Hoy, jueves 6 de agosto, en la galería del Palacio Lombillo quedó abierta al público la exposición personal «Cuentos de camino» de Víctor Manuel Velázquez (Holguín, 1980). Conformada por 18 piezas con diferentes formatos y técnicas, esta muestra contó con la curadoría de Noemí Díaz Vilches. Entre otros premios, Velázquez fue ganador del Gran Premio, Premio de la Editorial Arte y Literatura del Instituto Cubano del Libro así como del Premio del Centro Provincial de Artes Plásticas en la V Bienal de Ilustración  del Centro de Arte y Literatura Fayad Jamís, La Habana, 2005.

Bajo el título «Fábulas visuales de Víctor Manuel» fueron escritas por el Licenciado Martín Garrido Gómez estas palabras que, por su valor y actualidad,  reproducimos ahora para nuestros lectores.

 

Ensayo sobre la ceguera (2005). Pastel seco sobre cartulina (70X40 cm) Gran Premio, Premio de la Editorial Arte y Literatura del Instituto Cubano del Libro así como Premio del Centro Provincial de Artes Plásticas en la V Bienal de Ilustración. Centro de Arte y Literatura Fayad Jamís, La Habana, 2005.

Entrar a la obra de Víctor Manuel Velázquez es entrar a un mundo encantado, es decir, a un mundo sometido a una especie de sortilegio que transforma lo cotidiano y común en otra cosa. Su capacidad para transfigurar, para metamorfosear esa realidad, que no es tan sólo realidad cotidiana sino también herencia cultural y artística asimilada, parece infinita. Sus sueños y fabulaciones pueblan un universo donde las leyes naturales han sido vulneradas y donde lo imposible, lo extravagante y lo inusual cobran carta de ciudadanía. Por eso, su obra siempre nos seduce y nos intriga, tan ligada está al universo de la imaginación y la poesía.

Cada una de las piezas que nos ofrece el pintor es como una pequeña fábula que se integra a ese texto mayor que es la exposición. Y es que a Víctor Manuel no le interesa la simple reproducción de lo que le rodea, le interesa, sobre todo, el ejercicio de narrar, de ahí el título de esta nueva exposición suya, «Cuentos de camino».  Para estructurar este discurso Víctor Manuel recurre a los medios que tiene a su disposición: la superficie blanca del lienzo o la cartulina, las bondades y dificultades de la acuarela, el pastel o el creyón, su creciente dominio de la técnica y una cultivada imaginación. Siempre habrá una idea o una imagen de la cual partir, pero luego, la simple mancha de color sobre el soporte podrá sugerirle al pintor las más diversas soluciones y posibilidades, las más absurdas combinaciones o los más felices hallazgos. Esta especie de automatismo psíquico, que tan caro fuera a los pintores surrealistas, le sirve a Víctor Manuel para redondear su propuesta, y de paso, evocar a creadores y obras que le son afines y con los cuales mantiene un diálogo enriquecedor.

Maravilloso viaje de Mambrú a la guerra (2005). Acuarela sobre lienzo (87X79 cm) Primer Premio. XIV Salón Provincial de Artes Plásticas de Holguín, 2005.

La cercanía que tiene la obra de Víctor Manuel a lo narrativo le ha permitido ilustrar, en los últimos años, varios libros de autores holguineros, y recibir, con una pieza inspirada en el libro Ensayo sobre la ceguera, del Nobel José Saramago, tres importantes premios en la V Bienal de Ilustración convocada en el año 2005 por el Centro de Arte y Literatura Fayad Jamís en La Habana. Sus amables monstruos y quimeras, nacidos de un sueño de la razón semejante al que inspirara los Caprichos de Goya, andan con buen paso por el mundo de la poligrafía y se han confrontado con los públicos más diversos tanto en nuestro país como en el exterior. La amplia aceptación que ha recibido su obra, que le ha permitido obtener numerosos premios locales y nacionales en el corto plazo de apenas siete años y alcanzar la condición de miembro de la UNEAC, es fruto de su indudable talento pero, también, de una férrea y consciente disciplina.

El arte de Víctor Manuel está hecho de herencias asimiladas y de habilidades propias, articuladas en un lenguaje personal que ya le distingue. Cada pintor, como se sabe, tiene sus recetas y Víctor Manuel no es una excepción. Sin embargo, en esta nueva propuesta se advierte una mayor variedad en el uso de una técnica que puede ser  más o menos suelta o rigurosa según las necesidades planteadas por una obra en particular. Sus pequeños dibujos a creyón, verdaderos divertimentos de autor, son ejemplo de virtuosismo formal y limpieza de líneas. Y sus pasteles, entre los cuales se exhibe la obra premiada en el Fayad Jamís, ofrecen un lenguaje más suelto, casi abocetado, en el manejo de la técnica. En contraste, sus elaboradas acuarelas sobre lienzo tienen toda la complejidad de las obras de mayor aliento, aquellas que revelan los sueños y las angustias que el oficio de vivir, y la urgencia de crear, entrañan para el pintor.

Quimera II (2009). Acuarela sobre lienzo (59X50 cm).

En resumen, las obras que integran estos «Cuentos de camino» son la propuesta de un joven creador que ha sabido armonizar el ejercicio de dos profesiones tan absorbentes como la medicina y la pintura, sin menoscabo para ninguna de ellas. Con la modestia que le caracteriza, con su integridad como persona y como profesional, Víctor Manuel Velázquez nos ofrece, en cada nueva exposición, una propuesta más elaborada, más rica en matices, más ambiciosa, etapas sucesivas y naturales de una carrera en ascenso.

 

Lic. Martín Garrido Gómez

Especialista del Centro de Arte de Holguín

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