Hasta después del 20 de enero podrá apreciarse en la galería Vedasto Acosta Febles, de San José de las Lajas —capital de la provincia de Mayabeque—, la exposición personal «De ciudades, faunos y colibríes» del pintor e ilustrador habanero Omar F. González.
Integrada por 15 óleos sobre lienzo y 13 dibujos, el artista dedica esta muestra a su iniciador en la pintura, el reconocido pintor y grabador —por demás meritorio pedagogo— Carmelo González Iglesias.
Omar F. González Echavarría (La Habana, 1963) es uno de esos creadores que logran otorgar a su obra una coherencia casi dolorosa. La lucidez con que es capaz de forjar sus dibujos y pinturas habla de un proyecto interior, de un valor otorgado a la razón como conductora del oficio, asumido con una integridad admirable.
Se trata de un arte en continuo diálogo con la naturaleza. Por una parte, las vegetaciones, los colibríes, vienen a referirnos a series anteriores suyas, en las que late una ecología de buena ley, que nace de la comprensión de un orden al que el hombre tiene que integrarse para formar parte de una armonía universal, por otra, irrumpen las ciudades, el mundo del artificio, barrocas, diversas, pero no caóticas. Disfrutamos con ese regodeo de fachadas, balcones, arcos, rejas, superpuestos, sintetizados como edificaciones mayores, y poblados por habitantes angelicales o inquietos; entre ellos nos sorprenden los faunos, esos seres mitad humanidad, mitad naturaleza, que contrapesan con su apetito elemental, el dominio del intelecto y el desasimiento citadino.
En el artista, la extrema facilidad para el dibujo, el virtuosismo de la tinta, domina sobre el uso del color. Sus óleos en realidad son dibujos donde el pigmento resalta o vela ciertas zonas de la tela con un propósito marcadamente expresivo, pero sin estridencias. Es ese uno de los secretos de estas obras, donde la profusión de figuras, muchas con un marcado sabor clásico, están en función de un barroquismo contenido, regulado, semejante al de muchísimas edificaciones habaneras en las que ciertas curvas ascendentes no están reñidas con la innegable armonía clásica de la fachada.
Más entregado a la música o a la pura meditación que al debate público, no pretende el artista realizar una obra transgresora ni insertarse en las polémicas del instante. Su arte brota de la soledad y vuelve a ella, hecho música de cámara o sinfonía doméstica.
Ante estas piezas, no hay que preguntarse por fechas o tendencias, estamos ante un mundo particular en el que hay que penetrar en puntas de pies para no despertar a los faunos que lo custodian.
Roberto Méndez Martínez
Escritor y crítico de arte
Omar F. González Echavarría (La Habana, 1963) durante la inauguración de la exposición «De ciudades, faunos y colibríes» que incluye óleos realizados en los tres últimos años y dibujos (tinta/cartulina) desde el inicio de su carrera como pintor e ilustrador. A la derecha, la pieza Tres Atlantes (2009) Óleo / lienzo (117 x 89 cm). |