Con la exposición «La Habana 32º C», inaugurada este viernes 6 en la Casa Carmen Montilla, el fotógrafo Armando Zambrana conmemora los casi 20 años de su trayectoria artística. Tomando como protagonista la ciudad y sus dinámicas, Zambrana juega con los planos direccionales, los reflejos, los claroscuros y la poesía de la circunstancia para lograr una obra caracterizada por la solidez y el sentido de la coherencia, fruto de años de experiencia y oficio de quien traduce sentimientos y sensaciones a través de la luz.
 Zambrana refleja esa dinámica de la instantánea, que matiza sus imágenes y nos recuerda al fotoperiodista que fue.

 
 
 Titanic  30 x 40 cm (plata/gelatina digitalizada)
Creo en la constancia de nuestros sueños, en la perseverancia de nuestros deseos. Esta reflexión me invade al revisar  las últimas obras del fotógrafo Armando Zambrana, que a principios de la década del 90, coincidimos en la revista Bohemia. Allí tomé la decisión, cuestionada por más de uno, como «jefe de estreno» del equipo de fotografía, de confiar el él que hasta ese momento se desempeñaba como laboratorista, pero era muy grande su entusiasmo y su deseo de salir a la calle en calidad de fotógrafo y contra viento y marea le di esa oportunidad y no me defraudó.
Armandito o Zambrana, como unos y otros lo conocemos, ha dedicado gran parte de su obra, en todos estos años, a reflejar La Habana y sus moradores. Su Habana, como la identifica, la refleja una y otra vez, en ángulos y resquicios, en momentos y espacios, donde la luz se filtra y crea esa escaramuza de visiones con una mirada muy particular.
 
 Km 0 30 x 40 cm (plat/gelatina digitalizada)
En su obra, Zambrana refleja esa dinámica de la instantánea, que matiza sus imágenes y nos recuerda al fotoperiodista que fue. Aun a pesar del uso de las nuevas tecnologías digitales y alguna que otra intervención, su trabajo sigue cargado del sentido de la inmediatez y del bien ponderado «instante decisivo».
Esta muestra fotográfica, de muchas maneras, refleja la caótica organicidad de la ciudad —sus cicatrices, sus símbolos y personajes— que nos la entrega desde disímiles recursos visuales, unos más tradicionales, hasta otros más rebuscados, con los que nos sugiere una nueva mirada a su «ciudad».
El gran valor de este trabajo que hoy expone es la intensión renovada, de convertir un tema tan recurrente, en una propuesta personal, que nos muestra una vez más, una mirada diferente, cargada del dramatismo y la elocuencia de un emotivo y sensible discurso visual.
En alrededor de 18 dípticos, donde, en contrapunteo visual, Zambrana nos regala esa otra visión de La Habana, una alegoría al amor por su «ciudad», un momento para reflexionar y disfrutar.
 Humberto Mayol
Fotógrafo 
(Palabras al catálogo de la exposición «La Habana 32º C» de Armando Zambrana)


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