Desde la tarde del 3 de noviembre en la galería del Palacio de Lombillo se exhibe la muestra de paisajes «Pasajes de mi tierra» del artista matancero Juan Alberto Díaz Rodríguez.
En los cuadros de Juan Alberto Díaz parace hablarnos el color en su vibrante recorrido por un variadísimo espectro: de los azules y verdes a los sienas, anaranjados y rojizos.

Permanencia obligada en la pintura cubana actual parece tener el paisaje, mucho más para quien engendró sus necesidades expresivas en los artilugios del género y se dejó atrapar por el mismo en un pacto con la eternidad.
 Magia de luces y sombras abrazadas como apasionados amantes que remembran las románticas visiones de urbes y florestas, llenas de profundos e íntimos secretos. Todo se sumerge en una absoluta quietud y tras la puesta enrojecida del sol o los asombrosos reflejos de un amanecer, puede hasta percibirse el murmullo de un arroyuelo que rueda entre las piedras o humedece, a su antojo, las riberas repletas de caprichosas enredaderas y orgullosas palmas.
Cada elemento está dispuesto casi fotográficamente y, sin embargo, cierta soltura en los planos posteriores sucede a la exactitud detallística de los primeros, logrados con finas pinceladas y toques ligeros.
El color parece, también, hablarnos en su vibrante recorrido por un variadísimo espectro que transita de los azules y verdes a los sienas, anaranjados y rojizos. Por unas veces claro y transparente y, por otras, bajo una bruma nocturna que se devela al reflejo de la luna sobre el agua.
Y así, el paisaje nos habla y nos seduce, en un encuentro tan íntimo con sus misterios que nos convierte en sus cómplices.
Dejamos, entonces, de ser espectadores pasivos y pensamos en la madre natura más que como entorno en escenario vital de nuestras actuaciones, para que triunfe, una vez más, el paisaje.

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