En el Día del Historiador Cubano (19 de julio), y ante la presencia de Eusebio Leal Spengler, reconocidos historiadores del país depositaron una ofrenda floral en el Jardín Madre Teresa de Calcuta, sitio donde descansan los restos del primer Historiador de la Ciudad de La Habana, Emilio Roig de Leuchsering, y los de su esposa, María Benítez. Luego, los miembros de número de la Academia de la Historia de Cuba se dieron cita en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana para homenajear al historiador César García del Pino en su nonagésimo aniversario, quien agradeció a los presentes por este reconocimiento.
Ampliar en nuestra página web
Palabras por el Día del Historiador Cubano, a cargo del Dr. C. Félix Julio Alfonso López, Miembro Concurrente de la Academia de la Historia de Cuba y Vicepresidente de la UNHIC en La Habana
Fernando Ortiz y Emilio Roig de Leuchsenring: amistad y compromiso de dos grandes historiadores.
En días pasados, los miembros de la Fundación Fernando Ortiz y de la Academia de la Historia de Cuba conmemoramos con júbilo el 130 aniversario del gran sabio don Fernando Ortiz, cuyas contribuciones a la historiografía cubana fueron, y aun son, de inestimable valor. Hoy, nos corresponde a los integrantes de la Academia de la Historia de Cuba y de la Unión de Historiadores de Cuba en la provincia de La Habana, homenajear a otro intelectual imprescindible de la República, el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, en el día de su nombramiento como Historiador de la Ciudad.
A ambas figuras las unió una amistad entrañable, y en el epistolario recientemente publicado del Dr. Roig se conserva un puñado de cartas que dan fe de la comunión de intereses e ideales que unían a don Fernando y a Emilito. La misiva más antigua que se conserva entre ambos fue enviada por Ortiz el 11 de febrero de 1925, y en ella le participa a Roig su nombramiento como vice secretario de la sección de Asuntos Económicos de la SEAP, cuya Junta General era presidida por don Fernando. El tono de la carta es el de una comunicación oficial y el tratamiento es de Señor.
Un año más tarde, el 26 de abril de 1926, el calificativo de Ortiz a Roig será de «estimado amigo», y en su misiva le encarece el envío del discurso de ingreso a la Academia de la Historia, con palabras que son un ruego y un imperativo afectuoso al mismo tiempo: «Yo me permito rogarle en obsequio de su buena amistad que usted haga el esfuerzo para ultimar este asunto, con el objeto de que usted nos honre ingresando definitivamente en la Academia de la Historia».
Las razones de no postergar el envío del discurso las aclara Ortiz a continuación, explicando las animosidades personales que tuvieron que vencer él y otros destacados intelectuales para propiciar su ingreso en el cenáculo de los historiadores, por lo cual «no haría buena impresión que usted desairara a la Academia, donde usted tiene buenos amigos». Finalmente, en carta del 7 de noviembre de 1927, Ortiz le comunica a Roig que en sesión extraordinaria celebrada el 5 de noviembre «fue leído y aprobado por este cuerpo su discurso de ingreso como individuo de número en la Academia de la Historia de Cuba, mereciendo los elogios de los académicos presentes en la Junta». Fiel a su vocación martiana, el discurso de Roig se tituló Martí en España.
Otra carta de Ortiz a Roig, fechada el 27 de mayo de 1941, constituye un documento de inapreciable valor historiográfico, pues en la misma el presidente de la Institución Hispano Cubana de Cultura le pide al Historiador de la Ciudad una plática para un ciclo de conferencias sobre tradiciones cubanas, que llevaría por título Tendedera de costumbres cubanas. Era conocida la poderosa veta costumbrista de Roig, recogida en las revistas Social, Carteles y otras publicaciones, y significativamente en el libro El caballero que ha perdido a su señora (pequeña colección de artículos de costumbres cubanas), publicado en San José de Costa Rica en 1927, con una introducción de José Maria Chacón y Calvo. En esta ocasión, Ortiz señalaba que el nombre de Roig había sido indicado «entre los más capacitados para tratar el tema siguiente: el relajo». La despedida de esta epístola dice: «Muy devotamente, Fernando Ortiz».
Existe otra misiva de 1941, sin fecha exacta de su envío, en la que Ortiz nuevamente convoca a Roig a una empresa común, esta vez de carácter político. Se trata de que Roig aceptara fungir como socio consultivo de la Alianza Cubana por un Mundo Libre, una asociación creada para defender «los ideales de la libertad, la democracia y la justicia social como fundamentales para la vida civilizada y pacífica de los pueblos». Ese propio año Roig se había adherido al Frente Nacional Antifascista, cuyo objetivo era la defensa de las libertades y la democracia en Cuba y los países europeos agredidos por la coalición nazi fascista.
Las cartas de Roig a Ortiz recogidas en el segundo tomo del epistolario son dos. La primera data del 30 de octubre de 1944, y se inicia con la frase: «Mi distinguido amigo». En ella, Roig impone a don Fernando del acuerdo tomado por el Tercer Congreso Nacional de Historia, organizado por la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales y la Oficina del Historiador de la Ciudad, celebrado en Trinidad, solicitando a la Junta Nacional de Arqueología y Etnología —presida por Ortiz— la declaratoria como Monumento Nacional de la caseta existente en Los Quemados, Marianao, donde se comprobó la validez de las teorías de Finlay sobre el agente trasmisor de la fiebre amarilla.
La segunda misiva al distinguido amigo está fechada el 28 de diciembre de 1948, y también se trata de un acuerdo del Séptimo Congreso Nacional de Historia, esta vez relacionado con la expropiación y declaratoria como Monumento Nacional del inmueble sito en Empedrado 359, e/ Habana y Compostela, donde se habían publicado los periódicos La Fraternidad y La Igualdad, para conservar allí la memoria del ilustre periodista y patriota Juan Gualberto Gómez.
Por otras cartas dirigidas a destinatarios diversos sabemos de distintas afinidades entre Ortiz y Roig. En carta dirigida por Massaguer a Roig en 1924, el primero se refiere «a nuestro buen amigo el afrogrado Don Fernando Ortiz». En una esquela de 1930, conocemos que Roig le solicitó a Juan Pérez Abreu datos sobre los grupos infantiles Jose Martí, en una conversación sostenida en el bufete de abogado de Fernando Ortiz. En otra de 1937, el Dr. López del Valle pide a Ortiz que se publique en la revista Ultra un artículo de Roig vindicando el descubrimiento de Finlay, idea que «Ortiz hubo de acoger con su alto espíritu comprensivo (…), al dar a conocer su labor en pro de una causa justa, patriótica y elevada». En misiva del 6 de octubre de 1942, José María Chacón y Calvo le confía a Emilito: «Me parece un gran acierto la designación de Don Fernando Ortiz para la presidencia del Congreso. Tendré el gusto de asistir a la sesión inaugural para unirme al público homenaje que se rendirá con tal motivo al maestro y amigo».
El 14 de diciembre de 1944, monseñor Martínez Dalmau notifica a Roig que ha recibido varios ejemplares de la 2ª edición de la biografía del padre Varela, de José Ignacio Rodríguez, y aunque supone que Ortiz le enviará un libro, él le dará otro. En carta del 30 de abril de 1948, Rodolfo de los Reyes le propone a Roig que sea Don Fernando quien redacte un trabajo sobre el centenario de los inicios de la telefonía en Cuba, y lo presente al Congreso Nacional de Historia a celebrarse en Santiago de Cuba, en 1949.
Una carta singularísima es la de Raúl Roa dirigida a Roig el 17 de julio de 1935, donde le exalta su libro sobre el antiimperialismo de Martí. En ella le pide dos ejemplares, «uno para el gran Juanito Antiga y otro para Don Fernando, a quien estimo de veras», y añade este comentario jocoso: «Sin duda, envidio esos picadillos de prójimo que se disparan ustedes los sábados. Debo decirte que mi lengua está en su mejor forma. Yo creo que ella me ha conquistado un puesto en nuestra historia, entre la tuya y la de D. Fernando».
Termino ahora con otras palabras de Roa agradeciendo al envío por Roig de la revista Social a Pablo de la Torriente y a él, cuando dice: «Emilito es un amigo genuino y un hombre que está en su puesto». Hago votos, en este Día del Historiador Cubano porque la amistad y la comunidad de intereses científicos y patrióticos entre Don Fernando y Emilito sea un ejemplo para todos nosotros, y que como dijo Roa de Roig, los historiadores estemos en el puesto que la hora actual de Cuba nos demanda.
Muchas gracias.
Dr. C. Félix Julio Alfonso López,
Miembro Concurrente de la Academia de la Historia de Cuba
y Vicepresidente de la UNHIC en La Habana