![](/images/stories/content/2008/01/3430.jpg)
«El creyón blanco sobre lienzo de carbón sustituyó al trazo oscuro sobre fondo blanco de su anterior muestra».
![](/images/stories/content/2008/01/3431.jpg)
Una línea sola y rápida engendraba sus figuras de entonces, las primeras que enderezaba, sus animales de enigma. La naturaleza del animal lo fascina, ha logrado entenderse con seres vivos de casi imposible comprensión, cernícalo, majá, cocodrilo, e innúmeros perros y gatos sucesivos; también con humanos de extraña índole, porque Cristhian simpatiza con lo indomesticable. Creo que en el sueño lleva mejor compañía que en las palabras de vigilia. Tal vez en territorios de espejismo es donde su esencia dialoga con mayor libertad. Por eso su pintura posee poco de literatura, sí de emoción brumosa, de parpadeo, como quien recuerda vibraciones que atravesó dormido.
Su mayor temeridad es el intento por describir esas visiones con fidelidad extrema, hace incidir la luz en el relieve de músculos y textura de piedra cósmica –medias lunas, astros errantes–, construcciones mínimas como jaulas, herramientas, detalles de entidades inconclusas, ángeles. Detrás de todo está el vacío: ingravidez, aire de abismo.
![](/images/stories/content/2008/01/3432.jpg)
Ahora excluye el color, para concentrarse en el perfeccionamiento de una figuración –la suya– que va avanzando en singularidad y economía. Ese es hoy su modo de contar, así desea que lo veamos y comprendamos. Ya volverá el color, quizás en la próxima estación que conozca su pintura. El creyón blanco sobre lienzo de carbón sustituyó al trazo oscuro sobre fondo blanco de su anterior muestra. En común tienen ambas exposiciones la voluntad de representar acaeceres fragmentarios que acontecen (o acontecieron) en un sitio donde el desciframiento y la interpretación no existen, donde el sueño puede todo con las ánimas, donde Cristhian, sin palabras, narra.
Sigfredo Ariel
Crítico de arte
Crítico de arte