La novela Los ángeles caídos, de Lázara Castellanos, representa la búsqueda de esa verdad de todos los días que une al cielo con la tierra, a la tradición con la novedad, al pasado con el futuro, a lo real con lo fantástico. Una obra literaria en que se mezclan filosofía, fantasía, historia, erotismo, aventura...
En esta novela interesan las referencias espaciales a una ciudad convertida en un personaje más, poseedora de una plaza invadida y ocupada por un ejército tenaz que ofrece como nada la sensualidad de sus atardeceres, el coqueteo de sus costumbres...
Al descubrir las encrucijadas de la novela Los ángeles caídos de la escritora Lázara Castellanos (La Habana, 1939), nos cercioramos de hallarnos ante una obra poseedora de ingeniosa narración, y plasticidad en el lenguaje. Su virtud va más allá del acierto o el error, más allá de escaramuzas; de esas que está llena de vida y que ahora, por suerte, se presentan en la literatura.
Mucho en el libro tiende a la alegoría de una realidad que perdura. Tres ángeles humanos de diferentes razas viven y mueren en un lugar común cuestionándose fenómenos universales en un diálogo profundo con la época y con el tiempo, ya no intangible, que cubre al pasado de una sospechosa actualidad. Juan de la Cruz, Juan de los Remedios y Juan Nepomuceno combaten en una guerra anónima por su libertad espiritual y humana. Se trata de una batalla interminable que, como dice Borges, «puede prescindir de la pompa de visibles ejércitos con clarines»; una batalla donde, parafraseando la nota de contracubierta, «danzan los cuerpos entre la luz y el agua».
Interesan las referencias espaciales a una ciudad convertida en un personaje más, con una plaza invadida y ocupada por un ejército tenaz que ofrece como nada la sensualidad de sus atardeceres, el coqueteo de sus costumbres y la magia de su religiosidad. El estado de crisis en que la sumerge el enemigo inglés la hace irresistiblemente invencible, nada detiene su devenir, todo la matiza y enriquece. Es un giro de inconforme resistencia.
¿Novela histórica? Es posible. ¿Filosófica? Pudiera ser. ¿Fantástica? De cierta manera. ¿Suspense de asesinos en serie? Por qué no. ¿Erotismo? Tiene bastante. Pero se hace evidente que no es necesario enmarcarla en ningún estilo, pues sabe hacer coexistir los ingredientes que la componen sin que se opongan entre sí.
Los ángeles caídos es la búsqueda de esa verdad de todos los días que une al cielo con la tierra, a la tradición con la novedad, al pasado con el futuro, a lo real con lo fantástico. Leerla es una aventura del gusto y del talento que muchos disfrutarán.
Mucho en el libro tiende a la alegoría de una realidad que perdura. Tres ángeles humanos de diferentes razas viven y mueren en un lugar común cuestionándose fenómenos universales en un diálogo profundo con la época y con el tiempo, ya no intangible, que cubre al pasado de una sospechosa actualidad. Juan de la Cruz, Juan de los Remedios y Juan Nepomuceno combaten en una guerra anónima por su libertad espiritual y humana. Se trata de una batalla interminable que, como dice Borges, «puede prescindir de la pompa de visibles ejércitos con clarines»; una batalla donde, parafraseando la nota de contracubierta, «danzan los cuerpos entre la luz y el agua».
Interesan las referencias espaciales a una ciudad convertida en un personaje más, con una plaza invadida y ocupada por un ejército tenaz que ofrece como nada la sensualidad de sus atardeceres, el coqueteo de sus costumbres y la magia de su religiosidad. El estado de crisis en que la sumerge el enemigo inglés la hace irresistiblemente invencible, nada detiene su devenir, todo la matiza y enriquece. Es un giro de inconforme resistencia.
¿Novela histórica? Es posible. ¿Filosófica? Pudiera ser. ¿Fantástica? De cierta manera. ¿Suspense de asesinos en serie? Por qué no. ¿Erotismo? Tiene bastante. Pero se hace evidente que no es necesario enmarcarla en ningún estilo, pues sabe hacer coexistir los ingredientes que la componen sin que se opongan entre sí.
Los ángeles caídos es la búsqueda de esa verdad de todos los días que une al cielo con la tierra, a la tradición con la novedad, al pasado con el futuro, a lo real con lo fantástico. Leerla es una aventura del gusto y del talento que muchos disfrutarán.