«De pródigo en imágenes, generoso en influencias y de una excelente impresión» calificó Ruben del Valle, presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, el libro Ernesto Villanueva: un camino hacia la geometría al presentarlo el miércoles 30 en la galería de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena donde se expuso la muestra «La geometría y el deseo» del propio Villanueva. Con imágenes de su quehacer artístico como pintor, grabador y ceramista en algo más de una década, el libro cuenta con textos de la autoría de María Grant y Manuel Fernández Figueroa.

Estas pinturas insinúan su efectividad al descubrir nuestras contingencias personales, aunque no quiere esto decir que admitan un número ilimitado de interpretaciones, pues casi todas determinan espacios de recepción bien específicos.

                
                                                               Cuba es, hoy mismo, como un pequeño mapa
                                                               del mundo, una escala de todos y cada uno de
                                                               sus problemas.
                                                                                        Ivan de la Nuez.
                                                                                  «La balsa perpetua»

 

 
 Áreas Deconstruidas (2006). Mixta sobre madera (120 x 120 cm). 

Desde las primeras exposiciones de Ernesto Villanueva, (La Habana, 1970) recuerdo ahora la realizada en los salones del conocido Hotel Plaza, en la Habana de intramuros, en el año 1997 y auspiciada por la galería La Acacia, decíamos y cito palabras escritas para aquella exhibición: «...porque en Cuba para tomarle el pulso al arte –como a la vida- debe dejarse caer por los intersticios de esta ciudad que, a veces parece derrumbarse para renacer de nuevo cada amanecer con olor a Caribe y sonido musical de son».
El, indudablemente, sigue tomándole el pulso a su, cada vez más agitada vida artística, ahora nos sorprende de nuevo. Después de andar algún tiempo desandando los laberintos que Borges le indicara, retoma  las andanzas filosóficas para adentrarnos en una nueva serie: LOS QUE VIVEN ARRIBA.
Por supuesto, no se refiere a nuestros vecinos de los altos, para aquellos que vivimos en apartamentos sino metafóricamente a los mencionados por Platón que pudieron alcanzar al Demiurgo. Sin embargo lo hace de manera muy actual, diferente a la que fue planteada por los antiguos griegos. Vivir arriba es un acto de fe consagrada. No se vive arriba por causa de un poder político o material. Se vive arriba por haber alcanzado el poder de satisfacer el espíritu logrando lo que otros con más no han podido lograr. Alcanzar esa utopía, aún posible, de que el hombre sea capaz de conquistar sus sueños.
Ahora bien, ¿cómo se materializa esto en sus obras?. Fui testigo prácticamente del comienzo de la serie y en sus primeras obras, digamos las dos que la iniciaron, se reconocía su camino anterior: una gran brillantes cromática y su estilo al parecer disperso pero cuidadosamente estudiado. Pero después de una breve estancia europea y al ser adquiridas por coleccionistas, las obras antes mencionadas, hubo un giro, un repensamiento de lo que se quería plasmar, un nuevo encuentro con las ideas quizá más decantadas o elaboradas.
Hay que tener en cuenta que las condiciones de la posmodernidad han cambiado radicalmente, lo que antes entendíamos como la relación centro-periferia, pasa a ser sustituida porque el centro, debido a la globalización, está en todas partes minimizando nuestras culturas e imponiendo una polaridad en el saber, por supuesto el saber de la metrópoli desarrollada. Los artistas en general, y en el caso que nos ocupa Villanueva en lo particular, abordan una ética comunicacional del arte, un diálogo artista-espectador de forma tal que se analice la problemática del hombre sin perder los contenidos humanos. El neocapitalismo global  de nuestros dias preconiza en el arte propuestas despersonalizadas por lo que se hace necesario luchar arduamente para establecer  áreas de diálogo y entendimiento.
En un mundo en que desaparecen más de cien especies por día, en el que la tecnología domina al hombre que la creó se hace necesario este espacio de interacción como nos propone el artista con su obra.

 
 Instalación Geométrica, Galería la Acacia, (2007). Bienal de la Habana. Técnica mixta (500 x 250 cm).
En las pinturas, grabados e instalaciones de esta serie, exhibidas por primera vez como conjunto en esta presentación en Costa Rica, Villanueva deconstruye a partir del diálogo entre  artista, historia y entorno. El ha planeado estas obras a partir del cuestionamiento filosófico que significa vivir arriba, lo ha contemplado desde diferentes perspectivas optando por las diversas respuestas, logrando finalmente el aspecto calculado de cómo las obras serán vistas de determinada manera.
Estas pinturas insinúan su efectividad al descubrir nuestras contingencias personales, aunque no quiere esto decir que admitan un número ilimitado de interpretaciones, pues casi todas determinan espacios de recepción bien específicos. Las preguntas que todos nos hacemos cotidianamente: ¿estamos tristes?, ¿estamos solos?, ¿estamos perdidos?, son las que Villanueva nos pide responder ante cada obra, sobre todo en las instalaciones con una fuerte carga emocional que, de hecho, pueden ser apreciadas por cualquier observador ya que ese contenido informativo no crea ninguna anomalía en su representación.
Recuerdo una tarde en su estudio, mientras discutíamos el alcance de esta serie y, por supuesto, sus propias referencias,  me afirmó: «Yo estoy en estas obras. Así que estamos hablando a partir de este punto. Estoy dentro de mi propio trabajo». Con estas aseveraciones estamos anticipando una elaboración consciente en lo que se refiere a la relación concepto-pintura permitiendo a su vez la interacción de ambas.
Los antecedentes pictóricos en series anteriores nos llevan a pensar que estos espacios, escaleras, estructuras aceradas, no son más que los desolados espacios interiores por donde se mueven nuestras motivaciones. En este caso los colores metálicos se imponen a las tendencias de la pintura que intenta evocar su contenido; la obra se aleja, se nos retira como una isla flotante en medio de esos tonos mencionados, y la mirada descubre después de un tiempo de observación algún mensaje. Es la escenografía en que basa el inicio de una nueva conversación con el espectador.
Repito, no estamos ante obras para un espectador sofisticado solamente, sino para el observador que se adentre en el dialogo que él presupone. De modo que quizá cierto grado de desconocimiento podría convertirse en un afán de comprensión y llegar a una mejor compenetración con la obra. El deseo de iniciar esta conversación nos alienta al reconocimiento objetual de la pintura. Tras ese examen se descubre toda la profundidad conceptual del discurso comunicacional que Villanueva nos expresa y el coloquio está totalmente consumado.
Al evaluar esta Serie puesta a nuestra consideración se revela el leitmotiv arrastrado hasta aquí. Podemos contestarnos las preguntas que el artista y nosotros mismos nos hacemos, respuestas a las paradojas a que se enfrenta el hombre en el siglo XXI, y también –¿porqué no?- alguna reclamación purista que ciertos miembros destacados del arte conceptual, confirman cuando fomentan la continuidad mercantil de sus propuestas.
En una ocasión observaba Mel Ramsden, miembro del grupo ART & Language: «Si algo no tiene complejidad interna debe tener una trayectoria histórica. Si tiene una trayectoria histórica queda excusado de tener complejidad interna». Me permito disentir al afirmar que esta serie LOS QUE VIVEN ARRIBA nos ubica en tiempos y espacios bien actuales. Nos brinda la posibilidad, además, de extraer lecciones a partir de la esencia del proyecto: la utopía de que el hombre puede realizar sus sueños existe, no será fácil, no tenemos todas las respuestas, el camino será cada vez más azaroso, pero la ascensión es posible.
Artistas como Villanueva nos resaltan el problema y bien pueden ayudarnos a encontrar el camino.


Manuel Fernández Figueroa
Octubre 2002
      (Texto incluído en el libro Ernesto Villanueva: un camino hacia la geometría


          

     

 

 


 

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