Poco queda de los claros y potentes surtidores de agua que desembocaban en el Callejón del Chorro para dar vida a la villa de San Cristóbal de La Habana.
Hoy día, el río Almendares está bien lejos de ser como lo describiera en 1841 Antonio Bachiller y morales: «azulado río que tan pronto se desliza como una lámina de cristal».

 Los aborígenes le decían Casiguagua y los primeros españoles lo bautizaron La Chorrera. En honor al Obispo de La Habana, Enrique Almendaris, se le dio nombre definitivo, Almendares, con el que ha llegado a nosotros para contar una historia no siempre afortunada.
Desde el mismo siglo XVI testificó el desmonte de grandes bosques de maderas preciosas y su corriente trasladó hasta la costa los bolos con que se construyeron los más grandes barcos que haya tenido España. También se estableció como principal vía de penetración hacia la campiña habanera y siguiendo su curso se erigieron haciendas, vegas, ingenios... Como la lógica de su privilegiada ubicación indicaba, el Almendares sufrió particularmente las necesidades de abasto de agua.
En 1544 el gobernador de la Isla, Juan Dávila, pedía autorización al rey de España para llevar las aguas de La Chorrera hasta la naciente ciudad. Luego de 33 años se terminaba la Zanja Real, considerada el más antiguo acueducto de América Latina, aunque no es hasta 1592 que el ingeniero Juan Bautista de Antonelli, famoso constructor del Morro, completa la represa del Husillo para encauzar las aguas por esa zanja que abastecería a La Habana durante 243 años. Otros cuatro acueductos se sumarían para satisfacer las necesidades de expansión y desarrollo urbanos: el Fernando VII y el de Vento, construidos en 1835 y 1859 respectivamente; el del puente de Calabazar y la nombrada Nueva Taza de Vento, que empezó a prestar servicios en 1926.
Durante todo ese tiempo las márgenes del río fueron deforestadas para construir fábricas y embalses. Así, la industria que creció a su sombra, se convirtió en su sombra. La sociedad pagó al Almendares haciéndolo casi irrespirable. De sus márgenes se tomaron muestras de bambú para el bombillo incandescente de Edison, uno de los más trascendentales sucesos de la ciencia moderna, pero su cauce apenas se alimenta hoy de albañales y de los residuos que vierten 25 industrias, contando sólo las incluidas en el área del llamado Parque Metropolitano de La Habana. Hoy está bien lejos de ser como lo describiera en 1841 Antonio Bachiller y Morales: «azulado río que tan pronto se desliza como una lámina de cristal».

 El rostro de la contaminación
Estudiosos del medio ambiente cubano aseguran que para propiciar una acción geotransformadora en favor del Almendares habría que invertir, como mínimo, unos veinte millones de dólares. Los desechos de industrias de materiales de la construcción obstruyen la corriente e impiden su reoxigenación; un reciente análisis químico de sus aguas reveló la presencia de ácido sulfúrico, sosa cáustica, detergentes y dióxido de titanio.
En su curso inferior desembocan las zanjas Omega y Santoyo, Y unas diez tuberías que transportan albañales. En algunos tramos entran doscientos litros por segundo, situación que puede llegar a ser catastrófica atendiendo al anunciado despegue económico de la Isla y a la reapertura de muchas fábricas, cerradas desde 1991, que se asientan a orillas del río.
Para impedir la catástrofe, además de las restricciones que establece la ley ambiental, un grupo de especialistas participantes en la Conferencia Internacional Río Almendares SOS, convocada por la Fundación del Hombre y la Naturaleza, reclamaron que los diferentes ministerios coloquen en sus industrias filtros o trampas de grasa, con el fin de disminuir el grado de contaminación de los vertimientos.
El Ministerio de la Industria Básica, por ejemplo, prevé para este año una inversión en filtros de fibra que resolverá en un 80 por ciento los problemas de contaminación de la Papelera de Puentes Grandes. «No obstante, con la recuperación empresarial habrá que transitar necesariamente hacia lugares más convenientes de aquellas fábricas que agredan el río», comentó el doctor Antonio Núñez Jiménez, presidente de la Fundación.
Otros especialistas promueven la posibilidad del drenaje profundo del Almendares y la instalación de pequeñas plantas de tratamiento biológico o natural. Sin olvidar el trabajo de educación ambiental con las comunidades y sus líderes de opinión, que estimule una respuesta ecológica cotidiana, pues en la mayoría de los casos las agresiones contra el medio se sustentan en el desconocimiento de sus consecuencias.

Parque Metropolitano
Todas las grandes ciudades del mundo cuentan con uno o más parques donde sus habitantes disfrutan de espacios verdes, abiertos, y áreas recreativas del más diverso tipo. La Habana dispone del Jardín Botánico, el Zoológico, la Feria Expo-Cuba y el Parque Lenin, todos situados en las afueras. El proyecto ecológico social del Parque Metropolitano propone a los habaneros fundar alrededor de su río insignia un paraje sano y tranquilo para el descanso, que a la vez dote a la ciudad de un muy necesario «pulmón verde».
Los primeros estudios para un gran parque datan de 1912, cuando comenzó la expansión urbana hacia el oeste y el nordeste. Quince años después el arquitecto francés J. Forestier materializó la idea del Gran Bosque de La Habana, ubicado en la ribera oeste del río, entre los repartos Kohly y Nuevo Vedado. En esa época el territorio ya se encontraba rodeado por la ciudad, y la especulación de terrenos comenzó a engullir el espacio originalmente concebido para el reposo de los habaneros. Durante la seudorrepública otros lugares más o menos colindantes con el Bosque acogieron al Jardín Botánico, famoso por su colección de especies forestales autóctonas y exóticas, así como a los jardines creados por las cervecerías Polar y Tropical.
Con posterioridad al triunfo de la Revolución se realizaron algunas inversiones de tipo social, como el Parque Almendares, que se convirtió en área de juegos de millares de niños, refugio de trovadores y estudiantes. Sin embargo, este proceso se detuvo y a principios de los años setenta el recinto acabó de fraccionarse, razón por la cual es tan difícil hoy dar armonía al proyecto. Aunque continúa identificándose con el Bosque de La Habana, el Parque Metropolitano incluye en realidad un vasto territorio de 678 hectáreas, enclavado sobre los siete kilómetros finales del Almendares, donde es común observar espacios yermos y sitios desérticos. El 40 por ciento del área está deforestada y en sus bosques, sobre suelo calizo y con mal drenaje, predominan el ficus, la majagua, el ocuje, laurel, casuarina, flamboyán, jagüey y siguaraya.
Que colinde con cuatro populosos municipios (Playa, Plaza, Cerro y Marianao) otorga además la posibilidad de que sus vecinos se interrelacionen con la naturaleza. El proyecto del Parque Metropolitano deviene así paso de articulación entre intereses que generalmente se han visto contrapuestos. Al buscar el equilibrio entre la naturaleza y el ambiente artificial, no podrá ser un parque convencional, donde el paisajista pida eliminar todo lo que le molesta para después hacer su diseño. «El interés ecológico, histórico y estético deberá armonizar con el desarrollo económico y social», asevera Julio Reyes Villafruela, director del grupo gestor del proyecto.
Lo cierto es que muy pocas personas logran imaginarse el parque concluido. La sorpresa es actitud común cuando se les revela que viven dentro de él, y pasarán años antes de que puedan disfrutarlo plenamente. Aunque no todo es contaminación en el Almendares, pues en el sector de su nacimiento prosigue siendo una corriente cristalina, que fluye incluso en época de sequía y está rodeada de un bosque de maderas preciosas plantado después de 1959. Corren también aguas limpias en la zona conocida por Río Cristal, las cuales proceden de manantiales subterráneos que no ha captado aún el acueducto de la Taza de Vento.
Quizás la creación o revitalización de polos turístico-recreativos e históricos, como las ruinas del acueducto del Husillo y de la Zanja Real, constituya el primer intento de asegurar ingresos que permitan al Parque Metropolitano sustentarse de modo independiente. El interés principal es potenciar proyectos ecológicos donde se combinen las dimensiones ambiental, socioeconómica y cultural; y que el componente humano sea el centro del sistema, pues del estrecho vínculo con el entorno depende la identidad cultural.

Árboles y ríos
En el proyecto del Parque Metropolitano se han privilegiado cuatro barriadas, consideradas las más problemáticas tanto desde el punto de vista ecológico como social, para las cuales se siguen planes diferenciados de recuperación. En la localidad de Puentes Grandes, caracterizada por sus valores arquitectónicos, se priorizará la reparación de viviendas; en La Puntilla, el establecimiento de condiciones para la práctica de deportes náuticos; Palatino remozará el circo, el estadio Raúl Díaz Argüelles y los Jardines de La Polar; Pogolotti-Belén se dedicará al saneamiento de las aguas y la reforestación.
Precisamente la reforestación es una de las empresas esenciales, porque establecer una faja forestal hidrorreguladora en los arroyos Mordazo, Santoyo y Orengo, contribuiría a sanear el río Almendares, sin el cual sería absurdo pensar en el Parque Metropolitano. El Almendares, una vez descontaminado, será el soporte de muchas otras actividades para que el proyecto se convierta en una obra verdaderamente sustentable. El cauce sinuoso, aplanado por el valle a lo largo de siglos, regala un espacio arbolado que la acción poco previsora del hombre transformó en un vertedero. Es deber y sueño de los habaneros que este río, alma y verdadero dueño del Parque Metropolitano, no siga agazapado en la tierra por los efectos de la contaminación y vuelva pronto a ser concilio de naturaleza y sociedad.
Iramis Alonso
Periodista
Tomado de Opus Habana, Vol. I, No. 1, 1996, pp. 46-51.

Comentarios   

Adrian Alles Leal
0 #1 Adrian Alles Leal 26-11-2009 12:01
Muy bonito trabajo , linda historia ,excellente , nos servira de mucho para un Forum .
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