera experiencia bajo las estrellas en el Festival Internacional de Cultura Paiz, en las Ruinas de la Recolección, Antigua Guatemala, en 2003, junto a puestas de otros 18 países, entre las cuales constituyó el suceso del evento, y el público que no pudo alcanzar sillas, optó por el césped como asiento improvisado.
Elegir la fachada del Palacio de los Condes de Casa Lombillo fue un acierto por lo majestuoso de su arquitectura y la ambientación de la urdimbre de luces y sombras que le confieren un cierto misterio a este personaje surreal, quien más allá de la muerte cobra vida por su amor hacia Christine.
El actual Ballet Español de Cuba fue fundado como una compañía en 1987 bajo el auspicio de la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso, pero no es hasta el año siguiente que se oficializa como tal bajo el nombre de Conjunto de Danzas Españolas del Gran Teatro de La Habana. Más tarde, al asumir la dirección uno de sus fundadores, el primer bailarín y coreógrafo principal Eduardo Veitía, y con el objetivo de ampliar su repertorio, cambió el nombre por el de Ballet Español de La Habana. A finales de 2000, gracias al prestigio alcanzado como institución tanto en la docencia como en lo artístico, asume el nombre de Ballet Español de Cuba por resolución del Ministerio de Cultura. |
Eduardo Veitía confirió a su personificación del protagonista una emotividad que se transmite al espectador, a través de su actuación en la gestualidad que brota de su baile y llega al frenesí en la escobilla, en el solo que abarca parte de la tercera escena, en una ejecución técnica que refleja excepcional dominio estilístico.
En el personaje de Christine, Irene Rodríguez hizo gala de sus cualidades artísticas y danzarias con una fuerza atronadora en el taconeo y virtuosismo al pararse en puntas sobre los zapatos, denotando maestría en el manejo de la cola en la soleá.
Dos jóvenes valores debutaron en los roles titulares y establecieron un diálogo, caracterizado por la ternura. Leslie Hung otorgó a Christine una proyección nimbada por la poética de la ingenuidad, en tanto Víctor Alarcón, en el protagónico, realizó una labor encomiable por su despliegue técnico. A los dos les faltan matices en el baile y la actuación que irán incorporando en sucesivas actuaciones.
Los jóvenes bailarines de la compañía alcanzaron sumo lucimiento en sus intervenciones en breves solos, al caracterizar alusiones al protagonista, mientras el cuerpo de baile mostró una coherencia y organicidad impecables, al asumir a las aves fantasmagóricas.
Veitía se ha visto precisado a aportar una mayor proyección de espacialidad a la coreografía para adecuarla a esta locación, lo cual, unido a elementos diseñados especialmente para estas escenificaciones, que seguían la línea arquitectónica de la mansión, proporcionaron un impacto visual de grandiosidad a la representación, auspiciada por la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Una magia especial proporcionó a esta puesta el diseño de luces, tanto por los contrastes de claroscuros como por el realce que otorgó a una buganvilia roja que cubre parte de la fachada del Palacio de Lombillo, la cual adquirió destellos de fuego en escenas de pasión.
Más de 5 000 personas acudieron a las tres funciones de El Fantasma, le aclamaron al final de cada escena y al concluir su presentación.
Ha sido uno de los espectáculos dancísticos de mayor relieve en los últimos años de las artes escénicas cubanas, a la luz de las estrellas.
Ada Oramas
Periodista cultural
Fotos: Edel Palma
Diálogo con un príncipe del danzar
«En nuestra compañía, al igual que en el Ballet Nacional de Cuba, la gracia de la mujer cubana se impone», afirma Eduardo Veitía.
Eduardo Veitía. Primer bailarín, coreógrafo principal, profesor, director general y artístico del Ballet Español de Cuba, del cual es fundador. |
Posee objetivos muy específicos: trabajar los estilos de la danza española y de un repertorio que incluye el clásico, obras contemporáneas y estrenos. También constituye uno de nuestros primordiales propósitos la unidad docente con la Escuela Nacional de Arte, al impartir conocimientos inherentes al preuniversitario y la especialidad. Hacia este mismo sentido se dirigen los talleres infantiles a partir de los siete años; cursos internacionales en el exterior como el Ballespa, cuyas primeras ediciones se han efectuado en Querétaro, México.
A todo ello se unen conferencias, clases magistrales y asesorías que realizamos en todas partes del mundo, además de giras nacionales e internacionales que promueven el talento y la labor desarrollada por nuestro colectivo.
¿Cuánto influye en el lenguaje de la agrupación su formación como bailarín clásico?
El ballet clásico y la danza española están muy relacionados a través de la historia en sus técnicas, así como con la danza en general, ya que su estructura parte de los bailarines.
En el caso nuestro, la influencia del ballet clásico es mucho más fuerte aún, pues yo provengo del Ballet Nacional de Cuba, la primera escuela que recibieron los bailarines de nuestra compañía, lo cual sirvió para adquirir ulteriormente un desarrollo técnico más avanzado y asumir códigos de la danza española mucho más complicados.
Esto puede ejemplificarse con la escuela bolera, muy difícil para quienes intentan incorporarla sin preparación previa, pues debe dominarse la coordinación de la técnica clásica con la española, las castañuelas o palillos y todo lo concerniente a este universo de lo hispánico en la danza.
Otro reto está dado en el dominio de lo contemporáneo en obras de mayor complejidad, donde se fusionan el flamenco y algunas danzas regionales con temas más actuales, y se mezclan varios estilos sin perder la esencia de lo puramente español.
A lo largo de estos 20 años, ¿considera que han sido cumplidos los objetivos trazados
inicialmente?
Nuestros objetivos iniciales se encaminaban a instaurar en Cuba y América una compañía profesional que llevara a la escena la danza española, desde las formas más simples hasta incorporarles otras técnicas dentro del repertorio.
A ello se unen obras del clásico, así como títulos del repertorio internacional traducidos a los códigos del flamenco como El Fantasma de la Ópera, y de fusión con las raíces africanas de nuestra cultura, dedicada al maestro Wifredo Lam, en Danzando sueños.
Otro de los propósitos esenciales se refería a la formación de bailarines en nuestra especialidad, lo cual se ha visto convertido en realidad con la unidad docente antes explicada, lo cual se inscribe en la educación general integral como parte de la Batalla de Ideas.
¿Está implícita la cubanía en su danzar?
En nuestra compañía, al igual que en el Ballet Nacional de Cuba, la gracia de la mujer cubana se impone. Esto puede apreciarse en el baile andaluz y en la danza española en general. Aunque bailemos con el más puro estilo, con todos los requerimientos técnicos e interpretativos, siempre estará presente lo cubano, porque lo sentimos de corazón.