La Ruta de la Memoria reúne cada martes en la mañana a un público muy diverso, motivado por conocer, de primera mano, los espacios de La Habana Vieja dedicados a evocar hechos y figuras trascendentales de la historia cubana en sus tres etapas cronológicas fundamentales: Colonia, República y Revolución. En esta ocasión, el Palacio de Gobierno, la Armería 9 de abril, la Sala de los Bomberos, el Museo Universitario, la Casa Juan Gualberto Gómez y el Museo Numismático se unen para ofrecer a los asistentes un boleto al conocimiento.

Uno de los destinos regulares del proyecto Rutas y Andares para descubrir en familia, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en este verano 2010, la Ruta de la Memoria pretende llevar a un público diverso y heterogéneo una visión holística de la historia.

«Cualquiera de estas cosas que escucho aquí me puede servir para la escuela», me respondió sin titubeos Marco Antonio Santana, un adolescente de 13 años vecino del municipio La Habana Vieja, cuando le confesé que me intrigaba verlo tomando notas constantemente durante los recorridos de la Ruta de la Memoria. «El año pasado no pude venir a las Rutas y Andares, pero me lo propuse este año… y aquí estoy», dijo ya en movimiento hacia el grupo reunido alrededor de Leisbel Sespón,  especialista de la Casa Museo Juan Gualberto Gómez que explicaba cómo el patriota matancero, amigo de José Martí, había mantenido en aquella casa de la calle Empedrado la redacción de sus periódicos independentistas, a pesar de la persecución de las tropas colonialistas.




Uno de los destinos regulares del proyecto Rutas y Andares para descubrir en familia, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, en este verano 2010, la Ruta de la Memoria se integra a sus homólogos de la Ciencia, los Hallazgos, las Artes Decorativas y la especial por el Bicentenario de la Independencia de América, en llevar a un público diverso y heterogéneo una visión holística de la historia, al vincular el espacio museístico, la vivencia, la curiosidad y la necesidad del conocimiento histórico a través de dinámicas estrategias de comunicación, desarrolladas por especialistas de experiencia, tanto investigativa como museológica.
Según Sergio González, director del Museo Numismático y coordinador general de la Ruta, «se pretende vincular los sitios, memoriales y museos —cuyas colecciones se basan en la preservación de la memoria histórica de Cuba y el mundo— con acontecimientos acaecidos en tres épocas históricas: la Colonia, la República mediatizada y la Revolución.
»Por eso, se incluye el Palacio de Gobierno, edificio que representa la etapa republicana; para la etapa colonial se escogió la Sala de los Bomberos, pues está ubicada donde acaeció el famoso incendio del 17 de mayo de 1890; la Armería 9 de abril, protagonista del asalto de un comando del 26 de Julio en la Huelga General Revolucionaria de abril de 1958; el Museo Universitario, centrado en la etapa genésica del plantel educacional a fines del siglo XVIII y, por último, el Museo Numismático que, a través de sus colecciones de monedas, billetes y medallas, cubre todas las etapas históricas y se adentra también en el devenir de otros países, como las exposiciones colaterales sobre la numismática de Polonia, Egipto y Colombia que ocupan las salas transitorias».


»Además, esta ruta incluye una visita dirigida a la Casa Natal de José Martí que se concentra el mismo día y a la misma hora en esa institución y se desarrolla completamente allá; de manera paralela a la que se recorre aquí, por la distancia considerable que nos separa de la casita de la calle Paula», añadió.

Historia caminada

La Ruta de la Memoria partió de la pequeña escalinata del Palacio de Gobierno, otrora sede de la Cámara de Representantes de la República amordazada que impuso la ocupación militar estadounidense en enero de 1902. A consecuencia de un inesperado proceso de restauración, los usuarios no pudieron acceder al edificio, pero eso no fue óbice para que conocieran los orígenes de esa construcción que nació de una ampliación de una antigua casona del siglo XIX y se extendió hasta 1911. Tampoco que uno de sus arquitectos, Emilio Heredia, fue el primer director del entonces Museo Nacional de La República (hoy de Bellas Artes), inaugurado el 28 de abril de 1913 y, además, guardaba relación familiar con el poeta romántico santiaguero José María Heredia.


Para el público también fue interesante saber que, según registros históricos citados, este fue el tercer edificio donde se izó la bandera nacional antes del 20 de mayo de 1902. La historia no termina cuando cesan sus funciones legislativas en 1929, al trasladarse la cámara hacia los nuevos hemiciclos del Capitolio Nacional. Por el contrario; después de años de servir de sede al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y, posteriormente, al Ministerio de Educación, el 3 de enero de 1959, dos días después de triunfar la Revolución, el entonces ministro de Educación, Armando Hart Dávalos, firmó la Resolución para la Campaña de Alfabetización que tomó cuerpo años después en las brigadas Conrado Benítez y tuvo mártires como Manuel Ascunce Domenech. 


Lo que pudiera parecer un imprevisto se convirtió en convicción para la ingeniera química Idalmis Expósito, quien, además de visitar La Habana Vieja atraída por las riquezas culturales de sus museos, también estaba interesada en «conocer más de cerca el trabajo de restauración que lleva a cabo Eusebio Leal, ver los arreglos de los edificios, los avances en las construcciones». Junto a su hija y sobrina confesó que era la primera vez que asistían a las Rutas y Andares, a la que habían llegado por referencias. «Lo que más me gusta —argumentó— es la presencia de un guía, pues así se pueden conocer mejor las cosas, pues una se orienta y no se escapan cosas interesantes».
Camino al próximo destino, casi rozando los muros de la Basílica Menor del otrora convento de San Francisco de Asís, los 10 años de Rachel Zamora se fundieron con Marta Berard, su abuela cercana a las seis décadas, pues entre ambas planificaron sus vacaciones para dedicarlas a disfrutar de las Rutas y Andares. Marta vuelve sobra la importancia del guía: «es esencial el conocimiento del guía, pues orienta hacia lo más interesante y necesario; incluso se extienden en diversos temas para interesarlo a uno en varias cosas… apuestan por el conocimiento y la cultura». «Rutas y Andares me parece que es la mejor forma de conocer todo lo que guarda La Habana Vieja…es muy interesante», agregó Rachel con cierta timidez.


Fue casi imposible continuar preguntándoles a los integrantes del grupo, ya protagonistas, pues se esforzaban en no perder detalles de la explicación de los especialistas a cargo. Salvo algún que otra reconvención a la volátil concentración de los más pequeños, Edith Aguado, nueva directora del Museo Armería 9 de abril, y Daniel Vasconcelos, especialista del Gabinete de Arqueología, pudieron ofrecer toda la información solicitada. Aguado recalcó el estado de conservación de tres objetos heredados de la antigua Compañía Armera de Cuba, fundada en 1934 en un inmueble de la segunda mitad del siglo XIX. El público pudo ver de cerca la caja registradora, la balanza y la máquina para rellenar de balines los cartuchos para escopetas de caza. Asimismo, no pocos quedaron azorados al percibir la amplia colección de armas deportivas donada por el Comandante en Jefe, Fidel Castro, al fundar el museo en 1971.
La fascinación se mantuvo al conocer los detalles del incendio del 17 de mayo de 1890, acaecido en el almacén de la Ferretería Isasi ubicado en la esquina de las calles Lamparilla y Mercaderes. En el mismo espacio en el que murieron 36 personas, por la explosión de un cargamento de dinamita destinado al contrabando, se conservan hoy objetos pertenecientes a los cuerpos de Bomberos. Las condecoraciones, sellos e insignias se confabulan con los uniformes, cascos y bombas de extinción para armar una fantasía sobre las huellas del sacrificio y la abnegación.


La satisfacción de Lisette Castellanos también se hacía evidente, no sólo porque quedaba detenida contemplando las piezas de los museos que visitaba, rodeada de un grupo de adolescentes como ella, sino porque veía recompensado su afán de saberes. Según le confesó a este redactor «dentro de poco comienzo en un curso de periodismo y todo lo que estoy aprendiendo aquí lo pienso aplicar. Nunca había entrado en estos museos…gracias a las Rutas y Andares pude hacerlo y eso me permitirá no llevarme toda la verdad, sino saber a dónde puedo regresare cuando necesite averiguar algo», confesó con una sonrisa de quinceañera.
Los salones del Museo Universitario, ubicado en el reluciente edificio que acoge al Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, ofrecieron una panorámica de la historia de la primera universidad cubana en la Sala de la Real y Pontificia Universidad de La Habana (1728-1841). Junto a la explicación de la joven especialista Yiliam Armas sobre los documentos fundacionales atesorados, brillaban con majestuosidad las esculturas en madera de los «santos evangelistas»: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan. Las piezas que atrajeron la mayor atención fueron las mazas ceremoniales. Una de las integrantes del grupo preguntó sobre la manera de convertirse en guía o especialista principal de un museo y la interrogante dejó perplejo a más de uno.


Sobre este interesante fenómeno Daniel Vasconcelos, especialista del Gabinete de Arqueología y fundador del proyecto Rutas y Andares, ahondó: «Existen varios tipos de público. Están los principiantes y los continuantes. Cualquiera de los dos se vuelve muy complicado, pues no son públicos pacientes, sino que interactúan con la información. Se preparan para los recorridos, toman notas, consultan y le dan rienda suelta a su interés. Por eso no es extraño que muchas veces confronten información que ya poseen o cuestionen la que ofrece el guía si les parece equívoca. Eso es beneficioso, sobre todo para el especialista, pues el público se erige como un medio de retroalimentación del conocimiento».
»Por ejemplo —me dice tocándose la frente— en uno de los andares por la calle Mercaderes, junto al retablo de los miembros del Liceo Artístico y Literario de La Habana, alguien del público me interroga sobre uno de los personajes. Yo no tenía toda la información sobre él y el usuario me obligó a estudiarlo mejor…sobre todo porque él tampoco lo conocía, sólo recordaba su imagen de un libro de historia de Fernando Portuondo».
Fue Daniel, junto a los especialistas de la Casa Juan Gualberto Gómez, quien matizó la explicación sobre la colección de la institución dedicada al estudio y rescate informativo de la vida y la obra de este insigne patriota, quien disertó sobre la filatelia, a propósito de una muestra de sellos de correo expuesta, en la que uno de los motivos era precisamente Juan Gualberto Gómez. Los sellos pertenecientes a la Emisión Retiro de Comunicaciones (1955) tenían la particularidad de que uno de sus diseñadores era Eladio Rivadulla, Premio Nacional de Diseño 2009. Las colecciones de vajillas y objetos varios pertenecientes al entrañable amigo de Martí se extendieron también al Museo Numismático. La exposición elegida como leit motiv tenía que ver con la numismática de Egipto. Pero, ¿cómo vincular a Juan Gualberto Gómez con Egipto?; ¿no será una ruptura muy brusca?


Desde que entró el grupo al hall del Museo Numismático, Daniel Vasconcelos los llevó hacia una vitrina de la sala de medallística, extendió su mano y señaló una de las condecoraciones de la colección República. Aquella era la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, en su variante Gran Cruz, establecida como máximo galardón gubernamental en 1926. Una igual le fue conferida al ya anciano Juan Gualberto Gómez el 10 de mayo de 1929, en el antiguo Teatro Nacional (hoy Gran Teatro de La Habana). Recuerda Vasconcelos que el patriota hizo restallar la siguiente frase: «Con cruz o sin cruz, Juan Gualberto es el mismo», en franco desafío al dictador Gerardo Machado, entonces presidente de la República.
El camino estuvo allanado para adentrarse entonces en la exposición numismática del país norafricano y en la sala que atesora la colección 1000 monedas de oro, conformada por 920 monedas de 20 USD, acuñadas entre 1869 y 1928 por diversas casas acuñadoras de los Estados Unidos de América; así como 80 monedas de 50 pesos mexicanos, acuñadas entre 1925 y 1945. Esta colección, donada también por el Comandante en Jefe, Fidel Castro, al inaugurarse la actual sede del museo en 2004, llegó a sus manos a través del biólogo suizo radicado en Canadá, Dr. Albert Thut.
Con una invitación a recorrer todos los museos de la Oficina del Historiador y un agradecimiento por la atención dispensada, los especialistas encargados de la ruta despidieron al público con un brillo especial en los ojos. Frente a mí desfilaron Marco Antonio, Idalmis, Rachel, Marta y Lisette, precedidas por el resto del contingente. Todos me brindaron una sonrisa cómplice y una única confesión: «volvemos».

Rodolfo Zamora Rielo
Redacción Opus Habana
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