Palabras de Marie-France Pagnier, embajadora de Francia en Cuba, en la ceremonia de imposición de la medalla de Caballero de la Orden Nacional francesa del Mérito, al arquitecto Orestel del Castillo, el miércoles 8 de enero de 2006.


Señor,
Estimado Orestes:

Si el término de misionero tuviera una connotación menos religiosa – esto no le impide a usted ser un hombre de fe–, si el término de peregrino no significara para nosotros el riesgo de conducirnos de Poitiers a Santiago de Compostela – este paseo del cuerpo y del alma no le desagrade– si el término de globo-trotador no debiera salir de la boca de un enamorado del idioma de Víctor Hugo como usted, yo podría atribuirle estos tres títulos (entiéndase por definiciones) para que éstos concuerden con el MÉRITO que en nombre de Francia hoy le entrego.
Pero de todos estos calificativos, el de CABALLERO DEL MÉRITO es el que le va a la medida.
Usted lleva ante todo el nombre de un Caballero. Aún más, el de un héroe de la Antigua Grecia, compañero de aquellos que inventaron el nombre ciudad y CHATEAU, como aquellas fortalezas negras del Líbano, las ocres de Asturias, y las rosadas y blancas de los bordes del Loira.
Pero como Ulises, nada le gusta más a usted que retornar y quedarse en su amada Ciudad, La Habana, en donde usted hizo su casa, cuya llave nos entregó y por lo nunca le estaremos suficientemente agradecidos.
Un príncipe de Al Andalus en el siglo VIII (ocho) – dudas uno de sus amigos en Granada– había prometido que, si su deseo de amor más acariciado se hacía realidad, iría en peregrinaje a la Meca. Su deseo se hizo realidad pero, cansado de tantos viajes y por lo mucho que amaba a su jardín – Voltaire– hizo calcular aproximadamente en metros la distancia que separaba su casa del Santo Lugar y, cada día, recorría a pie, entre naranjales y jazmines, la Alambra, haciendo el número exacto de kilómetros que le permitían ser fiel a su promesa.
Al contarles esta historia, pienso por supuesto en usted y lo imagino caminando con frecuencia por la calles de la Habana Vieja, dándole la razón a aquel que sin dudas había llorado también la partida de Boabdil.
Es en este lado del mundo, por cuyas calles usted camina, donde justamente se encontraron el Oriente y el Occidente, Venecia y Sevilla, y donde igualmente se dieron cita – esto es lo que hace que se ame tanto a La Habana– Gaudí y Max Borges, Manuel Copado y Mallet Stevens, Charles Henri Forestier y Roberto Burle-Marx, Mario Romañach y Ricardo Porro.
Usted es uno de los guardianes de esta ciudad, con esa cualidad, rara y extrema, de disponer de sus llaves para abrir sus puertas más bien que para cerrarlas.
Arquitecto, profesor, apasionado por la ingeniería civil y las Ciencias técnicas, usted ha sabido mejor que nadie poner sus conocimientos al servicio del equilibrio, y su cultura enciclopédica puesta al servicio del emplazamiento, modesto pero decisivo, de la piedra angular, y de la pintura mural.
Es el espíritu que usted ha sabido dar a la Bienal de Arquitectura, en la cual, desde su nacimiento, hemos tenido el gran placer de participar activamente.
Todo esto, por supuesto, justificaría grandemente las insignias que le atribuye Francia.
Pero, a nuestros ojos, es la razón del corazón la que está por encima de las otras: la de su amor por Francia, de su espíritu que tan bien nos ha entendido y que ha sabido, en los momentos difíciles, en una casa que no disponía ni de paredes ni de techo todo lo sólidos que deben ser, ayudarnos a emprender los caminos más seguros, a hablar un idioma más común a todos, y compartir momentos fraternos.
Estimado Orestes, la arquitectura que usted practica es ante todo la del espíritu – el primer mérito que reconocemos en usted y es por eso que, desde lo más profundo de nuestro corazón, y en nombre de Francia, queremos darle las gracias.



(Palabras de Marie-France Pagnier, embajadora de Francia en Cuba, en la ceremonia de imposición de la medalla de Caballero de la Orden Nacional francesa del Mérito, al arquitecto Orestel del Castillo, el miércoles 8 de enero de 2006).

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar