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Descubierta a comienzos de la última década del siglo XX, de la ópera de San Ignacio se encontraron dos copias: una en los archivos de Chiquitos (Santa Cruz, Bolivia), y otra en la Misión de San Ignacio en la provincia de Moxos (Bolivia).
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Templo de las misiones jesuíticas en América. |
Con texto castellano, de autor desconocido, posee un libreto pedagógicamente eficaz. Los personajes principales son San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y el demonio, quien a pesar de su dudosa seducción (su aspecto es magnífico en su simplicidad y sensualidad), no consigue desviar a los dos santos de su sagrado deber, la evangelización.
Señala el musicólogo Piotr Nawrot que el drama evangelizador, u ópera, —como se denominaba a todas las obras escénicas que se ejecutaban en las misiones— fue muy popular en la vida de las reducciones jesuíticas y resultó un aporte único al repertorio americano de la ópera en tiempos de la colonia.
Las óperas se representaban en los momentos más significativos del año litúrgico o en ocasión de acontecimientos de importancia política. Su puesta en escena tenía lugar hacia el anochecer, en la plaza mayor, junto al pórtico de la Iglesia o al castillo del estandarte real. Los actores eran los aborígenes mismos y, a menudo, se insertaban elementos del mundo indígena: vestuarios ricos y coloristas adecuados al papel representado, escenografía típica de la zona con arcos de flores y plantas selváticas, frutas tropicales, pájaros de gran colorido y animales salvajes...
Descubierta a comienzos de la última década del siglo XX, de la ópera de San Ignacio se encontraron dos copias: una en los archivos de Chiquitos (Santa Cruz, Bolivia), y otra en la Misión de San Ignacio en la provincia de Moxos (Bolivia). La partitura fue restaurada y transcrita por el musicólogo Bernardo Illari.
Miriam Escudero
Musicóloga