Durante unos tres meses, la capital cubana exhibirá a la vista del más amplio público unas sobredimensionadas arañas escultóricas. Las piezas forman parte de la muestra «Uno y otros», de la artista Louise Bourgeois, expuesta en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam desde el 5 de febrero.
Aunque la mayoría de las áreas del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam han acogido grabados y esculturas de Louise Bourgeois, la vía pública ha sido –tal vez– el más legítimo escenario de exhibición de originales de esta artista.

 Los alrededores del Museo Nacional de Bellas Artes y de la Manzana de Gómez han mutado, a causa de una artista de 93 años. Ella ha logrado atraer la atención de los caminantes en la capital cubana con un atípico ensamblaje escultórico.
Las dos arañas en bronce de la artista Louise Bourgeois han motivado aquí expectativas desde el mismo instante en que fueron emplazadas a la vista de todos. Todavía faltan varios días para que aquel espacio público retorne al vacío que habrá de «originar» la retirada de ambas piezas. Es probable que luego de este hecho, el área peatonal comprendida entre las edificaciones ya mencionadas, sea recordada de otra manera. En parte, porque las arañas de esa artista convidan además a la fijación de porciones y ángulos arquitectónicos. Con el tiempo, entrará al anecdotario cultural cubano, la llegada al circuito del arte nacional de una reconocida artista francesa con residencia estadounidense.
Varios han sido los observadores, retratados, caminantes y tocadores, quienes por distintas circunstancias han visto, y hasta han evaluado, esta llamativa propuesta foránea. Asombra su escala, que entre dos masas arquitectónicas resulta menor; pero aún así, sobrecogen las arañas de la Bourgeois.
Cierto es que resulta un acontecimiento la visita de una personalidad artística y, mucho más, si trae consigo testimonios de su labor creativa. La escultura cuesta hacerla, también sucede para transportarla. Tales arañas ensambladas tomaron tiempo para disponerlas en la actual área que ocupan. Y ahí están, visibles desde diferentes aristas.
Esas obras sobredimensionadas podrían tener un cercano referente visual en el  Coppelia habanero, cuyos componentes arquitectónicos guardan afinidad formal con los arácnidos. He aquí una de las tantas coincidencias de la vida, donde a veces se dan repeticiones sin conexión. Mucho antes de poderlas contemplar en vivo un amplio público estaba familiarizado con la araña como motivo arquitectónico. Ahora, nuestro campo perceptivo se ha enriquecido, independientemente de que las esculturas-arañas de la Bourgeois limitan la posibilidad del recorrido interior, propio de los inmuebles.
Ha sido este animal el código manejado por la artista para encauzar parte de su poética. Y pudiera ocurrir que algunos sólo retuviéramos a esas llamativas obras suyas. El posesionamiento visual alcanzado por ellas en nuestro entorno citadino ha tenido exactamente a la calle como punto de partida. Quizás, no se llegue a memorizar el nombre de esta escultora ni siquiera a saberlo, mas el impacto de apreciar algo colosal, diferente, de seguro quedará en nosotros como el verdadero recuerdo. Inclusive, esas arañas denotan la presencia de algo –en este caso de una artista– sin la posibilidad de encauzar el recorrido enriquecedor hasta la galería, como el otro espacio que acoge el resto de su arte en suelo cubano.
A lo mejor, en esto ha existido de forma espontánea la opción de conocer un nombre y/o una obra, para entonces contar la historia de la presencia de su arte en Cuba. Y en algunos casos saldría a relucir el testimonio fotográfico, como prueba irrefutable de la permisibilidad de retratarse al pie –incluso debajo, al costado, delante– de una obra artística. La producción contemporánea del arte puede traer aparejada la complicidad con el original. Existen contextos para estas alternativas, uno de ellos lo tenemos, sin lugar a duda, en los espacios abiertos, públicos. Lugares en los cuales no rigen las limitaciones propias de un museo o una galería. Otra parte de su obra se ha exhibido en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam (5 de febrero - 26 de abril de 2005). La mayoría de sus áreas han acogido grabados y esculturas que asombran como propuesta. Lucen bien sus creaciones en esta institución que sirve de catapulta del arte internacional en la esfera insular. Sorprenden los ejemplos expuestos de la Bourgeois, tanto por la factura como por el asunto tratado. Mas, no ha habido ahí oportunidad para el testimonio fotográfico. Delante de más de una pieza de «Uno y otros», ha sido inminente la tentación de apretar el obturador de la cámara. Sucede algo así cuando se está frente a una sugerente obra artística, como en este caso, que nos acerca en efecto a una creadora apenas conocida en nuestro país.
Lástima que cuando en un futuro se hable del paso de la Bourgeois por La Habana, tendremos que acudir a la memoria oral o visual. Su arte aún exige de otros escenarios para motivar comentarios, elogios, fotografías, porque –como es sabido– el escenario artístico de estos tiempos mantiene activo un flujo circulante de obras de importantes pintores, dibujantes, escultores… por diferentes latitudes. A Cuba más de una vez han llegado diversas. Algunas aún nos circundan en sitios públicos, como ciertas piezas escultóricas de los artistas Sandú Darié y Carlos Cruz-Diez.
En nuestro contexto, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam ha ayudado en segunda instancia a conocer de cerca a Louise Bourgeois. Pero ha sido la calle cubana, tal vez, el más legítimo escenario de exhibición de algunos de sus originales. Allí, donde de manera constante, el arte tiene espectadores en espera. Buenos espectadores.

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