«En cada uno de esos trabajos está contenida la espiritualidad más profunda de la cultura y la civilización andina», expresó el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, al inaugurar este jueves la exposición «El brillo de las momias», de la artista Nancy Torres, que llega a La Habana como parte de la III Semana de la cultura peruana.

 Expuesta en la galería Carmen Montilla hasta el 10 de agosto, «El brillo de las momias» contó en su inauguración con la presencia del embajador de Perú en Cuba, Hugo Jara Facundo; Gladys Collazo, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos y del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural; Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, el cantautor Silvio Rodríguez, entre otros invitados.

Autopsias artísticas de la cultura incáica de Sudamérica.
Las momias no están completamente muertas. En los templetes, en las cámaras de las pirámides, en las catacumbas o en las criptas funerarias, allí, donde desde siempre los mortales se han confrontado con el hallazgo de cuerpos embalsamados o desecados, éstos se apoderan de las claves demoníacas de nuestra fantasía. Al mismo tiempo, los productos de las sombras envían señales para comunicarse con los vivos. Se trata de descifrar dichos mensajes.
Incluso el que transmiten las momias sudamericanas. Permanentemente los arqueólogos, los antropólogos, los historiadores descubren nuevos y fascinantes restos del pasado precolombino, dejados por los habitantes de los antiguos imperios de las regiones andinas y costeñas del Pacífico, desde Colombia hasta Chile, en Perú y también en Ecuador, Bolivia y Argentina. Todavía hoy, brillando con el esplendor metálico y áureo del sol, nos desafían, nos interpelan, académica y artísticamente.
La exposición «El Brillo de las momias» rastrea las huellas de las creencias indígenas sobre la vida del cuerpo después de la muerte. Aquí se presentan autopsias artísticas, hechas de telas y vidrio, de madera y metal, materiales teñidos con los colores de las antiguas culturas andinas. La exposición convoca a los fantasmas de una sociedad indígena y a la reflexión de los contemporáneos. Los vientres de estas momias-esculturas escupen objetos de nuestro mundo moderno. Le ofrecen al observador maneras de identificarse con los hombres que perecieron bajo la dominación colonial. Estas creaciones comparten con nosotros su profunda tristeza ante las fuerzas destructoras del alma humana, de cara a la mera, seca y desnuda sed de riqueza. Las asociaciones con la codicia contemporánea de dinero y riqueza están permitidas.
Esta exposición sirve al arte de objetos (Objektkunst). El arte no copia: crea nuevas realidades. Frente al bastidor, todo trabajo artístico plantea preguntas. Las cosas, arrancadas de sus relaciones conocidas, desarrollan una vida nueva, mágica y particular. Por obra de la mano del artista, aquellas cosas usadas mil o, quizás, más veces, pierden su trivialidad. Nunca más serán desnaturalizadas, alienadas: ahora hablan con su propia voz. La búsqueda de la autenticidad, de la veracidad comienza en la vida de todos los días. En el mercado de pulgas, el pintor se transforma en poeta.
Esta es la intención de Nancy Torres. Cubana. Nacida en un mundo donde cada trozo de alambre, cada clavo, cada retazo de tela, sirve hoy y volverá a ser utilizado mañana transformado en otra cosa. Desde niña, aprendió a reutilizar los objetos para instalarlos en nuevos contextos. Con sus collages, con sus objetos de hoy, esa normalidad se ha vuelto arte. Con estas composiciones Nancy Torres ha buscado un mensaje universal, recurriendo a los objetos de nuestra cotidianeidad más prosaica pero que, al mismo tiempo, nos llevan hacia el mundo emocional de los antiguos mundos andinos.
Los vestigios culturales de la sociedad europea del siglo XX, más de 500 años después de la conquista de América, aparecen reunidos en los vientres de estas momias, como en un filtro que retiene los desperdicios de la época. Pero también, mezclándolos con la antigua certeza indígena de la vida del cuerpo después de la muerte. El tiempo se confunde, la historia se borra en el presente. El oro como fetiche, ¿o como maldición? ¿Una vida enchapada en oro? ¿Y qué nos queda a nosotros, los vivos?

John Zacharia.

 

Imagen superior:Inauguración de la exposición «El brillo de las momias», de la artista Nancy Torres (en el centro). La acompañan —a su derecha— Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, y Hugo Jara Facundo, embajador de Perú en Cuba, —a su izquierda— el cantautor Silvio Rodríguez; Gladys Collazo, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos y del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, y Lesbia Méndez, directora de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Sobre estas líneas: Hastu, el Cóndor (imagen izquierda) y Yana, la Caridad (imagen derecha).

Tripas de momia
Cualquier persona interesada en confeccionar una  «momia» puede recurrir a los manuales de embalsamamiento del siglo XIX. Entre los diferentes métodos sugeridos se encontrará, por ejemplo, con la siguiente receta: abrir las cavidades mediante grandes cortes en el cuerpo y en los tegumentos del cráneo. Después de sacar el cerebro, una por una, se extraerán las vísceras hasta tener un cuerpo vacío. Continuar haciendo incisiones en ellas. Lavarlas, enjuagarlas, volver a lavarlas con alcohol y vinagre y rebosarlas en polvos astringentes y aromáticos.     
Regresarlas al cuerpo. Previamente, la superficie interna de las cavidades se habrá sometido a un proceso similar y pintado con barniz. El cadáver, ya relleno y barnizado exteriormente, se cubrirá con capas de vendas empapadas en resina y se colocará en un ataúd.
Este método seguía los procedimientos descriptos por    Herodoto para las momias de más alto rango del antiguo Egipto y lo adaptaba a las sustancias disponibles en farmacias modernas. El vientre de una momia del siglo XIX resultaba de un compuesto de elementos del más diverso origen: bálsamos del Perú, alcanfor, resina de copaiba,    aceites de nuez moscada, lavanda, timo, benjuí, polvos compuestos por tanino, quina, canela, bitumen de Judea, unidos en el cuerpo de los muertos gracias al tráfico de objetos y saberes iniciado en la aurora de los tiempos.    
Estos mismos embalsamadores, farmacéuticos y químicos, además de aromatizar y desecar los vientres de los personajes ilustres de la Iglesia y las monarquías europeas, abrieron más de una momia egipcia para conocer los  secretos de los antiguos. Capa por capa, desandarían los pasos de los artesanos de hace varios centenares de años. Las telas, las vendas, la piel reseca, serían abiertas con el mismo tipo de incisiones usados para embalsamar pero ahora para conocer el secreto de la inmortalidad de los cadáveres de faraones, princesas y allegados.
Las momias de Nancy Torres recuperan no solo las investigaciones de médicos, arqueólogos, viajeros y saqueadores de tumbas sino también todas las prácticas artesanales necesarias para tejer y colgar un paquete funerario. Estas momias, como momias que son, también se presentan con el vientre desgarrado. Pero en vez de tripas alcanforadas o recetas de eternidad, escupen fantasías de riqueza. Un muerto no siente. Por eso puede haber momias destripadas y vueltas a entripar. Pero estas, que no tienen huesos ni corazón ni páncreas ni estómago, poseen una boca, allí, donde todos los otros muertos tienen o tuvieron intestino.
Muchos investigadores del siglo XIX consideraron a las momias como un medio para llegar a los arcanos perdidos en el pasado. Más de una ficción se las imaginó hablando, explicando cómo era su mundo, del que quedaba muy poco. Las momias de Nancy no hablan pero en su silencio, hacen ruido. Inspiradas en los paquetes funerarios de las culturas arqueológicas del Perú, cuentan una historia de destrucción y de conquista. Pero también se refieren a esa historia de mezclas de tradiciones e interpretaciones del pasado, a la superposición de las imágenes vistas en los libros, con el estudio de los objetos guardados en los Museos.
Desplazadas de su lugar de origen para ser observadas siglos más tarde en Berlín, aquí se presentan saliendo de una tela para seguir su camino y, quizás, más tarde, transformarse en otro resto de la historia.

Irina Podgorny

(Textos del catálogo de la exposición «El brillo de las momias», de la artista Nancy Torres)

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