La historia del Hotel Ambos Mundos queda íntimamente ligada a los resortes de Ernest Hemingway: desde las fotografías que se hacen freucentes hasta la habitación del quinto piso, con especial énfasis en el lugar donde lo recordaban escribir de pie. Por eso, en el marco del 89 aniversario de su inauguración, y el 17 de su reapertura, el hotel inaugura la exposición «El viejo y el mar», una muestra colectiva en la que nueve artistas se inspiran en la novela homónima.

Las obras presentes son aproximaciones libres que pasan por el crisol de los artistas, los ilustradores y diseñadores reunidos.

Hay figuras que se aglutinan, que se ganan un espacio en la memoria de los pueblos y convocan al homenaje. Ernest Hemingway es una de ellas. Su literatura vigorosa basada en la experiencia vivida, su carácter contradictorio y su relación con esta Isla, les ha asegurado un espacio simbólico en el imaginario de los cubanos que lo eleva a la categoría de mito. Todos recordaremos su alusión en los comentarios de Sergio en Memorias del Subdesarrollo, en Hello Hemingway y en el libro Adiós, Hemingway, de Leonardo Padura. Más cotidiano es su presencia en los espacios en los que el autor vivió un pedazo de su existencia: la quinta donde habitó, el bar que frecuentaba y, sobre todo y especialmente, el hotel en que se alojó. La historia de Ambos Mundos queda íntimamente ligada a los resortes del personaje: desde las fotografías que se hacen frecuentes hasta la habitación del quinto piso, con especial énfasis en el lugar donde lo recordaban escribir de pie. Por eso, en el marco del 89 aniversario de su inauguración, y el 17 de su reapertura, el hotel inaugura la exposición «El viejo y el mar», una muestra colectiva en la que nueve artistas se inspiran en la novela homónima, considerada la última gran obra de ficción publicada por el Premio Nobel en vida y que no pocos aclaman como su obra más famosa.
Este libro, concluido en 1951 y publicado al año siguiente, narra la historia de Santiago, un anciano pescador que, tras un período de 84 días sin lograr encontrar pesca, se adentra solo en el mar abierto y consigue hacerse de un gran marlín, el cual es comido por los tiburones antes de llegar a tierra. Santiago, como muchos de los personajes del escritor norteamericano, encarna un ideal de lucha y resistencia moral y ética en el que el resultado es frecuentemente el heroísmo en sus más disímiles formas. De ahí que es precisamente en este libro donde se lee «El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado».
En la exposición que hoy se abre al público, curada por Abenamar, muchos de los motivos recurrentes son los elementos de esta historia. Las obras presentes son aproximaciones libres que pasan por el crisol de los artistas, los ilustradores y diseñadores reunidos. Las interpretaciones van desde la figura del autor y del personaje principal de manera directa —como en las piezas de Erik Olivera y Maikel Martínez—, hasta las apropiaciones desacralizadoras que Alfredo Valmaña, Caste y Annelis Noriega hacen de elementos como el bote, el marlín y el rostro de Hemingway, no exentas de evidente humorismo. Apreciaremos además alusiones mucho más poéticas e idílicas al universo marino y al drama de la novela, como son las obras de Alexander Izquierdo, Aramís Santos y Yusniel Labañino y dos piezas abstractas de Abenamar Bauta que traducen el estado anímico de Santiago.

Imagen superior: Alexander Izquierdo Plasencia. Reflejos de la vieja pesca (Acrílico y óleo/lienzo) 93x71 cm (2014). Imagen inferior izquierda: Erik Olivera Rubio. El viejo y el mar (Acrílico y café/ cartulina) 50x70 cm (2014). Imagen superior derecha: Abenamar Bauta Delgado. La pasión de Santiago. (Acrílico/lienzo) 50x40 cm (2013).

Danay Medina Medina
Especialista en Artes Pásticas

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