Con la tradicional ceremonia de circunvalar la ceiba y una gala artística, se celebró en esta capital el 489 aniversario de la fundación de La Habana. Decenas de personas escucharon en el Templete al Historiador de la Ciudad Eusebio Leal Spengler, quien resaltó la vigencia de los ritos fundacionales y el apego de los ciudadanos que luchan «rabiosamente por construir y por hacer, herederos y depositarios de las joyas más antiguas de la ciudad, contra viento y marea, terribles ciclones y espoleos».

Festejos y añoranzas coronaron la celebración del 489 aniversario de la villa de San Cristóbal de La Habana, una ciudad que todavía conserva su encanto fundacional y mezcla, como ninguna, la tradición con la modernidad para regalarle a ciudadanos y visitantes una imborrable impronta.

La dotación de artillería marca sus pasos marciales sobre el claroscuro adoquinado, precedida por un pregón, antorcha en mano. Las órdenes se intersecan presurosas, los artilleros trajinan alrededor de una masa de metal callada y aparentemente inofensiva. Una súbita quietud provoca un sablazo en el aire: el cañón retumba en un destello; tras él se cierran las puertas de la ciudad y comienza la gala artística por el nuevo aniversario de la ciudad.
La Plaza Vieja, rodeada del claustro de casonas que presumen de vitrales, se iluminó una vez más, con el susurro de su fuente como trasfondo, con la escenografía colonial que coronaba el entablado. Argallú Solá, sincretización africana de San Cristóbal, danzó con la agilidad y el vigor que heredaría su hijo, Shangó. Las bailaoras del Grupo de Danza Española Las Chungas juntaron sus vuelcos y escorzos con la Agrupación Folklórica Banrrará llevar a las tablas esa mezcla cultural que nutrió nuestra nacionalidad: una cucharada de selva africana y otra de llanura española.
María la O, junto a Cecilia Valdés, el Caballero de Paris, Santa Camila de la Habana Vieja y otros íconos de esta ciudad maravillosa, cantó su mestizaje a ritmo de zarzuela un momento antes que las diosas de Obbiní Batá surgieran de la multitud con una rumba electrizante y ardorosa que levantó las almas de los vivos y la de los muertos que todavía pululan por los soportales. Un matiz azul, con voces masculinas, reverenció la nostalgia de los habaneros por su ciudad y el ardor de sus amores, como el de Ofelia. Los bailarines de la Escuela Nacional de Arte, junto a los ejecutantes musicales de la Camerata Cortés, tejieron los hilos de la tradición y la modernidad con talento exquisito.
Con las armas del humor profundo y poético, Carlos Ruiz de la Tejera le hizo una elegía a la risa en bien de la espiritualidad. El Ballet del Teatro América encarnó a la orisha Yemayá en un arcoíris en el que el azul ganó preponderancia y la genialidad espacio. El Coro Nacional, con una mixtura de voces nobeles con otras más experimentadas, le dio voz a canciones de siempre que trabajaron conjugando lo clásico con lo popular. Así también, Sori, una artista que ha ganado en madurez interpretativa, deleitó a los presentes con una excelente versión de la canción Mi Habana hoy. Como colofón, el cantautor Gerardo Alfonso entonó su famosísima Sábanas Blancas, auténtica tonada habanera que reúne en su texto todo el espíritu y la añoranza del citadino por su hermosa habana, llena de sábanas blancas colgadas en los balcones.
En fiesta, tributo y compromiso se convirtió esta conmemoración, pues, como dijo Leal en sus palabras a los habaneros congregados, en el Templete, al pie de la ceiba sagrada que tocaba y rodeaban con fruición, en aquella gran parcela de historia, «hago votos profundos porque el árbol viva mucho tiempo y cuando se cumpla el año 500 y su raíz toque quizás la parte salina del subsuelo y agonice, estos niños y otros vendrán para plantarlo». Con el sonido de los goznes que cierran la noche, el alumbrado va declinando y nace un nuevo día para crear y fundar. Cono dijo el Historiador al pie de la ceiba «A nosotros nos toca, y a mí principalmente, formar vocaciones, atraer a los jóvenes y los viejos para decirle que la historia no sólo es lo que pasó, sino también lo que estamos haciendo hoy». Que así sea. Viva la ciudad.

Rodolfo Zamora Rielo
Opus Habana

 

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