Al inaugurar la exposición el Editor general de Opus Habana, Argel Calcines Pedreira, reseñó la evolución del quehacer del joven maestro Leonardo Cuervo cuya obra —recordó— se exhibió por primera vez en el Centro Histórico de La Habana en una exposición en la galería del hotel Raquel que se dedicó a la temática del Génesis. |
Quiso el joven artista cubano Leonardo Cuervo (La Habana, 1972) que el título de su exposición personal «La traición de las imágenes» evocara al pintor surrealista belga René Magritte (Bélgica, 1898-1967), quien nombró de esa manera una de sus más conocidas y controversiales obras: La traición de las imágenes (Esto no es una pipa) 1928/29.
Fue Magritte especialmente lúcido al investigar los vínculos entre la representación y la esencia del arte; cuestionó la relación basada en la semejanza representativa de las imágenes y las cosas. Reconocido por sus ingeniosas y provocativas iconografías, pretendía con su trabajo cambiar la percepción precondicionada de la realidad y forzar al observador a hacerse hipersensitivo a su entorno. Dotó al surrealismo de una carga conceptual basada en el juego de imágenes ambiguas y su significado denotado a través de palabras, cuestionando el nexo entre un objeto pintado y el real.
Por todas esas razones, Leonardo Cuervo le rinde homenaje en esta exhibición en solitario, después de cinco años sin hacerlo. Como punto de partida tiene la fotografía comercial, pero desecha ese mensaje, más bien asume los puntos de vista plásticos. Y cuando reprocesa tal información le confiere otro aspecto, otro mensaje que no es propiamente el contenido en la fotografía tomada de alguna revista. Por eso, Cuervo traiciona a las imágenes.
Fue Magritte especialmente lúcido al investigar los vínculos entre la representación y la esencia del arte; cuestionó la relación basada en la semejanza representativa de las imágenes y las cosas. Reconocido por sus ingeniosas y provocativas iconografías, pretendía con su trabajo cambiar la percepción precondicionada de la realidad y forzar al observador a hacerse hipersensitivo a su entorno. Dotó al surrealismo de una carga conceptual basada en el juego de imágenes ambiguas y su significado denotado a través de palabras, cuestionando el nexo entre un objeto pintado y el real.
Por todas esas razones, Leonardo Cuervo le rinde homenaje en esta exhibición en solitario, después de cinco años sin hacerlo. Como punto de partida tiene la fotografía comercial, pero desecha ese mensaje, más bien asume los puntos de vista plásticos. Y cuando reprocesa tal información le confiere otro aspecto, otro mensaje que no es propiamente el contenido en la fotografía tomada de alguna revista. Por eso, Cuervo traiciona a las imágenes.
El otro retrato de Hendrickje Stoffels (2008) Lápiz sobre papel (31 x 41 cm). |
Sin embargo, en cada una de las piezas es obvio que el trabajo sigue siendo meticuloso al extremo, más depurado, muy riguroso —casi fotográfico—, pero es importante insistir para que, al enfrentarnos a esta muestra, no seamos víctimas de una falsa percepción: todos sus componentes han sido realizados completamente a pincel y a lápiz sin otro recurso.
Con este resultado, incluso se acerca al fotorrealismo, pues según ha dicho le interesa muchísimo lograr —no sabe si lo consigue, el público tiene la última palabra— esa confusión que provoca la pintura hiperrealista que cuando se aprecia no se sabe si es una fotografía manipulada o si es una pintura.
«La traición de las imágenes» guarda una buena distancia con el quehacer anterior, el más conocido, de Leonardo Cuervo que en aquel entonces estaba más vinculado con la técnica del medioevo, las combinaciones de temple y de óleo. En este caso son sólo dibujos y óleos. Incluso él ha dicho que pensaba incluir grabados —xilografía y litografía—, pero que no estuvieron listos. En lo adelante se propone mostrar al unísono dibujos, pinturas y grabados, pero todos con este mismo tratamiento de la imagen.
Al año 2004, corresponde la anterior exposición personal de Leonardo Cuervo la que, bajo el título «La mirada oblicua», estuviera expuesta en la galería Raúl Martínez del Palacio del Segundo Cabo, Plaza de Armas.
Y aunque no pretenda explícitamente que «La traición de las imágenes» sea una exposición ontológica, como desde hace tanto tiempo no expone y muchas personas tal vez conozcan sólo su trabajo anterior, muestra aquí en el Palacio Lombillo, algunas de aquellas piezas anteriores suyas: La mirada oblicua de Giambapttista Porta, El Hijo del hombre y Los dos músicos del Rey Asabelio junto a algunas más recientes —A la sombra de las muchachas en flor, El Enigma, Lilit y Loyson:aparecida— para que los espectadores puedan hacer una suerte de paneo entre lo hecho y lo que realiza en la actualidad este «traidor» de las imágenes.
Con este resultado, incluso se acerca al fotorrealismo, pues según ha dicho le interesa muchísimo lograr —no sabe si lo consigue, el público tiene la última palabra— esa confusión que provoca la pintura hiperrealista que cuando se aprecia no se sabe si es una fotografía manipulada o si es una pintura.
«La traición de las imágenes» guarda una buena distancia con el quehacer anterior, el más conocido, de Leonardo Cuervo que en aquel entonces estaba más vinculado con la técnica del medioevo, las combinaciones de temple y de óleo. En este caso son sólo dibujos y óleos. Incluso él ha dicho que pensaba incluir grabados —xilografía y litografía—, pero que no estuvieron listos. En lo adelante se propone mostrar al unísono dibujos, pinturas y grabados, pero todos con este mismo tratamiento de la imagen.
Lilit (2009) Óleo sobre tela (100 x 50 ). |
Y aunque no pretenda explícitamente que «La traición de las imágenes» sea una exposición ontológica, como desde hace tanto tiempo no expone y muchas personas tal vez conozcan sólo su trabajo anterior, muestra aquí en el Palacio Lombillo, algunas de aquellas piezas anteriores suyas: La mirada oblicua de Giambapttista Porta, El Hijo del hombre y Los dos músicos del Rey Asabelio junto a algunas más recientes —A la sombra de las muchachas en flor, El Enigma, Lilit y Loyson:aparecida— para que los espectadores puedan hacer una suerte de paneo entre lo hecho y lo que realiza en la actualidad este «traidor» de las imágenes.
María Grant
Editora ejecutiva
Opus Habana