Con un elenco en su mayoria de jóvenes aficionados la puesta en escena de la obra Cats, de Lloyd Webber, apuesta por la universalidad de la partitura original, el buen gusto y conocimiento del público cubano.
Quienes, por irremediable «adicción» al género, tenemos el teatro musical como necesidad, desempeño profesional y reto cotidiano, estamos en la obligación de saber deslindar entre el entusiasmo y la objetividad. El hacer por hacer solo conduce al remedo estéril o a la chapucería; por lo cual a la hora de asumir un clásico que quizás nos subyuga, debemos atenernos al tino y la prudencia.
Los éxitos alcanzados por el Anfiteatro del Centro Histórico con sus temporadas de El fantasma de la Ópera, La viuda alegre, El jorobado de Notre Dame, La Bella y la Bestia, y en el pasado verano La vuelta al musical en 70 minutos, lejos de allanar el camino a una próxima puesta en concierto, nos convierte en objeto de nuevos y mayores requerimientos, y nos exige un buen ajuste de los cinturones para este Cats, cuyo estreno cubano hemos acariciado durante varios años.
¿Por qué arriesgarnos, por fin: con esta pieza tan gustada y representada en el mundo entero? Porque confiamos en la posibilidad de desarrollo que implica la competencia con nosotros mismos y nos espolea el riesgo, sin olvidar que la audacia debe ir de la mano de la cautela. Nos alienta la meta de aspirar a lo perfecto, aunque solo sobre la base del esfuerzo y la entrega, y para ello contamos con un elenco que ha demostrado su amor al arte del teatro musical: por eso el desafío se convierte en goce y satisfacción, y también en disciplina y laboriosidad.
Sabemos que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, pero confiamos en que el tesón puesto por cada uno de nosotros a lo largo de meses de intensa preparación, llegue a colmar las expectativas de un público —que ya es nuestro público— cada vez más conocedor y exigente.
Alfonso Menéndez
Director del Anfiteatro del Centro Histórico
Cats
Este musical, a grandes rasgos, trata de una comunidad de gatos, los llamados Jélicos. En realidad son todos los gatos, comunes y corrientes, que una noche al año se escapan de sus respectivas casas para reunirse en el basurero del barrio a esperar la llegada de su líder, el anciano Gatusalén. Este gato es padre y abuelo de muchos de los Jélicos, y cada año da el nombre del que va a pasar a una nueva vida en el Edén Sideral de la Felinósfera, una especie de paraíso gatuno. Una noche, mientras se procura el nombre del afortunado felino, un miembro del clan observa cómo un humano los mira y los escucha con cara de sorpresa, y entonces se proponen aclarar quiénes son los Jélicos, a través de la presentación de los ejemplares característicos de esta peculiar familia: Misifustófeles, Rompentrizas, Pintumento, Gigolotte, Grizabella, Agriculfélina, Protectormiau y el ya mencionado Gatusalén. A través de la canción El nombramiento de los gatos se relata que un gato posee tres nombres diferentes: el primero es el que la familia que los ampara le da, el segundo es el personal, único e individual, y el tercero es el nombre secreto que ningún Jélico puede revelar.
Andrew Lloyd Webber
Andrew Lloyd Webber, barón de Sydmonton, nacido el 22 de marzo de 1948 en South Kensington, Londres, es hijo del compositor William Lloyd Webber y de la maestra de música Jean Hermione Johnstone. Lloyd Webber estudió en la Universidad de Oxford y en el Royal College of Music de Londres, y es uno de los compositores teatrales más renombrados de finales del siglo XX, con obras que se han mantenido con gran éxito, tanto en Broadway como en el West End londinense. Entre sus 16 musicales sobresalen: Jesus Christ Super Star, 1972; Evita, 1976; Cats, 1981; Starlight Express, 1984; The Phanton of the Opera, 1986; Sunset Boulevard, 1993; The Woman in White, 2004, y Love Never Die, 2010. Ha acumulado gran cantidad de premios, entre los que se destacan tres Tony, tres Grammy, un Oscar, un Emmy International, seis Olivier y Gold Globe. Su compañía, Really Useful Group, es una de las más importantes de Londres.
¿Cats a lo cubano?
No, simplemente Cats en Cuba. Una obra representada en casi todo el mundo que nosotros también nos merecemos, y que concebida, escrita y musicalizada tan admirablemente, no necesita de rebuscamientos ni reinterpretaciones, pero si de una coherente adaptación a nuestro espacio escénico y nuestras posibilidades reales, por lo cual resultan necesarias algunas consideraciones.
Generalmente de estos grandes musicales nos llegan las copias digitales de versiones cinematográficas, no teatrales, con las consiguientes «trampas» que nos tienden la tecnología de última generación, los efectos especiales y los recursos de un cine millonario, que nos hacen ver las obras como irrealizables, cuando en realidad no lo son —al menos no tanto.
Por ejemplo, si consultamos la partitura original de Cats, esa que se representa en los teatros más importantes del mundo, descubrimos que difiere bastante de lo que se puede apreciar en la versión para cine, mucho mas extensa, elaborada y con un sinnúmero de adiciones, que van desde variaciones, codas y adagios, hasta números musicales íntegros que no figuran en el original. Esto, por supuesto, añade nuevos personajes y situaciones con más complejidades dramatúrgicas que sirven para dar riendas sueltas al los efectos especiales y la superproducción, mientras a través del close up y medium close shot, se logra una sensación de magnificencia al parecer inalcanzable en una puesta teatral.
En el teatro trabajamos a plano abierto, la visual del espectador lo abarca todo, y ese es el verdadero reto de adaptación a espacio abierto como el Anfiteatro, en el cual los actores tendrán que sustituir los efectos especiales con su desempeño, no podremos cortar para retocar maquillaje ni aislarnos del resto de este gran escenario con un close up. Esa será nuestra puesta, con los 14 números musicales del original, con nuestros recursos, y con un elenco en su mayoría aficionado. Difícil, ¿verdad? Ahí radica precisamente lo estimulante del empeño.
Principales personajes
Gatusalén: Antiguo y digno patriarca, es el líder de la tribu jelical, el gato que ha vivido más vidas y del cual descienden los demás. Se encarga de elegir al gato que irá al Edén Jelical y sabe dar sabios consejos a los mininos.
Protectormiau: Hijo de Gatusalén y hermano de Gigolotte. Es el protector de la tribu jelical y segundo al mando de su padre. Muy masculino y fuerte, siempre que hay alguna dificultad sale a proteger a su manada.
Grizabella: Era la más glamorosa de de los jélicos, hasta que un día se fue a probar suerte y conocer el mundo por su cuenta. Por esta razón tuvo que enfrentar la dureza de la vida fuera del clan, y ahora, ya vieja y depauperada, vuelve en la noche jelical, pero los demás gatos la desprecian.
Gigolote: Testarudo y muy mañoso, representa al típico rompecorazones que vuelve locas a las gatitas con su baile sensual, especialmente a Exótica y a Rompentrizas. Puede transitar de la alegría a la seriedad y constituye un ídolo para los más pequeños. Siempre va contra la corriente y se las arregla para salirse con la suya. En la raza humana tendría como pares a Mick Jagger o a Elvis Presley.
Pinturriento: Secuaz de Nefástulo, hace toda clase de travesuras y maldades junto a su hermanita, Rompentrizas, aunque es más maduro que ella, pues sabe cuándo tomarse las cosas en serio. Pero, eso sí, lo de pillo nadie se lo quita, y junto con su hermana forma la mejor dupla de gatos malabaristas, acróbatas, estafadores y fugitivos del clan.
Rompentrizas: Es una gatita muy retozona, un verdadero dolor de cabeza para sus amos. Sus travesuras y maldades la llevan a destrozar lo que encuentre a su paso. Siempre anda buscando que su hermano la tome en serio y es una de las fans de Gigolotte.
Misifustófeles: Gato joven con poderes sobrenaturales, se destaca por su agilidad en el baile, en el cual su movimiento más común es «La Vuelta Mágica». Tímido y humilde, se esfuerza por llegar a ser el mejor en lo que hace.
Agriculfélina: Contrapartida de Gigolotte en cuanto a carisma, se caracteriza por analizar bien cada situación. Muy sensible, comparte la pena de Grizabella y
se sospecha que tuvo una relación con Nefástulo o que son familiares, pues parece conocerlo muy bien.
Nefástulo: Es el gato misterioso, el villano del espectáculo. Comete toda clase de delitos, pero después de realizarlos nadie lo puede encontrar, Lo llaman «El Napoleón del Crimen» por su temible habilidad para planear fechorías.
Mirringo: El orgulloso gato de ferrocarril. A pesar de que es un adulto, siempre
está alegre y le gusta jugar con sus compañeros más chicos. Es el encargado del
tren y el correo, siempre atento a cada detalle y a que todo salga perfecto. Se siente muy orgulloso de su desempeño como supervisor.
Bombonachona: Bondadosa y despistada, resulta la gata mas chiflada del clan. Es la mejor amiga de Etcétera y se dice que tiene algún parentesco con Grizabella.
(Notas al plegable de promoción de la obra Cats en el Anfiteatro del Centro Histórico).