Con un predominio de la visualidad, el libro Otras portadas de La Habana presenta más de 200 láminas con las características y encantos de portadas de antiguos inmuebles. La obra, además del prólogo y las conclusiones, contiene tres ensayos que complementan a las fotografías de interés, captadas expresamente para esta edición limitada a los siglos XVI-XIX.
Precedido por un exordio del Historiador de la Ciudad, el libro de Daniel Taboada contiene además un prólogo; los ensayos «Portadas habaneras», «Portadas españolas» y «El portón», y unas conclusiones.
El libro Otras portadas de La Habana –del arquitecto Daniel Taboada Espiniella– complementa aquella obra que, escrita hace ya casi 40 años por Joaquín E. Weiss, pedía ser ampliada con otra publicación similar.
De ahí este volumen que recoge 227 láminas –incluidas algunas de portadas domésticas españolas– y que nos hace recapacitar sobre las similitudes y diferencias del mismo elemento arquitectónico en los dos bordes del océano Atlántico.
Siguiendo casi los mismos presupuestos de Weiss, Taboada Espiniella reeditó aquella ruta de andanzas por las viejas calles habaneras para encontrar y detallar los encantos de disímiles portadas de antiguos inmuebles: precisamente, esas que permanecen en pie, aun cuando porciones mínimas –y hasta notorias– no han dejado de mutar frente a nuevos gustos, o algunas que ya se perdieron para siempre.
Fue así el comienzo de una útil aventura con un marcado énfasis en lo visual. Porque Otras portadas de La Habana adquiere notoriedad con la abundancia de su repertorio fotográfico: habanero (nuestra identidad) y español (la otra identidad).
Precedido por un exordio del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, el libro contiene además un prólogo; los ensayos «Portadas habaneras», «Portadas españolas» y «El portón», y unas conclusiones. Se trata de reflexiones que redondean el contenido de este libro de 266 páginas, publicado en 2005 por la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula, la Oficina del Historiador de la Ciudad y la Fundación Diego de Sagredo.
Toda expresión arquitectónica resulta difícil apresarla sólo por medio de imágenes, explicaciones, ideas... porque entre las artes, la arquitectura exige del estar allí. Para conocerla y percibirla mejor hace falta incluso encontrarse físicamente en sus cercanías. No obstante, esta monografía de Taboada Espiniella –limitada al período comprendido entre los siglos XVI y XIX– resulta asimilable como propuesta editorial: la temática de la portada lo facilita, en parte, por su aproximada planimetría, que es bien perceptible por la fotografía.
La arquitectura colonial cubana –y en particular la habanera– atrae por sus elementos y estructuras estético-funcionales que constituyen rarezas en un entorno mixto como el de hoy, donde confluyen varios tiempos, estilos, concepciones...
Aquí pueden destacarse algunos, otros resultan más evocadores. Ocurre así con la portada, en la que es más notoria entre los elementos arquitectónicos del pasado colonial «la competencia de los recursos humanos y la transmisión de conocimientos y habilidades para la ejecución de las obras, que inexorablemente evolucionan con el tiempo aún en el mismo lugar y en mayor medida cuando pasan de una metrópoli a sus colonias, de un continente a otro», señala el arquitecto Taboada.
Obra de proporciones magnas, la portada colonial fusiona la faena de albañilería, carpintería y herrería. Cada uno de esos oficios está presente en las páginas de esta monografía que destaca en diseño y fotografía portones, bocallaves, aldabones, pestillos, postigos, bisagras..., vértebras mismas de la expresión arquitectónica hispanoamericana.
De ahí este volumen que recoge 227 láminas –incluidas algunas de portadas domésticas españolas– y que nos hace recapacitar sobre las similitudes y diferencias del mismo elemento arquitectónico en los dos bordes del océano Atlántico.
Siguiendo casi los mismos presupuestos de Weiss, Taboada Espiniella reeditó aquella ruta de andanzas por las viejas calles habaneras para encontrar y detallar los encantos de disímiles portadas de antiguos inmuebles: precisamente, esas que permanecen en pie, aun cuando porciones mínimas –y hasta notorias– no han dejado de mutar frente a nuevos gustos, o algunas que ya se perdieron para siempre.
Fue así el comienzo de una útil aventura con un marcado énfasis en lo visual. Porque Otras portadas de La Habana adquiere notoriedad con la abundancia de su repertorio fotográfico: habanero (nuestra identidad) y español (la otra identidad).
Precedido por un exordio del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, el libro contiene además un prólogo; los ensayos «Portadas habaneras», «Portadas españolas» y «El portón», y unas conclusiones. Se trata de reflexiones que redondean el contenido de este libro de 266 páginas, publicado en 2005 por la Cátedra Gonzalo de Cárdenas de Arquitectura Vernácula, la Oficina del Historiador de la Ciudad y la Fundación Diego de Sagredo.
Toda expresión arquitectónica resulta difícil apresarla sólo por medio de imágenes, explicaciones, ideas... porque entre las artes, la arquitectura exige del estar allí. Para conocerla y percibirla mejor hace falta incluso encontrarse físicamente en sus cercanías. No obstante, esta monografía de Taboada Espiniella –limitada al período comprendido entre los siglos XVI y XIX– resulta asimilable como propuesta editorial: la temática de la portada lo facilita, en parte, por su aproximada planimetría, que es bien perceptible por la fotografía.
La arquitectura colonial cubana –y en particular la habanera– atrae por sus elementos y estructuras estético-funcionales que constituyen rarezas en un entorno mixto como el de hoy, donde confluyen varios tiempos, estilos, concepciones...
Aquí pueden destacarse algunos, otros resultan más evocadores. Ocurre así con la portada, en la que es más notoria entre los elementos arquitectónicos del pasado colonial «la competencia de los recursos humanos y la transmisión de conocimientos y habilidades para la ejecución de las obras, que inexorablemente evolucionan con el tiempo aún en el mismo lugar y en mayor medida cuando pasan de una metrópoli a sus colonias, de un continente a otro», señala el arquitecto Taboada.
Obra de proporciones magnas, la portada colonial fusiona la faena de albañilería, carpintería y herrería. Cada uno de esos oficios está presente en las páginas de esta monografía que destaca en diseño y fotografía portones, bocallaves, aldabones, pestillos, postigos, bisagras..., vértebras mismas de la expresión arquitectónica hispanoamericana.
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