Dos recorridos dedicó Rutas y Andares 2012, justo en el año del centenario de su construcción, al Sifón del Alcantarillado de La Habana y su Cámara de Rejas que fueran declarados como una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana de todos los tiempos, por la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC).

A comienzos del presente año 2012, los transeúntes por la Avenida del Puerto miraban con curiosidad un cubo de grandes paneles de vidrio que emergía del separador de ambas sendas dedicadas al tráfico vehicular. No deja de cautivar y despertar múltiples interrogantes en quienes la observan, esta estructura emplazada justo frente a la antigua edificación que perteneció a los Prácticos del Puerto, hoy destinada a viviendas, y muy cerca de la plazuela que rinde tributo a la memoria de los marinos cubanos caídos durante la Segunda Guerra Mundial y al Museo Castillo de La Real Fuerza.
A desentrañar los secretos, historia y curiosidades de la enigmática construcción se dedicaron los andares del jueves 2 y 9 de agosto.
Con salida habitual de la Plaza de Armas y bajo la certera guía de los arquitectos Orlando Inclán, Claudia Castillo y Arianna Martínez, especialistas de la Dirección General de Proyectos de Arquitectura y Urbanismo de la Oficina del Historiador de la Ciudad, como paso inicial las familias asistentes participaron en un conversatorio en el teatro de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena.
Durante dos horas, el público pudo conocer, de primera mano, los pormenores de la hasta entonces «enigmática obra». La estructura en forma de cubo, mitad opaca y mitad transparente, es parte del proyecto de enmascaramiento de la Cámara de Rejas del Sifón del Alcantarillado de La Habana. La construcción responde a un pedido de la Sociedad concesionaria para la gestión y fomento de los servicios de acueducto, alcantarillado, saneamiento y drenaje pluvial Aguas de La Habana, ante la necesidad de proteger y, al mismo tiempo, mostrar parte del proceso de filtrado de las aguas albañales de la urbe.
La precariedad de la técnica en explotación por casi una centuria y lo engorroso de la limpieza de sus piezas –realizados por un grupo de operarios de forma manual y expuestos en muchas ocasiones a peligros sanitarios– propició que en el año 2010 se sustituyeran por tres modernas rejas mecánicas automáticas donadas por el Sindicato Interdepartamental para el Alcantarillado de la Aglomeración de París (SIAAP), que humanizan, con creces, el trabajo en la Cámara de Rejas.
¿Pero que es la Cámara Rejas? Para comenzar debemos recordar que durante la etapa colonial la villa y luego ciudad de La Habana adolecía de sistemas eficientes capaces de garantizar niveles de sanidad adecuados, a pesar de los ingentes de esfuerzos como los del Capitán General Miguel Tacón, quien contribuyó con avances en la red de alumbrado de la urbe y la proclama de una serie de medidas de salubridad.

No es hasta finales del siglo XIX que llega a La Habana el primer proyecto para la implementación de un sistema de alcantarillado. En el continente americano, la ciudad norteamericana de Boston sería la pionera en tal sentido, contando con una red de drenaje pluvial y de albañales para 1876. Dos décadas después, exactamente en 1899, La Habana se convertía en la segunda urbe en el continente en poseer un sistema de alcantarillado, que fuera concluido en 1902.
Es entre 1908 y 1915 que se consolida el Sistema de Alcantarillado Central de La Habana, vigente hasta nuestros días. Este sistema lo integran dos colectores principales, el denominado Colector Norte, que corre paralelo al litoral costero de la ciudad, y el Colector Sur que, con numerosas ramificaciones, comprende los territorios ubicados al Sur y Oeste. En un principio, el proyecto contempló su paso por debajo de la bahía y el Castillo de los Tres Reyes de El Morro para desembocar al Este, en la playa de El Chivo. Por azar del destino no llegó a materializarse esta propuesta que, indudablemente, hubiera impedido u obstaculizado las obras posteriores del túnel de la rada.
En cambio, se decidió que la tubería que conduciría los desechos –conocida como Sifón dada sus grandes dimensiones– pasase un poco más adentro, justo al final del canal de entrada a la bahía. Sin embargo, la enorme diferencia de presiones que, debido a leyes de la hidráulica permiten el paso de las aguas sin retorno, suponen a su vez el impedimento para que desde su interior los operarios encargados realicen labores de limpieza. Por tanto, se hacía necesario filtrar aquellas aguas infectadas de cuanta basura se arrojaba a los drenajes, pues de lo contrario se acumularían en los conductos hasta colapsar.
Surge entonces una solución ideada por el equipo multidisciplinario de ingenieros: la creación de una Cámara de Rejas para filtrar los desechos sólidos que transitaban por los colectores Norte y Sur, que convergen debajo de la Plaza de Armas a ocho metros de profundidad y continúan su trayectoria unificados, a uno de los laterales de El Templete hasta la Cámara de Rejas, que se edificó a principios de 1912 en los llamados muelles de Caballería. Hazaña de la que conmemoramos este año su centenario.
Luego de pasar por debajo de la bahía en una red de tuberías que alcanzan los 375 metros de largo, las aguas albañales son succionadas por una Estación que, ubicada en Casablanca, las eleva hasta la altura de La Cabaña y desde allí, por gravedad, corren hasta el Emisario Submarino de la playa de El Chivo, 147 metros mar abierto. Los estudios de mareas y corrientes marinas, realizados a inicios del siglo XX, determinaron que los desechos no eran arrojados a la costa y por el contrario, pasaban por un proceso de reciclaje natural en las aguas del Golfo de México.
El Sifón, la compleja red de alcantarillado, la Cámara de Rejas, las estaciones de bombeo ubicadas en zonas bajas y la Cámara de succión de Casablanca, a un siglo de construidas, aún continúan en funcionamiento las 24 horas del día, durante los siete días de la semana. En su realización perecieron varios trabajadores y su importancia es vital para la ciudad, ya que ante una anomalía, se inundaría –literalmente– de aguas albañales. A pesar de su anonimato y la poca difusión que tiene en los medios, esta obra fue declarada en 1997, una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana de todos los tiempos, por la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC).

En 2009, la Oficina del Historiador inició la obra de enmascaramiento de la Cámara de Rejas. Tres años después podemos apreciar el resultado final, que se inscribe en un proyecto mucho más ambicioso que abarca paseos marítimos y la refuncionalización de la bahía habanera. Coronado por grandes paneles de vidrio, el cubo posee nueve metros de largo, ancho y alto (9 X 9 X 9 metros). En su interior se ubican las rejas, el puente grúa con jaiba, las alcantarillas y los contenedores para la recogida de desechos sólidos. Presenta una visualidad simple y contemporánea que intenta llamar la atención sobre la maravilla de la ingeniería que alberga en su interior. Entre sus valores estéticos destaca su función secundaria como lámpara urbana, apreciable en la noche desde el otro lado del puerto. Se integra, de igual manera, un pequeño paseo con palmas, necesario reducto verde en medio de una arteria de alta circulación vehicular.
Concluida la disertación de los especialistas y saciadas las diversas interrogantes, el público abandonó la biblioteca y se dirigió a la Cámara de Rejas para constatar in situ lo escuchado y apreciado en imágenes. Cerca del mediodía, cuando el sol abrasaba a todos los andantes con un intenso calor estival, muchos concordaron en decir que la reciente obra ha cumplido su cometido. Hoy ya no somos indiferentes a la importancia que reviste para la sanidad de la ciudad la centenaria construcción.

Fernando Padilla González
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Opus Habana

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