Durante la primera semana de febrero de 2002, se celebró en la Habana Vieja la II Jornada de Música Antigua Esteban Salas.
Cada año, el Centro Histórico habanero estrena parte del repertorio inédito de Esteban Salas.
A partir del creciente interés por el rescate y difusión de la música antigua, se ha ido perfilando una escuela de investigación e interpretación especializadas en la reconstrucción de versiones fidedignas de sus más variados repertorios.
Conservados a través de la escritura, estos fondos pertenecen a lo que se denomina comúnmente «música culta occidental» y, aunque los límites de lo antiguo son muy difíciles de establecer, se hace un énfasis especial en la recuperación histórica de la música escrita entre la Edad Media y el Barroco.
De esta manera, a la ya tradicional interpretación «modernizada» de repertorios antiguos —que utiliza instrumentos y formatos contemporáneos—, se antepone en los últimos años la tendencia que fundamenta su interpretación en la localización y estudio de fuentes paralelas con el propósito de rescatar la música según el lenguaje propio de cada época.
Para revivir la escena del vetusto cuadro donde los músicos animan una fiesta palaciega o acompañan el divino oficio —o lo que es decir: para descifrar los modos y maneras de hacer la música en épocas pretéritas—, son necesarias labores tales como desentrañar los códigos estéticos ocultos en viejos tratados de interpretación, así como reproducir a escala real instrumentos semejantes a los que «tocan» esos angelitos petrificados en los viejos pórticos románicos.
Así, en los últimos años, este movimiento ha dado a conocer —con el trabajo conjunto de intérpretes, musicólogos y luthiers— un impresionante número de obras y autores, a los que sólo se hacía mención o eran totalmente desconocidos en la bibliografía al uso.
A partir de las dos últimas décadas, no sólo se ha conocido mucha más música que en los primeros 80 años del siglo XX —lo cual ha revolucionado la historia y la enseñanza de la música—, sino que ese acervo se ha retomado en su formato original para ser interpretado de la manera más genuina posible.
¿Pero acaso es posible reproducir el espíritu y los sentimientos de antaño? Nunca lo sabremos, pues aun cuando estén presentes todas las condiciones requeridas para frotar la cuerda o soplar la flauta, los sonidos son devueltos a la vida por músicos contemporáneos que marcan con su perspectiva actual el arte que interpretan.
«Estoy convencido —afirma el destacado musicólogo peruano Aurelio Tello— de que toda interpretación es una creación y que nadie tiene la última palabra. Quizá podamos aspirar a realizar interpretaciones verosímiles, pero nunca verdaderas. Aun siendo especialistas, nuestra mirada a la música antigua es la mirada de seres del siglo XXI asomándose al pasado».(1)
En efecto, al reproducir las obras de antaño, el músico actual no puede sustraerse a la acumulación del conocimiento que le permite encarar un mismo repertorio mediante diferentes estilos de interpretación. Es el caso de los villancicos del barroco americano, cuya interpretación sobria a la usanza europea —que emplea sólo voces y continuo— puede considerarse tan válida como la que incorpora a discreción instrumentos y maneras típicas de la música autóctona.
Sin embargo, en un sentido más espiritual, el catalán Jordi Savall, uno de los más grandes intérpretes de repertorios olvidados, se muestra convencido de que «la música ha variado, pero nuestras emociones siguen siendo las mismas. Por eso Canetti decía que la música es la historia viviente de la humanidad, porque no nos habla de hechos, nos habla a través de las emociones, y éstas siempre han sido verdaderas. No hay que olvidar la dimensión de lo pequeño, la fuerza que lo pequeño tiene. Una simple melodía tocada o cantada con emoción nos puede llenar de mucho más que una orquesta con 200 músicos. Y éste es el aporte de la música antigua».(2)
Importantes sellos discográficos como Harmonia Mundi —o K617— han dado a la luz las obras de aquellos músicos que fueron desconocidos por una historia que, durante años, sólo se dedicó al estudio de los autores excepcionales.
Junto a los ya grandes pilares de la música europea: Palestrina, Guerrero, Bach…, aparecen discos compactos con las obras de compositores como Cristóbal Galán, Antonio Literes, José de Torres, Francisco Valls, Francesco Cavalli…, ignorados incluso en sus propios países.
No en balde, asegura Savall, «en España, el hecho de no tener un Beethoven o un Haydn, de dimensión gigantesca, no quiere decir que no haya algunos compositores con obras muy interesantes. Hay que distinguir entre el genio absoluto, como un Bach o un Tomás Luis de Victoria, y el compositor que ha hecho cierto número de obras remarcables. Hay poetas del Siglo de Oro que no tienen el valor de un Cervantes o un Lope, pero que nos dan en su obra unos elementos fascinantes sobre la época que vivieron».(3)
En lo que América Latina respecta, la interpretación de su pasado musical —que ya fuera investigado desde mediados del siglo XX— se ha hecho posible a partir de la reciente publicación de antologías, estudios monográficos, partituras varias… Como resultado, han salido a la palestra mundial en época muy reciente: Tomás de Torrejón y Velazco, Juan de Arauxo, Doménico Zípoli, Roque Ceruti, Juan de Herrera, Esteban Salas…
Según el profesor Tello, la mayor dificultad ha radicado en «superar las difíciles condiciones materiales: escasez de centros de formación, falta de instrumentos adecuados, difícil acceso a las fuentes, escaso o nulo o tardío apoyo de los estados nacionales…, que en Europa han estado resueltas. Por lo mismo, la música latinoamericana ha encontrado a sus difusores más conspicuos en músicos europeos, o latinoamericanos radicados en el viejo continente».(4)
La situación parece mejorar si se tiene en cuenta la reciente creación de festivales como el de Música Renacentista y Barroca Americana; Misiones de Chiquitos, en Bolivia, o Música del Pasado de América, en Venezuela, a la par de que surgen grupos, solistas y conjuntos de la talla de la Camerata de Caracas o el Ensamble Louis Berger.
En Cuba, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana se ha consagrado a la recuperación de nuestro más antiguo patrimonio musical mediante la investigación documental (revisión, estudio, y transcripción de la obras de Esteban Salas y de Cayetano Pagueras), seguida de su interpretación y grabación inmediatas por el Conjunto de Música Antigua Ars Longa.
Gracias a la programación semanal de conciertos en su sede —la Iglesia de San Francisco de Paula—, esa labor de rescate llega al más amplio público y alcanza su mayor esplendor con la celebración anual de las Jornadas de Música Antigua Esteban Salas, cuya segunda edición se realizó del 2 al 9 de febrero pasado.
Surgieron estas jornadas durante la celebración del 275 aniversario del natalicio de Salas, en diciembre de 2000, y desde entonces llevan su nombre. En esa ocasión, fue subsede del evento Santiago de Cuba, ciudad que —como dijera el Pbro. Jorge Catasús, en homilía dedicada al compositor— se sentía agraciada por esos «cánticos de aromas celestiales que están colmando las vetustas bóvedas de nuestra Catedral, las mismas que otrora, hace dos siglos atrás, se vieron henchidas de iguales notas musicales, ejecutadas entonces por unos pocos hombres y niños del pueblo, humildes cantores e instrumentistas, convocados y defendidos decididamente por el insigne y sencillo a la vez maestro de la capilla de música de esta Catedral primada, Esteban Salas».(5)
Con similar emoción, durante la II Jornada se realizaron doce conciertos en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís y la Iglesia de Paula, templos habaneros que, tras su restauración en 1994 y 2000, respectivamente, se convirtieron en salas de conciertos.
Anfitrión del evento, el Conjunto de Música Antigua Ars Longa invitó a las siguientes agrupaciones cubanas: Coro Exaudi, Camerata Romeu, Schola Cantorum Coralina, El Gremio, Dúo Sonus y La Nueva Libertad, así como al conjunto español Hemiolia, de la Universidad de Valladolid, España, y la Compañía Musical de Francia. Dedicada también a la enseñanza de técnicas y estilos en la interpretación musical, esta II Jornada propició la realización de cuatro talleres creativos, impartidos por profesores asociados al proyecto del Centro Internacional de los Caminos del Barroco, Francia: clavecín (Prof. Anne-Catherine Bucher); cornetto y flautas dulces (Prof. Judith Pacquier); guitarra barroca, laúd y vihuela (Prof. Hugh Sandilands); canto (Prof. Ivette González), así como un gran taller coral (Prof. Josep Cabré). Estos cursos de interpretación hallaron su aplicación práctica en tres de los conciertos programados, el primero de los cuales fue Canzoni per sonare. Dedicado a la música italiana del siglo XVII, ese programa fue organizado por la profesora Pacquier e interpretado por un ensemble instrumental con todos los alumnos de dicho taller.
Con el propósito de homenajear a una personalidad nacional, se dedicó uno de los días al guitarrista y maestro Isaac Nicola por su empeño en promover la interpretación de la música antigua en Cuba. Utilizando instrumentos históricos de cuerda pulsada como la tiorba, la vihuela, el laúd y la guitarra barroca, protagonizaron ese concierto —coordinado por el guitarrista Hugh Sandilands—: Aland López, David Rollán y el último discípulo del maestro Nicola, Alejandro González, quienes interpretaron obras del renacimiento y barroco italiano, francés y español.
Con la participación de Schola Cantorum Coralina, el Conjunto Ars Longa y el quinteto Hemiolia fue conformada la Compañía Musical del Caribe, ensemble vocal-instrumental que clausuró la II Jornada de Música Antigua.
Como una auténtica antología del barroco hispánico, puede catalogarse ese concierto final que, con el título de «Arca de Música», fue diseñado a la manera del oficio divino de maitines, laudes y vísperas, y alternaba salmos, acompañados de sus antífonas gregorianas, con villancicos al nacimiento.
Durante todos esos días, además, la plaza de San Francisco estuvo animada por el conjunto de órgano oriental La Nueva Libertad que —como parte de un proyecto franco-cubano promovido por el luthier Jean Marc Mouligne— se propone fomentar esta tradición, heredada de Francia en el siglo XIX y que se hizo presente desde entonces en los bailes populares cubanos.
También está previsto que, para la III Jornada, se inaugure el órgano restaurado de la Iglesia de Paula, sede de Ars Longa, y se interpreten las primeras obras en formato policoral que se han rescatado de Esteban Salas.
(1) Entrevista concedida a la autora de este artículo.
(2) Sol Alameda: «Jordi Savall. El maestro de la música antigua», en El País Semanal. Número 1 241, domingo 9 de julio de 2000, p. 20.
(3) Ídem, p. 18.
(4) Entrevista concedida a la autora de este artículo.
(5) Revista Claras luces. Año V, número 9, junio 2001, p. 12.
Conservados a través de la escritura, estos fondos pertenecen a lo que se denomina comúnmente «música culta occidental» y, aunque los límites de lo antiguo son muy difíciles de establecer, se hace un énfasis especial en la recuperación histórica de la música escrita entre la Edad Media y el Barroco.
De esta manera, a la ya tradicional interpretación «modernizada» de repertorios antiguos —que utiliza instrumentos y formatos contemporáneos—, se antepone en los últimos años la tendencia que fundamenta su interpretación en la localización y estudio de fuentes paralelas con el propósito de rescatar la música según el lenguaje propio de cada época.
Para revivir la escena del vetusto cuadro donde los músicos animan una fiesta palaciega o acompañan el divino oficio —o lo que es decir: para descifrar los modos y maneras de hacer la música en épocas pretéritas—, son necesarias labores tales como desentrañar los códigos estéticos ocultos en viejos tratados de interpretación, así como reproducir a escala real instrumentos semejantes a los que «tocan» esos angelitos petrificados en los viejos pórticos románicos.
Así, en los últimos años, este movimiento ha dado a conocer —con el trabajo conjunto de intérpretes, musicólogos y luthiers— un impresionante número de obras y autores, a los que sólo se hacía mención o eran totalmente desconocidos en la bibliografía al uso.
A partir de las dos últimas décadas, no sólo se ha conocido mucha más música que en los primeros 80 años del siglo XX —lo cual ha revolucionado la historia y la enseñanza de la música—, sino que ese acervo se ha retomado en su formato original para ser interpretado de la manera más genuina posible.
¿Pero acaso es posible reproducir el espíritu y los sentimientos de antaño? Nunca lo sabremos, pues aun cuando estén presentes todas las condiciones requeridas para frotar la cuerda o soplar la flauta, los sonidos son devueltos a la vida por músicos contemporáneos que marcan con su perspectiva actual el arte que interpretan.
«Estoy convencido —afirma el destacado musicólogo peruano Aurelio Tello— de que toda interpretación es una creación y que nadie tiene la última palabra. Quizá podamos aspirar a realizar interpretaciones verosímiles, pero nunca verdaderas. Aun siendo especialistas, nuestra mirada a la música antigua es la mirada de seres del siglo XXI asomándose al pasado».(1)
En efecto, al reproducir las obras de antaño, el músico actual no puede sustraerse a la acumulación del conocimiento que le permite encarar un mismo repertorio mediante diferentes estilos de interpretación. Es el caso de los villancicos del barroco americano, cuya interpretación sobria a la usanza europea —que emplea sólo voces y continuo— puede considerarse tan válida como la que incorpora a discreción instrumentos y maneras típicas de la música autóctona.
Sin embargo, en un sentido más espiritual, el catalán Jordi Savall, uno de los más grandes intérpretes de repertorios olvidados, se muestra convencido de que «la música ha variado, pero nuestras emociones siguen siendo las mismas. Por eso Canetti decía que la música es la historia viviente de la humanidad, porque no nos habla de hechos, nos habla a través de las emociones, y éstas siempre han sido verdaderas. No hay que olvidar la dimensión de lo pequeño, la fuerza que lo pequeño tiene. Una simple melodía tocada o cantada con emoción nos puede llenar de mucho más que una orquesta con 200 músicos. Y éste es el aporte de la música antigua».(2)
Importantes sellos discográficos como Harmonia Mundi —o K617— han dado a la luz las obras de aquellos músicos que fueron desconocidos por una historia que, durante años, sólo se dedicó al estudio de los autores excepcionales.
Junto a los ya grandes pilares de la música europea: Palestrina, Guerrero, Bach…, aparecen discos compactos con las obras de compositores como Cristóbal Galán, Antonio Literes, José de Torres, Francisco Valls, Francesco Cavalli…, ignorados incluso en sus propios países.
No en balde, asegura Savall, «en España, el hecho de no tener un Beethoven o un Haydn, de dimensión gigantesca, no quiere decir que no haya algunos compositores con obras muy interesantes. Hay que distinguir entre el genio absoluto, como un Bach o un Tomás Luis de Victoria, y el compositor que ha hecho cierto número de obras remarcables. Hay poetas del Siglo de Oro que no tienen el valor de un Cervantes o un Lope, pero que nos dan en su obra unos elementos fascinantes sobre la época que vivieron».(3)
En lo que América Latina respecta, la interpretación de su pasado musical —que ya fuera investigado desde mediados del siglo XX— se ha hecho posible a partir de la reciente publicación de antologías, estudios monográficos, partituras varias… Como resultado, han salido a la palestra mundial en época muy reciente: Tomás de Torrejón y Velazco, Juan de Arauxo, Doménico Zípoli, Roque Ceruti, Juan de Herrera, Esteban Salas…
Según el profesor Tello, la mayor dificultad ha radicado en «superar las difíciles condiciones materiales: escasez de centros de formación, falta de instrumentos adecuados, difícil acceso a las fuentes, escaso o nulo o tardío apoyo de los estados nacionales…, que en Europa han estado resueltas. Por lo mismo, la música latinoamericana ha encontrado a sus difusores más conspicuos en músicos europeos, o latinoamericanos radicados en el viejo continente».(4)
La situación parece mejorar si se tiene en cuenta la reciente creación de festivales como el de Música Renacentista y Barroca Americana; Misiones de Chiquitos, en Bolivia, o Música del Pasado de América, en Venezuela, a la par de que surgen grupos, solistas y conjuntos de la talla de la Camerata de Caracas o el Ensamble Louis Berger.
En Cuba, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana se ha consagrado a la recuperación de nuestro más antiguo patrimonio musical mediante la investigación documental (revisión, estudio, y transcripción de la obras de Esteban Salas y de Cayetano Pagueras), seguida de su interpretación y grabación inmediatas por el Conjunto de Música Antigua Ars Longa.
Gracias a la programación semanal de conciertos en su sede —la Iglesia de San Francisco de Paula—, esa labor de rescate llega al más amplio público y alcanza su mayor esplendor con la celebración anual de las Jornadas de Música Antigua Esteban Salas, cuya segunda edición se realizó del 2 al 9 de febrero pasado.
Surgieron estas jornadas durante la celebración del 275 aniversario del natalicio de Salas, en diciembre de 2000, y desde entonces llevan su nombre. En esa ocasión, fue subsede del evento Santiago de Cuba, ciudad que —como dijera el Pbro. Jorge Catasús, en homilía dedicada al compositor— se sentía agraciada por esos «cánticos de aromas celestiales que están colmando las vetustas bóvedas de nuestra Catedral, las mismas que otrora, hace dos siglos atrás, se vieron henchidas de iguales notas musicales, ejecutadas entonces por unos pocos hombres y niños del pueblo, humildes cantores e instrumentistas, convocados y defendidos decididamente por el insigne y sencillo a la vez maestro de la capilla de música de esta Catedral primada, Esteban Salas».(5)
Con similar emoción, durante la II Jornada se realizaron doce conciertos en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís y la Iglesia de Paula, templos habaneros que, tras su restauración en 1994 y 2000, respectivamente, se convirtieron en salas de conciertos.
Anfitrión del evento, el Conjunto de Música Antigua Ars Longa invitó a las siguientes agrupaciones cubanas: Coro Exaudi, Camerata Romeu, Schola Cantorum Coralina, El Gremio, Dúo Sonus y La Nueva Libertad, así como al conjunto español Hemiolia, de la Universidad de Valladolid, España, y la Compañía Musical de Francia. Dedicada también a la enseñanza de técnicas y estilos en la interpretación musical, esta II Jornada propició la realización de cuatro talleres creativos, impartidos por profesores asociados al proyecto del Centro Internacional de los Caminos del Barroco, Francia: clavecín (Prof. Anne-Catherine Bucher); cornetto y flautas dulces (Prof. Judith Pacquier); guitarra barroca, laúd y vihuela (Prof. Hugh Sandilands); canto (Prof. Ivette González), así como un gran taller coral (Prof. Josep Cabré). Estos cursos de interpretación hallaron su aplicación práctica en tres de los conciertos programados, el primero de los cuales fue Canzoni per sonare. Dedicado a la música italiana del siglo XVII, ese programa fue organizado por la profesora Pacquier e interpretado por un ensemble instrumental con todos los alumnos de dicho taller.
Con el propósito de homenajear a una personalidad nacional, se dedicó uno de los días al guitarrista y maestro Isaac Nicola por su empeño en promover la interpretación de la música antigua en Cuba. Utilizando instrumentos históricos de cuerda pulsada como la tiorba, la vihuela, el laúd y la guitarra barroca, protagonizaron ese concierto —coordinado por el guitarrista Hugh Sandilands—: Aland López, David Rollán y el último discípulo del maestro Nicola, Alejandro González, quienes interpretaron obras del renacimiento y barroco italiano, francés y español.
Con la participación de Schola Cantorum Coralina, el Conjunto Ars Longa y el quinteto Hemiolia fue conformada la Compañía Musical del Caribe, ensemble vocal-instrumental que clausuró la II Jornada de Música Antigua.
Como una auténtica antología del barroco hispánico, puede catalogarse ese concierto final que, con el título de «Arca de Música», fue diseñado a la manera del oficio divino de maitines, laudes y vísperas, y alternaba salmos, acompañados de sus antífonas gregorianas, con villancicos al nacimiento.
Durante todos esos días, además, la plaza de San Francisco estuvo animada por el conjunto de órgano oriental La Nueva Libertad que —como parte de un proyecto franco-cubano promovido por el luthier Jean Marc Mouligne— se propone fomentar esta tradición, heredada de Francia en el siglo XIX y que se hizo presente desde entonces en los bailes populares cubanos.
También está previsto que, para la III Jornada, se inaugure el órgano restaurado de la Iglesia de Paula, sede de Ars Longa, y se interpreten las primeras obras en formato policoral que se han rescatado de Esteban Salas.
(1) Entrevista concedida a la autora de este artículo.
(2) Sol Alameda: «Jordi Savall. El maestro de la música antigua», en El País Semanal. Número 1 241, domingo 9 de julio de 2000, p. 20.
(3) Ídem, p. 18.
(4) Entrevista concedida a la autora de este artículo.
(5) Revista Claras luces. Año V, número 9, junio 2001, p. 12.